EPÍLOGO

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Llamo a la puerta y espero a que Valeria abra. Pero en lugar de eso, es Erik quien me recibe.

—¿Qué quieres? —Me reta.

—Es lunes. Vengo a por mi hija.

—Entra.

Paso, mirándolo por encima del hombro y me dirijo a la cocina. Veo a mi hija encima de la encimera y a Valeria en un taburete colocándole un lazo azul perfectamente a juego con sus ojos en el pelo. Esos preciosos ojos idénticos a los de su madre...

Papiii... —Me llama y abre los brazos cuando me ve llegar.

—Si cariño, papi está aquí.

Valeria me saluda con una breve mirada y un movimiento de cabeza. Lleva su pelo dorado recogido en un moño encima de la cabeza y unas ojeras gigantes, no recordaba verla tan cansada.

—¿Estás bien? —Le pregunto.

—Sí, sólo que... El trabajo y Leah no me dan tiempo a descansar.

—¿Y tu novio para qué está aquí?

—¿Has venido a discutir o a por tu hija?

—No estoy discutiendo.

En ese justo momento, Erik entra a la cocina y Valeria no me responde, sino que le mira y le sonríe. Extraño cuando me sonreía así.

Después de nuestra ruptura, Erik intentó volver a ser el amigo que era antes, pero se me hace imposible perdonarle.

Sigo sin poder vivir con lo que le hice a Valeria, cada día me atormenta más, pero, con el tiempo lo estoy superando.

No diré que da igual mientras ella sea feliz, porque claramente no me da igual. Suena egoísta, pero sólo quiero que sea feliz conmigo.

Cuando Leah está lista, voy a por su carrito y la subo en él. Valeria me da el bolso con el biberón y el chupete de la niña y le da un beso de despedida.

—Hasta pronto cariño. —Le dice.

Adiós mami.

—Hasta el lunes, princesa. —Se despide Erik.

Adiós Edik...

Sonrió satisfecho de saber que no llamará papá a Erik y me voy.

Una vez en el aparcamiento, acomodo la sillita en el asiento trasero y abrocho a Leah.

—Qué guapa estás.

Guapa papi.

Si cariño.

Gracias a Valeria y a su consentimiento, tenemos custodia compartida. Cada uno se queda una semana con la pequeña, cosa que no es muy complicada ya que sólo vivimos a media hora en coche.

Recuerdo perfectamente cuando nació. Valeria se portó conmigo mucho mejor de lo que merecía.
Aunque ya no eramos nada, me dejó entrar al parto y cortar el cordón umbilical.
No hubo peleas, siempre tan pacífica... Cuando salió del hospital, elegimos juntos su nombre y no hizo falta ir a un juzgado a decidir dónde se quedaba la niña. Decidió que lo mejor para ella era que pasara el mismo tiempo con su madre que con su padre, y yo encantado.

Sé que debería haberme tratado peor, pero no lo hizo. Nunca permitió que Erik intentase ser su padre y trató de evitar cualquier enfrentamiento que pudiéramos tener.
Fue todo tan bien, tan fácil.

Sé que he cometido errores y la vida me los ha hecho pagar.
Pero quiero agradecer a la vida por darme un regalo que nunca he merecido pero que aún así tengo en el asiento de atrás. Mi hija Leah.

Volviste a Creerme © (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora