Capítulo 6

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-Sálvame- esa palabra sonaba con eco dentro de mi cabeza. Me estaba torturando, sabía perfectamente que era un sueño pero algo me impedía despertar-. No les creas- me moví agitada. ¡¿Por qué narices no podía abrir los ojos?! Intenté gritar pero solo veía oscuridad-. ¡DEJA DE LUCHAR!- me gritó esa voz nuevo. Traté de hablar, decirle que no estaba luchando. Me dolía todo el cuerpo y algún tipo de magia me prohibía moverlo.

-Me mataron Aurora, debes vengarme- esta vez era una voz masculina. Harry. Un escalofrío me recorrió toda la espalda inmóvil. Traté de relajar todos los músculos de mi cuerpo pero cada vez que escuchaba un susurro de esa voz todos se ponían en alerta. Sabía que no me harían daño, pero eran tan oscuras...

Conseguí moverme y me senté en mi cama, rápidamente las luces se encendieron al detectar movimiento. Mi respiración estaba acelerada. Hacía una semana que estas pesadillas habían comenzado, había probado de todo. Tomarme pastillas para dormir, cambiarme de posición, incluso ahora dormía con el pelo recogido. Por alguna razón culpaba a Aiden por mis pesadillas, siempre parecía la voz de Harry, cuya persona fue asesinada por él. No había hablado con él en toda la semana, y la verdad es que no lo necesitaba.

Había pedido una autorización para salir e ir a visitar a mi familia. Y al fin me la habían aceptado. Aunque aún había personas a las que no se les había autorizado y seguían preocupados. Rita aún seguía con su plan tras haber discutido un par de veces más. No había visto a Johan en todo el tiempo que llevábamos separados y estaba comenzando a echarle muchísimo de menos.

Bajé a la cafetería tras vestirme. Era Sábado y hoy era mi salida a la ciudad. Iría a visitar a mi familia durante unas horas y les contaría todo. Como seguía sin atender a mis llamadas no había podido contarle lo de Harry en ningún maldito momento, y necesitaba soltarlo todo con alguien. Rita no era buena animando, al menos a mí no me hacía nada. Quizá es porque aún no tengo la suficiente confianza como para contarle todo lo que pasa por mi cabeza. Asesinato, por ejemplo. A un guardia, por ejemplo. Suponía que me darían una moto flotante para poder transportarme.

Con mi batido de vainilla en mano me dirigí hacia la puerta que daba al exterior. Tenía el estómago revuelto y no podía comer nada, las voces aún se seguían repitiendo en mi cabeza y tenía el mal presentimiento que si comía algo, lo vomitaría. Esperé a que me abriesen la puerta después de poner mis pies sobre la placa de identificación, después de unos segundos se abrió. Esperaba una moto flotante y un papel con un "Tenga cuidado" pero en cambio me encontré con la figura odiosa de Aiden apoyada en un coche negro flotante.

-¿Se puede saber qué narices hace aquí?- pregunté con odio. Alzó una ceja y a continuación sonrió con diversión.

-Siempre con respeto, Aurora- acomodé todo mi pelo en el hombro derecho. Tendría que cortármelo pronto, cada vez me molestaba más.

-Le hablaré con respeto cuando conteste a mi pregunta.

-El gobierno me explicó que necesitabas supervisión- lo miré como si no entendiese nada y él rodó los ojos-. ¿Crees que estoy aquí por gusto?- pusé mi mano derecha sobre mi corazón.

-¿Acaso me está rechazando, señor? Yo creía que le gustaba. Ah no, que tiene hasta prometida- me fulminó con la mirada y miró a todos lados. Seguí tomando mi batido con indiferencia, aún no iba ni por la mitad.

-No vas a entrar en mi coche con eso- señaló mi querido batido. Andé hacia el coche y abrí la puerta del copiloto, antes de que consiguiese sentarme me sacó del coche de un movimiento.

-¿Qué maldito problema hay? ¡No voy a tirarlo!- se apoyó en la puerta, prohibiéndome el paso. Se notaba que trabajaba su cuerpo día a día.

-Podemos estar así toda la tarde hasta que te lo bebas o lo tires, tú eliges- lo fulminé con la mirada y me di la vuelta para seguir bebiéndome el batido, por alguna extraña razón que me observasen mientras bebía o comía me resultaba muy incómodo y me era muy difícil contener la risa. Aunque con él no iba a ser un problema ya que su cara causaba de todo menos risa. Me volví a dar la vuelta después de unos cuantos sorbos, terminándolo. Cogió el batido y lo hizo desaparecer. Yo aún no sabía hacer uso de ese poder. Me guiñó un ojo y me abrió la puerta del copiloto, me adentré en él completamente cabreada. Rodeó el coche y se sentó en el asiento del piloto. Noté como nos elevábamos y avanzábamos.

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