JAMES.

3 1 0
                                    

James levantó la vista para mirar el firmamento tachonado de estrellas. Jamás había imaginado que sentiría tal añoranza al contemplar la escena a cientos de kilómetros de su hogar. Era inquietante ver la luna tan pequeña y sosa, como levantarte una mañana y descubrir que el rostro de tus familiares se había difuminado.

A su alrededor, sentados en torno a la hoguera, sus compañerosrezongaban. Llevaban menos de una semana en la Tierra y las porciones dealimento habían menguado de un modo crítico. La falta de medicinas erapreocupante, pero hoy por hoy el problema más urgente era el de laalimentación. O bien la colonia había calculado mal las provisiones, o bienGraham y sus amigos habían acaparado más de lo que James había advertido. En cualquier caso, los efectos de la escasez empezaban ya a pasarles factura. Y no estaba pensando solo en las mejillas chupadas; el hambre que reflejaban los ojos de sus compañeros lo aterrorizaba. No debía olvidar que todos habían sido confinados por alguna razón, que hasta el último de los chicos y chicas que lo rodeaban había puesto en peligro la colonia de un modo u otro.

James más que nadie.

En aquel momento, Alexia salió de la enfermería y se dirigió hacia la hoguera, inspeccionando la zona en busca de un sitio libre. No había nadie sentado junto a James, pero la mirada de la chica resbaló sobre él. Se sentó junto a Brooke, que reposaba con la pierna estirada.

James suspiró y echó un vistazo a los alrededores. El reflejo de las llamas bailaba sobre las siluetas oscuras de las tres estructuras principales —el hospital de campaña, una tienda que hacía las veces de almacén y la favorita de James : un dique para recoger agua en caso de que lloviera—. Como mínimo, el campamento no había resultado un completo desastre. El padre de James se quedaría pasmado cuando se reuniese con ellos en la Tierra.

Eso si alguna vez se reunía con ellos. Cada día que pasaba le costabamás convencerse de que su padre estaba bien, de que la herida de bala era solosuperficial. Se le encogió el pecho     al imaginar a su padre aferrado a duras penas a la vida en una cama de hospital o, lo que era peor, su cadáver flotando en el espacio. Las palabras del canciller aún resonaban en sus oídos: «Si hay alguien capaz de sacar adelante esta misión, eres tú». Tras toda una vida presionando a James para que trabajara más y mejor, el chico se preguntaba si no habría sido aquella la última orden que su padre llegaría a pronunciar.

Sonó un extraño ruido procedente del bosque. James se irguió, aguzando todos los sentidos. Se oyó un crujido, seguido de un murmullo. Los rumores que se elevaban alrededor de la hoguera se convirtieron en gritos contenidos cuando una figura surgió de entre las sombras, mitad humana y mitad animal, como algo salido de los antiguos mitos.

James se puso en pie. Justo entonces, la criatura se perfiló contra la luz del claro.

Brandon caminaba con una pieza de caza echada sobre los hombros, dejando un reguero de sangre a su paso.

Un ciervo. Los ojos de James recorrieron el animal sin vida; distinguió el suave pelaje pardo, las esbeltas patas, las delicadas orejas en punta. Conforme Brandon avanzaba, la cabeza exánime del ciervo se balanceaba adelante y atrás... sin llegar a trazar el arco completo, porque chocaba contra algo más.

Era una segunda cabeza, que oscilaba al extremo de otro esbelto cuello. El ciervo tenía dos cabezas.

James se quedó de piedra mientras todos sus compañeros se ponían en pie. Algunos avanzaron un paso para ver mejor, otros retrocedieron horrorizados.

Criminales en tierra.(Cancelada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora