Capítulo tres

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Julio 12

Llevaba una semana sin salir, solo lloraba y lloraba.

Los primeros días lloré sin control, el solo recordarlo me hacia querer llorar y llorar.

Al quinto día, no supe más de él, y las lágrimas salían poco.

A partir del sexto día al noveno Dayana vino a mi ayuda, me llevo a su casa, me dijo que ya no llorara más, que pronto se me pasaría (y tal vez tuvo razón).
Su madre solía preguntarme "estas bien cariño" "necesitas algo cariño" "las heridas sanan rápido, solo dale tiempo". Me repetía lo mismo, trataba de darme ánimos y yo se lo agradecía mucho. Aunque empezaba a sentirme incomoda, no quería dar molestias a lo que me decían que esta siempre sería mi casa. Que yo era parte de la familia.

Mi mente es tan traicionera que me hacía recordarlo a cada instante. A veces me pregunto ¿que ha pasado con él?, ¿me extrañará? ¿pensara en mi? Pero al instante me regaño a mi misma por pensar aquello tan descabellado.

Aquel día me había quedado sola en casa. Me senté en el sofá frente al gran televisor, cambiaba de canal una y otra vez, nada interesante que ver, así que deje en un canal al azar, donde transmitían una película de esas a blanco y negro.
Era una película algo interesante hasta que cerré mi ojos y empecé a quedarme dormida. Unos minutos después mi sueño fue interrumpido por un sonido, un timbre de teléfono para ser más especifica.
Mi teléfono vibraba y sonaba ese molesto tonito de llamada, lo tome entre mis manos sin ver quien llamaba.
—Hola.—conteste tratando que mi voz no sonará adormilada.
—Annie
Un escalofrío recorrió cada parte de mi cuerpo haciendo que despierte y me paralize al instante.
—Ho..la
—¿Cómo estas?—preguntó
—Yo...bien—fueron las únicas palabras que salieron de mi boca.
—Perdón.
—¿Por qué?
—Por todo. Se que fui un estúpido. Te dejé ir. A ti, la única que me ha hecho feliz, la única que me a apoyado en todo. Perdón, fue un gran error dejarte ir y yo te extraño.

Me congele, no supe que decir, en mi mente solo pensaba ¿me extraña?. Y un pequeño sollozo salio de mi boca.
—Por favor no llores Annie.
—No lo haré.
—Perdoname. Fui un completo idiota dejarte ir, yo te extraño mucho, mi vida ya no es lo mismo sin ti. Lo siento, en verdad lo lamento.
—Yo...
—¿Me extrañas?
—Si, si lo hago.
Pero antes de continuar con nuestra platica, la puerta se abre dejando ver a Dayana y Dylan, a lo que cuelgo de inmediato y escondo el teléfono.
—Vez te dije que estaba bien.
—Ya. ¿Cómo estas Annie?
—Yo...—Pienso en contarle lo sucedido hace un momento pero decido callar.—Bien.
—¿Qué hay de cenar?.—preguntó Dylan.
—¿Quieres cenar Annie?.
—No, gracias. Me iré a dormir.
Corrí escaleras arriba antes de ser interrogada por Dayana. Al llegar ahora mi habitación que comparto con Dayana una pequeña resbaló por mi mejilla al recordar lo que sucedió unos minutos atrás.

Los siguientes días trataba de no pensar en lo que había pasado.
Era domingo, decidí contarle a Dayana lo de la llamada, por un momento me comprendió pero después se mostró molesta y me dijo:
—Los hombres siempre mienten, nunca dicen la verdad.

Entre Lágrimas Y PesadillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora