Capítulo 3

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Me desperté muerta de frío. Estaba tumbada en un colchón que parecía una piedra, no había casi luz, solo la que entraba por una pequeña ventana. Las paredes eran grises, sosas y tristes. Estaba en "El rincón de pensar". Me senté en la cama, me dolía la cabeza y la garganta, necesitaba agua con emergencia. Justo cuando me moví la puerta de la habitación giró, abriéndose. Vi el cuerpo musculado de aquel guardia de ojos verdes e inmediatamente me levanté.

-¿Estás...- antes de que acabase la pregunta intenté estrellar mi puño contra su rostro. Cosa que no hice porque me lo impidió- ¿No aprendes nunca?- sujetó mi muñeca con dureza, haciéndome daño.

-Suélteme, monstruo- pareció afectarle mi última palabra porque me soltó instantáneamente. Allá voy. Volví a intentar golpearle, pero tenía demasiada fuerza y reflejos. Me cogió de la mano y me chocó contra la pared, posicionándose a centímetros de mí- Vengaré a Harry, se lo prometo- sus ojos verdes brillaron con diversión. Su olor invadió mis fosas nasales. Olía demasiado bien.

-¿Crees que amenazar a alguien que sabe tu secreto es buena idea?- tragué duro. Maldito capullo.

-No tengo ni idea de lo que me habla- me hice la inocente intentando respirar con regularidad.

-De tus poderes- reí falsamente.

-Soy un beskerm, no puedo...

-No soy idiota- dio un golpe con el pie. Quería incomodarme. Cerré los ojos, maldiciéndome a mí misma-. Tranquila, no se lo diré a nadie- solté un suspiro exagerado. Él me dejó vía libre para sentarme en la cama, y así hice.

-¿Quién era ese chico para ti?- mi corazón se encogió. Me apoyé en la pared y sujeté mis rodillas contra mi pecho.

-¿Cree que tiene el derecho de preguntarme después de haberlo asesinado?- me escocían los ojos. No podía permitirme volver a llorar delante de él.

-Lo siento- su voz ronca y culpable me hacía pensar en si realmente lo sentía o no- Es mi trabajo.

-¡¿Su trabajo?! ¡Su trabajo no es jugar con la vida de las personas!

-Me lo ordenaron- intentó acariciarme la rodilla pero me puse de pie rápidamente, enfrentándolo cara a cara.

-No hay nada más cruel en esta vida que matar a alguien porque estaba enamorado. El gobierno es una mierda, este sitio es una mierda, las leyes son una mierda, ¡todos ustedes son una mierda! Creen que somos peones, que pueden jugar con nuestra vida como se les antoje. Queremos ser felices, lo merecemos. ¡Es más, si me enamorase de un protegat no dudaría ni un maldito segundo en tirármelo!- el guardia me fulminó con la mirada.

-No tienes ni idea de lo que estás diciendo. Te prohibo hablar así sobre el gobierno, sobre las leyes, sobre este sitio y sobretodo sobre mí- todo su cuerpo estaba en tensión. Tenía que ser honesta conmigo misma, era sexy.

-Por supuesto que sí. Ambos sabemos que lo que estoy diciendo es cierto.

-¿Quién era Harry para ti?- volvió a preguntarme, cambiando de tema.

-Estuvimos saliendo durante tres años, ¿suficiente?- asintió- ¿Cómo se llama?

-Aiden- contestó seco. A esto podíamos jugar los dos.

-Aiden, lárguese de aquí, no quiero verle la cara al asesino de mi ex novio.

-Bien, estaré fuera- se giró tan tranquilo, noté como toda mi cara se volvía roja por la rabia.

-¡No le quiero cerca!- grité. Maldito imbécil, encima tenía la cara de pasar de mí. Se giró para contestarme. Esto es lo que quería.

-No deberías estar tratando así a alguien que sabe tu secreto. Mucho menos a alguien que obedece la ley. No diré nada porque chica, tienes los cojones bien puestos. No puedo alejarme de ti porque me han pedido que te vigile, tu reacción no ha sido normal, eres una buena estudiante y temen que tu mente haya sufrido daños. Por eso estoy aquí, no porque tenga ganas de soportar a una niñata como tú- abrí la boca claramente ofendida.

-Si tanto obedece a la ley, chívese. Dígale a todo el mundo que deberían asesinarme brutalmente. Tal y como usted lo ha hecho con mi amigo.

-Si sigues diciendo gilipolleces no dudaré ni un segundo en hacerlo. Así que cállate esa maldita boca- sí, quizá era mejor callarme. Me senté en la cama en cuanto Aiden salió. Empecé a derramar lágrimas. Mi familia y yo corríamos mucho riesgo, todo por mi culpa. No quería ni pensar en cómo estaban, ya que probablemente fueron informados. O Johan, Johan no me iba a perdonar nunca. Por cada segundo que pasaba del dia yo arriesgaba mi vida dos veces. La mía y la de mi familia. Ahora solo podía rogar para que Aiden no le dijese al gobierno que había una beskerm con poderes, una aberración.

No sabía cuánto tiempo había estado pensando y sintiéndome mal, pero no pasó mucho tiempo hasta que Aiden me dejó salir del "rincón de pensar". Me entregó un móvil y vi la cara de mi madre a través de él.

-Hola mamá- sonreí.

-¿Qué ha pasado Aurora?- mi sonrisa desapareció.

-¿Hace falta que te lo explique?- miré a Aiden, quería intimidad. Él negó con la cabeza, dejándomelo claro.

-¿Harry ha muerto?- asentí cerrando los ojos.

-¿Podrías llamarme luego? No tengo muchas ganas de hablar sobre el tema ahora.

-Claro. Llámame cuando necesites hablar sobre ello- Aiden colgó antes de que yo pudiese hacer nada y puso sus manos en mis muñecas, creando unas esposas invisibles y sin cerradura. Solo él podía quitármelas.

-¿Hace falta esposarme?

-Sí, después de la actuación que hiciste allí en medio nadie quiere verte libre- puse los ojos en blanco.

-No me mienta.

-Ni que me gustase esposarte- sonrió con picardía.

-¿No cree que es demasiado viejo como para ir diciéndole esas cosas a menores?- su rostro cambió radicalmente, punto para mí. Sabía que estaba mintiendo, seguramente tendría unos 25-26 años. Lo empujé con el hombro, siguiendo mi camino sola. Mientras subía las escaleras me fijé en que no había nadie fuera, en los pasillos, a excepción de algunos profesores que conocía de vista. Finalmente llegué a mi habitación y Aiden hizo que las esposas desaparecieran. Estiré los dedos con incomodidad. Él me dio el código de la habitación y yo lo miré extrañada.

-El director me lo mandó- se encogió de hombros. Que supiese mi código no me hacía ninguna gracia. Abrí la puerta y cuando fui a cerrarla volví a escuchar esa voz a la que tanto odio le estaba cogiendo.

-Por cierto, ya no darás clases con los protetgats. Mañana te quiero en el gimnasio a primera hora- por alguna razón mi corazón se aceleró de tan solo pensar en que tal vez estaríamos a solas. Al ver mi cara confusa decidió aclararlo-. Todos los beskemers darán clases allí a partir de ahora.

-¿Por qué en el gimnasio?

-Es hora de que todos estéis preparados físicamente.

-¿Preparados para qué? Nada malo pasa aquí. Excepto cuando matáis a gente, eso ya es un poco doloroso, ¿no?- dije con completo sarcasmo. Él me sonrió. Se veía mucho más guapo sonriendo.

-Total, adiós- dije cerrando la puerta cabreada conmigo misma.

-¡Ya era hora!- escuché la voz dulce de una chica. Rita.

-Eso mismo pienso yo- dije sentándome en mi cama.

-¿Ha pasado algo?

-¿Realmente? No lo sé. No sé si nuestras vidas van a empeorar o si están pensando en nuestro bien. Y me decantaría por lo primero porque odio al gobierno- Rita ahogó un grito. Me olvidaba-. ¿Te has enterado de que ya ni estaremos juntos en clase? Solo por un maldito romance... Los odio, Rita.

-Yo a veces también- la observé con una ceja alzada.

-Sí, a veces todo esto cansa. La vida cansa.

-Por supuesto que cansa, pero hay gente que te ayuda a levantar cabeza. Gente como tú, Aurora- me entraron ganas de llorar. Estaba completamente equivocada conmigo. Yo era del tipo de gente a la que le gustaba hacer daño.

-Supongo...- solté sin más dándome la vuelta para dormir. O al menos para intentarlo, porque no pude en toda la noche. 

OblivionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora