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Menuda putada, amigo.

Eso fue lo que me dijo Bill el año pasado cuando le expliqué toda la historia. Bill era uno de mis mejores amigos, pero desde que se cambió de instituto no lo he vuelto a ver. He oído que ahora fuma y bebe, pero me parece muy raro en él.
Siempre ha odiado hacer eso.

¿Sabéis de otro que ha cambiado mucho? Peter. Que asco le tengo a ese chaval.
De pequeño era alto y gordo, con los ojos hundidos y las piernas cortas. Y para mi mala suerte, ha mejorado muchísimo. Me sigue sacando una cabeza, pero está fuerte y mucho más atractivo según las chicas. Obviamente juega al fútbol, ni que decirlo.
Ahora es “popular”. Como odio ese término.

Es como si metiesen a la gente en malditas cajas, cada una con su etiqueta: populares, frikis, raritos, atletas, bohemios... asusta mucho.
Como la cagues el primer día, te fichan y te meten en una de las cajas malas. Si algún día encuentro la manera de quemar esas cajas, os prometo que lo haré.

En clase, la mayoría son personas fantásticas. Beben, fuman, y sólo hablan de a quién se tiraron la semana pasada.
Un día, los chicos hicieron una lista de las chicas con las que se querían acostar.
Me sorprendió mucho que supiesen escribir. Lo peor de todo fue cuando me pasaron la lista a mí. Que ganas de vomitar. Como aquello iba por votos, Lily tenía 16 votos. Es decir, menos cinco chicos de la clase, todos los demás se querían acostar con ella. Una chica llamada Susan la superó por tres votos. Yo no voté, y sé que hubo algún chico que tampoco.

Después de esa lista, hicieron otra en las que escribían guarradas sobre Susan y Lily. Era otra especie de concurso.
Susan me daba exactamente igual, pero Lily no. Nunca había tenido tantas ganas de que Lily perdiese en algo. Después de leer aquel folio arrugado, salí de la clase y fui al baño. Me habían entrado arcadas.
Por suerte, Lily nunca supo lo que escribieron en aquella hoja.

La burbujaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora