INFLUENCIA INSTANTANEA CONSENTIMIENTO PRIMITIVO PARA UNA ERA AUTOMATICA
En la década de 1960 había un programa de televisión bastante conocido que presentaba un individuo llamado Joe Pine y se realizaba en California.
Era un programa de entrevistas caracterizado por el estilo incisivo y cáustico que mostraba el presentador con sus invitados, en su mayoría artistas dispuestos a llamar la atención a cualquier precio, aspirantes a celebridades y representantes de organizaciones políticas o sociales marginales.
La mordacidad de Joe Pine era el medio para conseguir que los invitados se enzarzaran en fuertes discusiones, hicieran confesiones embarazosas y, en general, quedaran en ridículo.
No era raro que Pine presentara a un entrevistado e inmediatamente se lanzara a un ataque furibundo de sus creencias, su talento o su aspecto. Algunos afirmaban que la acritud de Pine se debía, en parte, a que la amputación de una de sus piernas le había amargado para siempre; otros decían que era aficionado al insulto por temperamento.
Una noche participó como invitado en el programa el músico de rock Frank Zappa. En aquella época no era todavía muy frecuente el pelo largo en los chicos y resultaba polémico. Tan pronto como Zappa fue presentado se produjo el siguiente diálogo:
PINE. —Por su pelo largo, se podría pensar que es usted una chica.
ZAPPA. —Por su pata de palo, se podría pensar que es usted una mesa.
AUTOMATISMO PRIMITIVO
Aparte de contener una de mis humoradas favoritas, el diálogo entre Pine y Zappa ilustra un tema fundamental de este libro: cuando tomamos una decisión sobre alguien o sobre algo, muy a menudo no hacemos uso de toda la información pertinente de que disponemos.
Utilizamos, por el contrario, sólo una parte muy representativa del total. Aunque un elemento aislado de la información nos oriente, en general, de forma adecuada, es indudable que puede llevarnos a cometer errores estúpidos que, hábilmente aprovechados por alguien, en el mejor de los casos nos dejarán en ridículo.
Al mismo tiempo, a lo largo de este libro se ha presentado otro tema paralelo que contribuye a complicar el problema: a pesar de la proclividad a adoptar decisiones estúpidas que acompaña a la confianza en sólo uno de los elementos de información disponibles, el ritmo de la vida moderna nos exige utilizar a menudo ese atajo.
Recordemos cómo en el Capítulo 1 comparábamos dicho atajo con la respuesta automática propia de los animales inferiores, cuyos complejos modelos de comportamiento pueden desencadenarse con la presencia de un estímulo aislado: un piar característico, un tono de rojo en las plumas del pecho o una secuencia determinada de destellos de luz.
La razón por la que estos animales tienen que confiar a menudo en estímulos aislados como los mencionados es su limitada capacidad mental. Sus reducidos cerebros no pueden registrar y procesar toda la información importante que proporciona el entorno. Por tanto, estas especies han desarrollado una especial sensibilidad hacia determinados aspectos de la información.
Dado que los elementos de información seleccionados bastan para indicar en condiciones normales la respuesta correcta, el sistema suele ser muy eficiente:
Siempre que una pava oye el piar característico de los pollos de su especie, despliega el comportamiento maternal correspondiente de una forma mecánica que deja intacta gran parte de la limitada capacidad de su cerebro para hacer frente al resto de las situaciones y elecciones con que se encuentra.
Naturalmente, nosotros tenemos unos mecanismos cerebrales mucho más eficaces que los que poseen los pavos o cualquier otro animal. Nuestra capacidad para tener en cuenta una multitud de datos y tomar, en consonancia con ellos, una decisión acertada no tiene parangón.