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Ω W A K E   U P Ω

La luz que entraba por la ventana no fue lo que despertó a Hannah a la mañana siguiente, sino el ruido que estaba haciendo una enfermera en la misma habitación. Hannah abrió los ojos con lentitud, intentando adaptarse a la temprana claridad a la que estaba siendo expuesta. Cuando pudo ver con normalidad, se dio cuenta de que el escándalo se debía a que la enfermera estaba limpiando la sangre de la noche anterior.

Se estremeció. Por alguna razón había pensado que lo ocurrido la noche anterior había sido un sueño. Pero el charco de sangre en el suelo demostraba que fue real. Por lo tanto, la conversación con Steve había pasado realmente.

La enfermera se aclaró la garganta y Hannah se encontró con sus ojos. Esta le sonrió y después dirigió la mirada hacia el suelo de nuevo.

—¿Cómo te encuentras, cielo?

Hannah ladeó la cabeza para mirarla.

—Bastante mejor.

—Eso es bueno, significa que los medicamentos comienzan a hacer efecto —dijo convencida— ¿Este desastre pasó anoche?

Tan solo con haber escuchado la palabra "medicamento", las náuseas se aglomeraron en la garganta de Hannah.

Asintió.

La enfermera sonrió de medio lado y se incorporó para acomodarle la almohada. Al hacerlo, vio la camiseta doblada de Steve bajo esta y se dirigió a Hannah con una mirada inquisitiva.

—¿Y esto, cielo?

Siempre había sido buena mintiendo, por lo que tan solo tuvo que fingir vergüenza y con una voz muy dulce decir:

—Es de mi novio.

Fue suficiente para que la enfermera cambiara la expresión y sonriera con amplitud.

—¿Ha venido a verte?

—Todavía no —mintió—. Ayer le pedí a mi madre que me trajera algo de ropa de casa, nada más.

—Eso es algo tan tierno, querida —dijo ella—. ¿Quieres que la mande a lavar? Me da pena que esté manchada.

Hannah negó con rapidez, teniendo que respirar hondo varias veces después, para que su cabeza dejara de darle vueltas.

—¿No? —preguntó la enfermera— No puedes tenerla ahí llena de sangre seca, cielo.

—Si se lava dejará de oler a él —respondió Hannah con rapidez.

Eso no era mentira. Por muy raro que pareciera, el olor de Steve era lo que la había ayudado a conciliar el sueño. Y no solo eso. La mezcla de olores que desprendía la tela la había hecho sentir mejor. No se encontraba tan mareada, ni había vuelto a vomitar. Incluso el olor metálico de la enfermera no resultaba ser tan molesto en comparación con los días anteriores.

—¿Lleváis mucho tiempo juntos? —preguntó ella.

Hannah tuvo la sensación de que a aquella mujer le hubiera encantado acercar una silla a la cama y pasarse horas cotilleando sobre su vida amorosa. Sin embargo, la enfermera pareció acordarse de algo de pronto y se dirigió hacia la puerta.

—Tienes visita —dijo antes de salir.

La escuchó hablar con alguien en el pasillo.

¿Steve había vuelto a por ella tan pronto?

Respira, se reprendió a sí misma.

La puerta se abrió ligeramente y su madre se asomó a través del hueco que había dejado.

SilverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora