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Ω O N E O N T H E R O A D Ω

Hannah despertó en mitad de la penumbra con el poco familiar sonido de una caldera poniéndose en marcha. Lo único que podía distinguir, a duras penas, era la pared frente a ella. Incluso sin necesidad de girarse, supo que alguien la estaba mirando. Y de cerca. Sentía la presencia de otra persona casi pegada a su espalda. Tras comprobar que no había rastro alguno de mareos o náuseas, se armó de valor y dio la vuelta de un solo movimiento, pero para su sorpresa no había nadie allí.

Se extrañó. Juraría que había sentido la presencia de alguien más en la habitación, junto a ella. Le pareció incluso que era una mujer. Y por lo que pudo notar, resultaba agradable.

Buscó por la pared, palpándola a ciegas, hasta toparse con el interruptor de la luz. Al encenderlo tuvo que cerrar los ojos con fuerza ya que la luz le pareció demasiado potente. Supuso que se encontraba en la habitación del hostal del que había oído hablar a Steve con Lucas en el coche, pero allí no estaba Steve y eso la ponía realmente nerviosa. Se percató entonces de que una silla estaba pegada a la cama en la que ella se encontraba, justo a la altura de la cabeza, en la que había un plato de bacon, tortitas y huevos revueltos. Su estómago dio un vuelco al notar aquel aroma y Hannah se acercó aún más para poder fundirse con el inconfundible olor del bacon crujiente.

A medida que iba devorando el desayuno, se fijó en un pequeño post-it que estaba pegado en el respaldo de la silla. Se limpió las manos descuidadamente con el jersey que llevaba puesto y quitó el papelito amarillo de su lugar, leyéndolo en voz alta:


He tenido que salir, volveré pronto.

Eres libre de comerte todo lo que hay en el plato.

Si no he llegado y necesitas cualquier cosa llama a Lucas desde mi móvil, está junto a mis cosas en la otra cama.

No te fuerces demasiado.

STEVE


El feroz apetito que había sentido ni siquiera le había dejado percartarse de la existencia de algo que no fuera la comida, pero tras leer aquella nota volvió a ella aquel sentimiento de añoranza. Recorrió la habitación con la mirada y se detuvo en el montón que formaban las pertenencias de Steve. Dejando el plato de nuevo sobre la silla, y destapándose, salió de la cama.

El suelo le resultó realmente frío bajo sus pies. La piel de todo su cuerpo se erizó y Hannah tuvo que controlarse para no volver al cobijo de las sábanas. Las paredes estaban cubiertas por un horroroso estampado de flores que incluso parecía realmente rugoso y estropeado. Parecía como si aquel lugar no hubiera sido redecorado desde hacía décadas. Los muebles eran de madera oscura, y aunque tampoco había demasiados (una cama más aparte de la suya, una mesa redonda acompañada de otra silla y una encimera frente a su cama), Hannah sintió algo dentro de ella que la hizo alterarse. Parecían demasiados y daban un aspecto más pequeño a la habitación. Se sentía encerrada. Deslizó la yema de sus dedos con lentitud sobre el borde de la mesa y se asqueó al comprobar el polvo que se había adherido a ellos, mas lo dejó pasar.

Continuó investigando un poco más. Junto a la cama de Steve se encontraba su móvil, y al lado de este un bloc de post-its y un bolígrafo. Observó durante largo rato la cama deshecha de Steve, pero no fue hasta que se acerco que pudo divisar pequeñas agujas de pino y tierra. Frunció el ceño, confundida, y cogió una con cuidado, como si fuera a romperse.

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