Capítulo 8

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Algo pasaba ahí fuera. Aiden me había dejado tirada a la entrada de aquella cárcel en cuanto entramos por la puerta. Realmente no sabía si no me movía por miedo o porque estaba en shock. Solo se escuchaban gritos alterados dentro y suponía que esa era una de las razones por las cuales me negaba a entrar allí. Mi mente me avisaba de que era mejor no me enterarse.

Unos minutos después la enorme puerta se abrió. Visualicé a Johan que miraba hacia todos los lados y a dos chicos más que desconocía. Todos estaban llorando. Mi cuerpo se tensó cuando la mirada de Johan se clavó en mi cuerpo y salió corriendo en mi dirección. Sentí como de un segundo a otro sus brazos me atraparon con necesidad. Posó una de sus manos en mi cabeza e inmediatamente imágenes acudieron a mi mente. Imágenes de la ciudad, de bombas, todo se volvía negro, la gente gritaba y corría. Mamá, papá... Abrí los ojos y me encontré con el rostro de Johan clavándome su mirada fijamente, temiendo a que me rompiese en cualquier momento. Sentí cómo mi mirada se nublaba y mis piernas flaqueaban, estuve a punto de caer de rodillas pero Johan me tenía bien agarrada de la cadera. Él también estaba a punto de romperse y yo lo sabía, pero estaba haciendo lo máximo posible para ayudarme a mantener la calma. Él sabía perfectamente lo que solía pasarme cuando perdía los estribos. Alguien tenía que ser el culpable de aquellas bombas que habían sido mandadas a la ciudad, y solo se me ocurría uno.

-¿Ha sido el gobierno?- le pregunté con un tono mortífero. Él se encogió de hombros pero a los segundos negó con la cabeza.

-No tendría ningún sentido- asentí y me refugié en su hombro, luchando por no llorar. Aiden me había traído aquí lo más rápido posible, así que él lo sabía. No había salvado a mis padres... No había querido decírmelo por lo mismo, sabía perfectamente que si me enterase de que una bomba iba a caer en la ciudad preferiría morir antes que mis padres se quedasen allí solos. Yo los había dejado morir. Aiden los había dejado de morir. El gobierno los había dejado morir. A ellos y a todas esas personas inocentes.

Johan me obligó a entrar, después de repetirme que no me descontrolase con mis poderes. Aunque ahora que mis padres habían muerto no tenía ningún sentido no usarlos, las consecuencias no afectarían a nadie más excepto a mí. A lo mejor si moría podría encontrarme con mis padres. ¿Sería el gobierno capaz de matarme ahora que tantas personas habían muerto? Por supuesto.

Ya no había nadie en los pasillos, seguramente les habían obligado a que se metiesen en sus dormitorios. Subimos todas las escaleras, Johan se había prestado voluntario a llevarme hacia mi dormitorio y no me había permitido negarme. Era raro que no hubiese nadie haciendo guardia. Ahora cada vez que no veía a la gente andando tranquilamente por los pasillos un sentimiento de dolor y preocupación se calaba en mis huesos por completo. Cada vez que las personas desaparecían, algo malo pasaba. Y al parecer yo siempre era la última en enterarme de las cosas horribles. Solo tenía ganas de llorar y ahogarme con mis propias lágrimas. Johan sabia que necesitaba estar sola, aunque eso no fuese posible con Rita de compañera. Problema, más problema, más problema. Yo era un problema. Todos éramos un problema en este mundo tan injusto.

Y si el gobierno no es el culpable, ¿quién más podría haber hecho tal catástrofe? Johan estaba en lo cierto, que el gobierno tirase una bomba, en este momento, no tenía ningún sentido. El gobierno necesitaba más beskermers y más protetgats de donde sacar dinero. No iba a servir de nada. Solo habían conseguido causar dolor y tristeza. Aún más de la que ya sentíamos al estar encerrados en esta mierda. Necesitaba buscar un culpable, no podía respirar, me dolía hasta el aliento, algo me apretaba en el pecho. Empecé a toser justo antes de entrar a mi habitación, necesitaba respirar.

-¿Aurora?- escuché como Johan me llamaba preocupado. Mi visión comenzaba a nublarse, solo podía escuchar como Johan pedía ayuda a gritos. Mi cuerpo no se dejaba controlar, me pesaban los párpados y de un momento a otro todo se volvió negro.

OblivionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora