Sixteen/Parte Cuatro

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LUNES, 31 DE OCTUBRE DE 2011
Sixteen // parte cuatro

Cae la noche en Mar del Plata y en la cara de los transeúntes. Camino hasta mi departamento, cada paso calculado, imaginando qué voy a hacer cuando llegue. Me paro cerca de la puerta, el portero finge no verme, me hace buscar mis llaves en la cartera que parece hechizada, llena de cosas que no necesito. Encuentro el encendedor, encuentro los Camel pero no encuentro las llaves. Me arrodillo junto a la puerta del edificio, miro no con poco odio al portero que simula estar dormido. Pienso qué poco te costaría dejar de roncar y abrirme.

Es de noche y tengo miedo de que me roben, de que me secuestren, de que me corten la cara con un cuchillo. Son posibilidades válidas. Nuestro departamento se ubica en lo que alguna vez fue una zona para las clases acomodadas, y ahora es el máximo exponente de la decadencia. Y hay que decir que yo siempre tengo miedo: de día o de noche, en la zona amable o la incómoda. Acompañada o sola, muero de miedo y me aferro a mis carteras con angustia. El corazón que late desmedido, acongojado, tanto que duele un poco, para que mi sangre fluya densa y misteriosa por mis venas. Y yo muerta de miedo sin encontrar las llaves, arrodillada, sentada no porque el piso está muy sucio, junto a la puerta del edificio. El portero que finge dormir, yo que finjo ser feliz, las llaves que pretenden no estar ahí, la gente que pasa con intenciones oscuras y que me perdona la vida, la gente que me permite vivir.

Las encuentro, pienso que me tengo que comprar un llavero con luz o por lo menos con sonido. Casualmente el tintineo de las llaves contra la cerradura despierta a Pedro, histórico portero que finge un bostezo. Buenas dice, como si acabara de despertar. Cómo le va, Pedro, buenas noches le contesto, no me sale ser mala gente. Pedro vuelve al diario que antes dormía sobre su estómago hinchado de portero.

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