Capítulo 9

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Un olor extraño se coló por mis fosas nasales. Olor al perfume de Johan. Me costó un poco abrir los ojos para saber que estaba en su habitación. Me había desmayado otra vez. Johan a mi derecha se removió incómodo. Estaba profundamente dormido, ¿qué hora es? Visualicé el reloj digital en la pared. 3:53 a.m. ¿Cuánto tiempo llevaba desmayada?  Aparté la sábana que nos rodeaba, el frío no me caló los huesos, por alguna razón mi cuerpo ya estaba congelado. Me sentía como si todo lo que había ocurrido fuese un sueño, y lo deseaba. Deseaba que mis padres siguiesen vivos. Mi cuerpo estaba en tensión todo el rato, como preparado para atacar en cualquier momento. Este sitio ya no era de fiar, algo peligroso estaba pasando fuera de esta cárcel y yo iba a averiguar qué era.

Busqué en mis pantalones la tarjeta de mi habitación. Me levanté de la cama con cuidado de no hacer ningún ruido que despertarse a Johan y a su compañero de habitación. Abrí la puerta con su tarjeta la cual estaba en la mesilla, rezando para que no hiciese demasiado ruido. Se escuchó el sonido de confirmación. Solté el aire de mis pulmones, volví a dejar la tarjeta en la mesilla y salí con prisa cerrando la puerta. Tenía que subir varias escaleras hasta llegar a mi habitación. Último pasillo... Si me encontraba un guardia tendría que explicar todo. Y si no se lo creía me metería en el rincón de pensar.

Justo cuando llegué al pasillo vi una sombra sentada en el suelo, con la espalda apoyada en la pared y mirando hacia algún lugar.

-¿Aurora?- Aiden susurró mi nombre con miedo a que lo escuchasen. Me armé de valentía y caminé hacia mi puerta. Me había abandonado en mi peor momento, le daba igual mi bienestar, seguramente no se había ni enterado de que me había desmayado. Mis ojos se llenaron de lágrimas de repente. No quería llorar más, era de débiles. Vi de reojo como Aiden se levantaba del suelo y caminaba hacia mí. Intenté buscar la tarjeta en mi bolsillo con rapidez. Vamos, vamos,aparece...

-¿Podemos hablar?- me preguntó susurrando. Seguí sin contestarle, cada vez más nerviosa por su cercanía y porque no encontraba la maldita tarjeta que supuestamente estaba en mi pantalón-. ¿De dónde vienes?- y ahí actúa su papel de guardia. Él estaba a mi lado, esperando una respuesta, mientras que yo no hacía nada más que intentar controlar las lágrimas y las ganas de matarlo. Al fin encontré la tarjeta y la saqué, justo en ese momento Aiden se posicionó en medio, prohibiéndome el paso. Lo fulminé con la mirada, y él me la devolvió-. Por última vez, ¿de dónde vienes?

-No te importa- apreté los dientes con rabia.

-No, no me importa, pero es mi trabajo- suspiré intentando no perder los estribos-. ¿Vienes de la habitación de algún chico?- sabía perfectamente que lo había dicho con doble sentido, acusándome de tener ganas de sexo aún cuando en ese mismo día mis padres habían muerto.

-Eres un ser despreciable- algo en sus ojos me dejó ver que mi comentario le había dolido. Me sonrió de lado, con dolor en los ojos-. Si tanto te interesa, sí, vengo de la habitación de Johan- él sabía que Johan era mi mejor amigo, pero aún así me fulminó con la mirada- Me desmayé- noté como su rostro se relajaba. Cerré los ojos, cada vez perdiendo más los estribos-. Ahora, por favor, ¿me puedes dejar entrar a mi habitación? Tengo sueño- negó con la cabeza rápidamente y entrelazó los brazo en su pecho.

-¿Te desmayaste?- asentí y rodé los ojos. Desvié la mirada. Su voz estaba empezando a sonar dulce y eso me asustaba. Me gustaba esa voz y también me provocaba repulsión. Tenía que crear una enorme barrera entre él y yo, pronto-. Mira, Aurora, siento mucho todo esto- clavé mi mirada en sus ojos.

-¿Por qué me sacaste de allí sin decirme nada?- me quedé sin voz al decir la última palabra y lágrimas acudieron a mis ojos otra vez. Él me quitó la posibilidad de poder salvar a mis padres.

-Lo siento...- esta vez fue él el que desvió la mirada. Las lágrimas empezaron a humedecer mis mejillas.

-Eres asqueroso...- me lancé hacia él queriendo matarlo. Se lo merecía. Se merecía todo lo peor en este mundo y más-. ¡Dime por qué me sacaste de allí!- Aiden agarró mis manos con fuerza, empecé a patear. Aunque tuviera más fuerza la rabia me invadía por dentro.

-¡Es lo único en lo que pude pensar!- dejé de patear. Me quedé observándolo hasta que liberó el agarre de mis muñecas. Mi cuerpo estaba a centímetros del suyo y su mirada ya no estaba en mis ojos. Apreté mi mandíbula con fuerza, cabreada. ¡¿Por qué no podía golpearle?!

-¿Bebé?- Aiden dio un respingo. La mujer con la cual supuestamente se iba a casar y a salir de este infierno estaba parada enfrente de su puerta. No la conocía y ya la odiaba-. ¿Algún problema?

-No- Aiden se separó de mí sin cuidado, empujándome hacia atrás y caminó hacia ella-. Solo le estaba preguntando qué hacía fuera a estas horas- sentí un pequeño pinchazo en mi corazón al que a estas alturas lo creía inexistente.

-¿Todo aclarado?- la guardiana alzó la ceja, sin creérselo del todo. Al menos la que iba a tener los problemas más graves no iba a ser yo.

-Por supuesto- los observé durante un par de segundos y pasé la tarjeta. Se escuchó el sonido de confirmación.

-Ya hablaremos Stark- negué con la cabeza, ahora resulta que me llamaba por mi apellido.

-Ajá- respondí y me metí en mi habitación. Cerré la puerta y las luces se encendieron. Rita estaba sentada en su cama, con las piernas cerradas, parecía que me estaba esperando.

OblivionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora