CAPITULO 1

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ARMAS DE INFLUENCIa


Un día me telefoneó una amiga que había abierto recientemente una tienda de joyería india en Arizona. Se sentía desorientada por un hecho muy curioso. Acababa de ocurrir algo sorprendente y pensó que yo, como psicólogo, podría encontrarle una explicación.

Era un asunto relacionado con cierta partida de joyas con turquesas que mi amiga había tenido dificultades para vender. Con la temporada turística en pleno auge, la tienda estaba siempre llena de clientes y, por otra parte, la calidad de las piezas era buena en relación con su precio. Sin embargo, no se vendían.

Mi amiga había probado algunos de los trucos habituales en el mundo comercial para darles salida. Intentó llamar la atención sobre ellas cambiándolas de sitio y las colocó en una vitrina mejor situada; no hubo suerte. Pidió incluso a su personal de ventas que insistiese mucho en esas piezas, pero tampoco tuvo éxito.

Finalmente, la noche antes de iniciar un viaje de compras, garabateó en una nota dirigida a su encargada de ventas:

«El precio de todo lo de esta vitrina, X 1/2». Tenía la esperanza de librarse así de las piezas, aunque fuera con pérdidas. A su regreso, pocos días más larde, no le sorprendió ver que todos esos artículos se habían vendido, pero sí le causó una fuerte impresión descubrir que, debido a que la empleada había leído «2» donde la nota decía «1/2», ¡toda la partida había vendido al doble de su precio original!

Fue entonces cuando me telefoneó. Yo creía saber lo que había ocurrido, pero le dije que para explicarle las cosas adecuadamente tenía que contarle primero una anécdota.

Es algo relacionado no conmigo, sino con el comportamiento de los pavos y, en definitiva, con la etología, ciencia relativamente nueva que estudia a los animales en su medio natural. Las pavas son muy maternales; se muestran cariñosas, vigilantes y protectoras.

Dedican buena parte de su tiempo a atender, calentar, limpiar y cobijar bajo sus alas a los polluelos; pero hay algo extraño en su método. Prácticamente todo este comportamiento maternal lo desencadena el piar de los pollos de pavo.

Otros rasgos distintivos de los polluelos, como su olor, su tacto o su aspecto, parecen desempeñar un papel secundario en este proceso. Si un pollo de pavo pía, su madre se ocupa de él; si no emite ese sonido, la pava no le presta atención e incluso, en algunos casos, lo mata.

La extrema confianza de las pavas en este sonido fue claramente ilustrada por el experto en comportamiento animal M.W. Fox (1974) en una descripción de un experimento en el que intervenían una pava y una mofeta disecada.

Para las pavas las mofetas son enemigos naturales cuya proximidad será recibida con rabiosos graznidos, picotazos y arañazos. Los autores del experimento comprobaron que incluso un ejemplar disecado de mofeta, arrastrado con una cuerda hasta la pava, era objeto por parte de ésta de un inmediato y furioso ataque.

En cambio, si en el interior de la mofeta disecada se colocaba un pequeño cássete con una grabación del piar característico de los pollos de pavo, la madre no sólo aceptaba la proximidad de la mofeta, sino que incluso la cobijaba bajo sus alas. Cuando se apagaba el cássete, la mofeta era de nuevo atacada con furia por la pava.


CLIC, BIZZ


En las circunstancias descritas la pava resulta sumamente ridícula: acoge a un enemigo natural simplemente porque pía y maltrata o incluso mata a uno de su polluelos porque no lo hace.

Actúa como un autómata, con el instinto maternal controlado exclusivamente por ese sonido. Los etólogos afirman que tal comportamiento no es en absoluto exclusivo de los pavos, pues han empezado a identificar pautas sistemáticas de acción puramente mecánicas en una amplia variedad de especies. 

Influencia , Ciencia y PracticaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora