2.

56 4 3
                                    

Fui abriendo los ojos lentamente. Cuando conseguí abrirlos completamente, vi el rostro de la directora con el ceño fruncido.

—Teadrops, ya era hora de que despertaras.

—Lo siento, directora. No era mi intención desmayarme en su pasillo.—dije irónica.

Ella me fulminó con la mirada.—¿Ya está disponible para enseñarle el instituto a Anglas o prefiere desmayarse otra vez?

—Prefiero desmayarme.

—Si no lo hace suspenderá todas las asignaturas.

—Eso se considera chantaje.

—Considéralo como quieras. ¡ANGLAS, ENTRE!

Allí entró Ryan con su media sonrisa, la cual un año atrás me hubiera derretido, pero ahora simplemente me desagradaba.

—Oh, ¡Pau! ¡Qué sorpresa!—dijo mientras hacía el amago de inclinarse para darme dos besos en las mejillas.

—No, Ryan. No me toques. No tengas el valor de tocarme. No me sonrías como has hecho hace dos segundos. Me das asco, Ryan. Asco por tus acciones en el pasado. Y porque eres un estúpido.—hice una pausa para respirar.— No me vas a engatusar hoy. Ni nunca, porque la Pau que conociste se ahogó entre lágrimas. Lágrimas por tu culpa. Ahora hacia ti sólo puedo sentir asco. O ni eso. Indiferencia.—me giré hacia la directora.—Y usted, directora, no vuelva a chantajearme si no quiere problemas con cargos más hacia arriba que usted. Movilizaré a quien haga falta si lo hace. Y no estoy bromeando.—Les miré, disfrutando de sus caras de shock.

Salí del despacho de la directora riéndome por lo bajo, y me dirigí al recreo, ya que quedaban unos quince minutos de clase. Revisé en mi teléfono mis redes sociales, hasta que alguien me interrumpió dandome dos toques en el hombro.

—¿Pau? O bueno, ¿señorita Teadrops?

—Yo soy, qué pasa.—dije, desconfiada.

—La directora te pide disculpas.—me dijo.—No me mires con esa cara, me ha pillado fumando en un aula vacía y en vez de echarme la bronca me ha mandado a buscarte. Menuda le has debido de liar, se escuchaban los gritos desde el otro módulo.

—Sí, bueno, no es de tu incumbencia.

—No, supongo que no lo es. Me llamo Jev. Jev Lee.

—Me alegro.—dije encogiendo los hombros.—No esperes agradarme.

—Sin problema, señorita Teadrops. Tampoco me agradas. Sólo quería ser amable.

El timbre sonó, por lo que me levanté sin siquiera despedirme. Me dirigí hacia detrás del instituto, donde había un recoveco que solía estar vacío. Me senté allí y me puse a mirar el cielo mientras escuchaba música. Era realmente relajante.

Era mentira lo bien que me conocía el instituto, siendo el primer día. El verano pasado solía ser mi lugar donde evadirme.

El recreo pasó realmente rápido, por lo que tenía que volver otra vez a clases. Miré los horarios y la clase era inglés, pero yo la tenía convalidada así que podía no entrar. Hora y media que podía desperdiciar en cualquier otra cosa que no fuera aguantar adolescentes gritando. Sonaba bien.

Detrás del instituto, 23 minutos después.

—¡Gilipollas! ¡No le hagas nada!

—¿¡Se puede saber quién te crees para oponerte!? Es una fresca, ella va provocándome.

Reconocía esa voz. Ese estúpido de Jev.

—No te atrevas a tocarla.

Después de eso escuché golpes y gritos. No tengo muy claro por qué me acerqué cinco minutos después, pero había una multitud gigantesca agolpada alrededor de algo. Cuando conseguí hacerme un hueco entre toda aquella gente, pude ver a Jev sangrando, y al chico en el suelo. Sus heridas tenían una pinta bastante desagradable, pero las del otro desconocido eran, sin lugar a dudas, mucho peores.

Hija del Karma.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora