Walquiria acababa de ajustarse el arnés cuando oyó un revuelo procedente del exterior. Los guardias rodeaban a dos figuras apostadas junto a la entrada de la nave. El lío de uniformes le impedía ver con claridad lo que estaba pasando, pero atisbó una manga verde por aquí, un poco de pelo gris por allá y algún que otro destello metálico. Luego la mitad de los guardias se arrodilló para apuntar, y Walquiria pudo ver por fin la escena al completo: un chico había tomado como rehén al canciller.
—¡Todo el mundo atrás! —gritó el captor con voz temblorosa. Iba de uniforme, pero no era un guardia, ni mucho menos. Llevaba el pelo demasiado largo para lo que dictan las normas, la chaqueta le quedaba estrecha y sostenía la pistola con la torpeza de alguien que no ha manejado un arma en su vida.
Nadie movía ni un dedo.
—He dicho atrás.
El sopor que la había invadido durante el largo paseo desde la celda hasta la plataforma de lanzamiento se esfumó como un cometa de hielo que cruza el cielo junto al sol, dejando tras de sí una estela de esperanza. Ella no debería estar allí. No podía fingir que estaban a punto de protagonizar una misión histórica. En cuanto la cápsula se desprendiese de la lanzadera, el corazón de Walquiria se rompería en pedazos. Esta es mi oportunidad, pensó de repente, presa del terror y la emoción.
Se desabrochó el arnés y se puso en pie. Algunos prisioneros se dieron cuenta, pero casi todos estaban pendientes del drama que se desplegaba en la rampa. Corrió al otro extremo de la nave, donde una segunda rampa conducía a la plataforma de embarque.
—Me voy con ellos —gritaba el chico dando un paso hacia la puerta, arrastrando al canciller consigo—. Me voy con mi hermana.
Un silencio de estupefacción cayó sobre la plataforma de embarque. Hermana. La palabra despertó un eco en la mente de Walquiria, pero sin darle tiempo a procesar su significado, una voz conocida la arrancó de sus pensamientos.
—Dejen que se vaya.
Walquiria echó un vistazo al fondo de la nave y se quedó de piedra, atónita de ver allí a su mejor amigo. Por supuesto, había oído los absurdos rumores de que James había sido confinado, pero no les había prestado atención. ¿Qué hacía allí el hijo del canciller? Mirando los ojos grises de James , que observaban atentamente a su padre, adivinó la respuesta: había seguido a Alexa. James haría cualquier cosa por proteger a sus seres queridos, a Alexa por encima de todo.
En aquel momento sonó un chasquido ensordecedor —¿un disparo?— y un resorte estalló en el interior de Walquiria. Sin pararse a pensar, ni siquiera a respirar, cruzó la puerta a la carrera y remontó la rampa como una exhalación. Sin ceder al impulso de mirar atrás,Walquiria agachó la cabeza y corrió como nunca en su vida lo había hecho.
Había escogido el momento justo. Los guardias se quedaron petrificados por un instante, como si el eco del disparo los hubiera paralizado.
Al cabo de un segundo, la vieron.
—¡Preso a la fuga! —gritó uno, y los demás se volvieron rápidamente hacia ella. El veloz movimiento activó en ellos los instintos que les habían grabado a fuego durante los entrenamientos. Daba igual que ella fuera una chica de diecisiete años. Estaban programados para pasar por alto la vaporosa melena rubia y los grandes ojos azules que solían inspirar en la gente el deseo de protegerla. Solo veían a un recluso que intentaba escapar.
Walquiria se abalanzó hacia la puerta, sin escuchar los gritos de ira que se alzaban a su paso. Con el pecho a punto de estallar y resollando sin aliento, recorrió como una bala el pasadizo que conducía de vuelta a Fénix.
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Criminales en tierra.(Cancelada)
Teen FictionJóvenes delincuentes han sido seleccionados para participar en una peligrosa misión : recolonizar la tierra. Son chicos y chicas de edades y procedencias distintas.Algunos peligrosos , otros, ahora en peligro.Tras un brutal aterrizaje, los crimina...