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Le eché un polvo y la dejé. Así de simple, así de rápido.
Ella se enfadó y fue a contártelo todo al día siguiente. Me sentí culpable de las ojeras que adornaban tu cara, habías llorado hasta quedarte dormida. Te pedí perdón y te prometí que no pasaría más.

Querías perdonarme, porque tu amor por mí era más fuerte que el dolor.

Volviste a Creerme © (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora