PROLOGO

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La irrompible carcasa, de el material más fuerte e intangible de el mundo se había creado con el propósito de ocultar su preocupación, ansiedad, estrés, locura, remordimiento, tristeza, la horrible mentira... ¡ah!, en fin, ¿que no estaría ocultando en estos momentos, Mr. Adams?

Se había ocultado bajo ella, para no ser reprendido, ni tomado de sorpresa. Esto es llamado mentira. Mr. Adams, sabía que la carcasa intangible creada a base de mentiras y trabajo, no iba a durar por mucho tiempo.

Existían varios métodos que la podían hacer añicos: la verdad... sangre pura... y una simple, pero tan energética falla.

Todo era factible, su vida tuvo un error: debió eliminar esos niveles factibles, que un día arrasarían con todo a su paso.

En ese momento su carcasa parecía desmoronarse.

El choque de sentimientos era brutal. Las lágrimas no salían, de suerte. Una parte de él lo obligaba a hacerlo, por el resultado que esta pensaba que era seguro; en cambio la otra le rogaba que no lo hiciera, ella tenía una vida por delante que un mínimo error podía hacer cenizas.

Conducía casi fuera de la realidad. Si te le acercabas podías darte cuenta que su rostro reflejaba ansiedad, preocupación, felicidad y hasta un poco de locura. Fijaba la vista constantemente al retrovisor, ¿en qué otra cosa podría fijar la vista? Se fijo en cada parte de su rostro: nariz perfecta, ojos azules, labios rosados, su hermosa tez francesa... Como resultado casi se sale de la vía, despertando así a la chica. Aprende la lección y toma el volante con fuerza. Como era de esperar la chica se empezó a quejar.

   —¡PAPÁ!

   —ha-ah dime...—volteó rápidamente para seguir mirando al frente.

   —¡¿Tengo que recordarte que debo llegar viva a casa!?-bufó.

   —No es para tanto.

   —¡¿No es para tanto?! ¡Conoce la realidad papa!, me preocupa en qué mundo vives...

   —¡ah, sí! ¡La realidad! la recuerdo, es esa en la que todo el mundo no sabe que es comerse una silla de dulce, ¡es muy aburrido!— Trato de contentarla.

   —Entonces, yo soy la infantil— dijo como bebe.

   —Debes entender que...—gira a la derecha hacia el camino sin asfalto. Ya estacionado cerca de la hacienda de su familia, sigue diciendo esta vez volteando la cabeza para su dirección—deja el celular...

   —¿Y si, mamá llama?—Lo interrumpe

   —¿Cuantas veces tengo que decirte que mamá no puede llamar a ninguna parte?

   —Mentira...—Murmuró.

   —Yo también la amo y...—La rubia exploto.

—¡Mentira! ¡Ella no tarda en venir, me lo prometió! y estaré preparada para cuando venga...en cualquier momento...

Esto era todo el tiempo, pero con los trucos de su padre, esa chica de nueve años se reponía de la perdida.

Su plan funcionaba, pero en él aun estaban aquellos bandos que peleaban entre sí, el premio de la razón. Pero, su mirada estaba puesta en su hermosa heredera; pensaba ¿cuánto ha de sufrir?, ¿cuánto ha de ganar con el regalo que le daría?... ¿cuánto habrá que perder para obtener? La chica estaba maravillada por la naturaleza que los rodeaba, cada fenómeno era extraordinario, al igual que, el camino imaginario que seguían.

Este camino se fue haciendo más corto. La chica abrió los ojos de golpe y se zafo del apretón que la mantenía a salvo. Antes de que llegara a la gran montaña de hojas secas, de otoño, su padre la freno de el brazo, se puso de cuclillas y la agarro fuertemente de los dos brazos.

Destino CodificadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora