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Me ruboricé. Cómo había podido contarle todo eso a un desconocido. Me había expuesto a tener que mudarme otra vez y sólo era el primer día de clasMIERDA, era el segundo, y me lo estaba perdiendo.

—¿Qué hora es?
—Relájate chiquilla. Son las 7 de la mañana de un martes. Sé que hay clases.
—Pero yo no puedo ir así. Llevo la misma ropa de ayer. ¡Mira qué pelos! Parece que... Bueno, parece exactamente lo que es. ¿Puedo ducharme?
—Claro, segunda puerta a la derecha.

Me di cuenta de que estaba en la segunda planta. Todo tenía un aire un poco antiguo, pero el conjunto, sorprendentemente, no se veía viejo, sino bastante retro. Era ese tipo de casa que no te esperarías en una persona joven. No era demasiado grande por lo que pude ver, aunque no había visto mucho, ya que la mayor parte del tiempo había estado inconsciente o borracha o dormida.
En el cuarto de baño había una bañera con patas y un lavabo doble con un espejo muy grande. La estancia estaba bien iluminada por un tragaluz, a través del cual podía ver un cielo azul sin nubes casi.
La resaca me recordó su existencia martilleándome la cabeza en respuesta a la luz. El movimiento que hice para alejarme del foco de claridad que iba directo a mis ojos me hizo descubrir que había también una ducha para dos personas mínimo en un lado del baño, por lo que me dirigí a ella y encendí el agua caliente.
Para mi desgracia, todos los jabones que había olían a hombre muy fuerte, así que hoy olería a chico todo el día.
No me di tiempo a relajarme, tardé cinco minutos en ducharme y cuando fui a salir caí en la cuenta de que no había cogido toalla. Me escurrí el pelo como pude y tratando de no resbalar fui caminando hacia la puerta para darle una voz a Jev.
Justo cuando me disponía a abrir la puerta, Jev la abrió con un par de toallas.

—He pensado que te harían falt...—dijo mientras recorría todo mi cuerpo con los ojos.
—¡Sal de aquí! ¡YA!—dije cogiendo las toallas rápidamente y cerrándole la puerta en las narices.

Aún en estado de shock me envolví en la toalla y me puse las bragas del día anterior. No sabía dónde estaba mi sujetador y temiendo que estuviera en la habitación, salí con la toalla aún envuelta en el pelo y en el cuerpo. En la cama, efectivamente, estaba mi sujetador, unos calzoncillos limpios de Jev por si quería cambiarme la ropa interior, mis pantalones del día anterior y una camiseta demasiado grande para mi cuerpo.
Decidí ponerme todo lo que había, incluidos los calzoncillos, que se sentían un poco raros ya que no tenía con qué rellenarlos.
Bajé ya vestida a una habitación donde se oía ruido, que parecía la cocina, y encontré a Jev con unos pantalones de deporte ajustados y sin camiseta haciendo tostadas.

—Tengo barritas de Nakd. Caffé Mocha y Cocoa Crunch, por si las quieres.

Se me hizo la boca agua. Cogí una de cada y me senté a la mesa a esperar que él se sentara.

—Ni una palabra de lo de antes.
—Pero Pau...
—Ni. Una. Palabra.

Había una franja en mis piernas, justo la que cubrían mis pantalones más cortos, llena de cicatrices horribles. Sabía que Jev las había visto, pero no quería hablar de ello. Nunca.
Parece que él decidió dejarlo estar.
Fuimos en coche a clases. Aun así, llegamos 10 minutos tarde.

Pasada la primera hora, me encontré a la directora en el pasillo.

—Teadrops, le pido disculpas por lo de ayer. Aunque me ha decepcionado bastante que se involucrara en una pelea y que luego saliera de las instalaciones.
—Yo no me involucré en ninguna pelea, sólo auxilié a alguien herido, algo que de no haber hecho me podría haber costado una hora de detención según sus normas, ¿no, directora? ¿O acaso no se acuerda de sus reglas?

La directora se quedó pensando unos instantes y vaciló antes de responder. Hacía un año, cuando yo aún no estaba en la escuela (empecé ayer de hecho) hubo una grandísima pelea entre lo que se conocía como la peor gente del instituto. Eran dos bandas peligrosas, tanto fuera como dentro, que se enfrentaron en un cambio de clase. Había sido a plena luz del día en un lugar que los profesores no frecuentaban, pero los alumnos sí. Cerca de 12 personas pasaron 2 horas a pleno sol. Se calcula que unas 100 personas pasaron por delante y nadie hizo nada. Al día siguiente dieron charlas de sensibilización y actualizaron la reglamentación del centro.

—Claro que me acuerdo, hiciste bien, pero en la enfermería no habría hecho falta salir del instituto y perder las clases del primer día.

Me encogí de hombros y seguí mi camino. A cada paso que daba, deseaba con todas mis fuerzas no encontrarme a Ryan. Y tuve suerte, pues en todo el día no lo encontré.

A la salida, después de 6 infernales horas de clase, le dije a Jev que volvía a casa. Él se ofreció a llevarme, y yo acepté de buena gana ya que hacía demasiado calor como para caminar. Mantuvimos una charla animada hasta que llegamos a mi casa, un pequeño adosado en un barrio medio.
Me quedé paralizada cuando vi un ramo de flores en mi puerta. Seis azucenas, cinco lirios y una rosa. Era un regalo de Ryan con una amenaza implícita.

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⏰ Última actualización: Sep 10, 2016 ⏰

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