Ω N I G H T H O W L S Ω
—¿No te olvidas de nada? ¿Algo que quieras?
Hannah negó. Sage le había traído todo lo que necesitaba: un par de mantas, una almohada de viaje, ropa para cambiarse, unas botas de montaña y una bufanda granate realmente bonita. No se esperaba que la mujer pudiera ser tan exacta con sus gustos, pero no había fallado en nada. Todo encajaba a la perfección con Hannah.
Steve murmuró algo que Hannah no fue capaz de oír, terminó de quitar la nieve del capó del coche y se introdujo dentro de este un segundo, poniendo la calefacción. Sage salió del hostal a los pocos segundos, tras haber pagado la estancia en este.
El dueño del establecimiento era un conocido de la manada, y en más de una ocasión les había proporcionado un lugar seguro donde resguardarse en la noche, por lo que les salió más barato que al resto de personas.
—Podemos irnos —anunció Sage. Se dio cuenta de que Hannah temblaba y frunció el ceño—. Te buscaremos una chaqueta más apropiada, cielo. ¿Te encuentras bien?
—La verdad es que sí —dijo Hannah sincera—. Comer me ha sentado bien. Y no sé por qué, pero ya no siento arcadas, ni mareos.
Sage le acarició la espalda antes de meterse en el coche y se puso el cinturón antes de soplarse las manos.
—Este maldito viento se te mete en los huesos.
—Hora de irse —coincidió Steve. Puso en marcha el coche, y aunque le molestaba el hecho de no poder ir en su furgoneta, el ronroneo del motor le resultó satisfactorio.
Habían decidido viajar en el Subaru de Sage para no llamar la atención. Ahora que sospechaban que les estaban siguiendo, debían ser más cuidadosos.
Habían pasado el resto de la mañana resolviendo las dudas de Hannah a cerca de los licántropos. La chica no había podido estar muy receptiva debido a su malestar, pero parecía interesada y abierta al tema, y eso alegraba a ambos lobos.
Al tomar una curva, Steve pensó que el coche se saldría de la carretera por culpa de la nieve. La capa que cubría el camino era alta y densa, mas no supuso problema alguno para el Subaru. Sage sonrió orgullosa cuando pasaron aquel tramo y golpeó el hombro de Steve juguetonamente.
—¿Ves? Te dije que esta maravilla podía con todo.
—Lo que tú digas —contestó Steve.
Estaba cansado y alterado al mismo tiempo. Su lobo se mantenía alerta en todo momento por miedo a que ocurriera algo que pudiera perjudicarles, y eso acababa por agotarle mentalmente. Además de provocarle unas inmensas ganas de transformarse y salir a correr libremente por el bosque.
De pronto Hannah sintió un extraño olor colarse en sus fosas nasales. Varias imágenes se aglomeraron en su mente, pasando tan rápido que fueron tan solo un borrón de colores. Impactada, se echó hacia atrás de golpe hundiéndose en el asiento y apretando el cojín entre sus manos con fuerza.
Sage, quien la había visto reaccionar, rió en voz baja.
—Tranquila —dijo—. Seguramente hayas olido la preocupación de Steve.
—¿Su preocupación?
Sage asintió con la cabeza, sin dejar de sonreír.
—Sí. El cachorrito está preocupado por el viaje y todo el coche apesta a eso. Y a tu propio miedo, todo hay que decirlo.
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Silver
Werewolf«Cada vez que la luna llegaba a su punto más alto, y brillaba, me sentía viva»