Capítulo 1: El comienzo...

48 3 0
                                    

Lo malo de creer que tienes el mundo a tus pies es que cuando todo da un giro inesperado, eres tú a quien todos pisotean. Sin embargo, a Dallas muy poco le importaba lo que los demás opinen de él, su altanería y soberbia emanaba por cada poro de su piel, se cargaba un ego impresionante más grande que la mismísima estatua de la libertad. Pero, ¿quién podía negarle algo? Era extremadamente guapo y galante, de una estatura considerable, medía un metro noventa para ser exactos, poseía una musculatura que difícilmente pasaba desapercibida. Parecía un Dios griego y él era consciente de ello, sus ojos avellana eran unos expertos en seducción además de que su sola presencia imponía más que cualquier otra persona. Una mandíbula marcada, cejas pobladas, labios carnosos, nariz respingada, era todo lo que adornaba su masculino rostro. Y qué decir de su cabello, hasta el propio ángel Gabriel sentiría envidia de sus dorados rizos.

Si bien tenía éxito con las chicas y los deportes, era un total fiasco en los estudios, cosa que le costó dos años perdidos los cuales tuvo que volver a cursar. Pero para él ya no significaba un problema, tan solo con una mirada de autoridad hacía que cualquiera, ya sean hombres o mujeres, hicieran lo que él quisiera. Aprovechando su encanto, dejaba que los malqueridos de su curso le hagan el favor de aprobar. Se podría decir que tenía a la preparatoria entera comiendo de la palma de su mano. Además que siempre lo alimentaban con halagos que no merecía, pero a él le encantaban de igual manera.

Como todo líder de manada de lobos, tenía a dos guardaespaldas carentes de cerebro a su completa disposición. Sus "disque" amigos tan solo se refugiaban en él para ser notados, Dallas sabía que ellos dependían de él, así que podía tratarlos como se le plazca.

Era comienzo del último año en la preparatoria, cosa que lo tenía sin cuidado. Era consciente de, como entró victorioso sin haber logrado nada saldría con las mejores calificaciones y con el título de semental del año. Claro, todo esto a costa de los demás que para él eran simples lacayos que debían limpiar el suelo con la lengua para que él pudiera pasar por encima.

Dallas nació en una cama de laureles de la cual aún no logra bajar, tampoco es que quisiera hacerlo. Sus padres le dieron de todo, cumpliendo uno a uno los caprichos que el niño tenía. La mejor vestimenta, los mejores regalos que alguien pudiera desear, todo esto para compensar el abandono en que lo tenían. Niñera tras niñera fueron las encargadas de el bienestar del pequeño, jamás recibió un "te amo" o una caricia de verdadero sentimiento por parte de sus progenitores. Ni bien cumplió la mayoría de edad le regalaron un lujoso departamento, un auto último modelo y sin miramientos, una gran cantidad de dinero para que él mismo decidiera sobre su futuro, una gran forma de deshacerse de su único retoño. Lo dejaron a su suerte, yéndose lejos a disfrutar de toda su fortuna con una preocupación menos. Tan solo hablaba con ellos en fechas exclusivamente importantes, cumpleaños o navidad, donde él aprovechaba al máximo en complacer sus deseos carnales, llevando a la cama a cualquier señorita que se le cruzaba por en frente y que no se resistían ante su tentador encanto.

Drogas, alcohol y sexo era lo que un adolescente de diecinueve años como Dallas necesitaba, su vida giraba en torno a esas tres cosas, jamás se enamoró y quizás nunca lo haría, tan solo le gustaba disfrutar del placer que la anatomía femenina le brindaba.

Un mujeriego de primera clase, además que tan solo recibía elogios por sus buenos atributos y su forma tan dominante y placentera de fornicar. Tal parece que el muchacho hacía delirar a cualquiera que pasaba por su lecho. Tan acostumbrado estaba a ser siempre el centro de atención y de poder que no midió su conducta, lastimando así a quien nunca debió haber hecho daño.

Si hablamos de niños prodigios, Frank, o como lo llamaban de cariño Franky, se llevaría el primer lugar. Un niño de tan solo diecisiete años que tanto su físico como mente era de alguien noble y tierno ante todos. Su humildad, sencillez e ingenuidad lo hacían el objeto perfecto para manipular. Carecía de carácter y eso le jugó una mala partida, siendo siempre el punto de humillación de muchos y muchas. El perfecto "muñequito de trapo" de toda la escuela.

Ya no aguanto más...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora