Capítulo 30

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Redd no ha cesado de caminar por las calles desiertas y oscuras. A Connor le sorprende que la chica no sienta miedo alguno de caminar por ahí, absolutamente sola y siendo blanco fácil de pervertidos.

El atardacer ya ha caído sobre la ciudad y Redd aún no deja de caminar. La incertidumbre incrementa en el sistema de Connor de manera impresionante, a medida que la caminata se vuelve más extenuante.

La espalda de la chica se ve encorvada desde su punto de vista, pero en realidad, solo intenta esconder su mentón en la bufanda que se enrolla en su cuello.

Los pasos, entonces, luego de un par de metros caminados, se vuelven lentos, perezosos y hasta preventivos por su parte. Connor se percata de las sospechas de la chica, y se alcanza a esconder antes de que esta se gire por completo.

Espera unos segundos allí, sin oír sus  pasos proseguir el camino. Su respiración se volvió irregular debido al ligero temor de ser descubierto. Connor está atento a los movimientos de la pelirroja, a pesar de no poder verla, escucha cada uno de sus movimientos.

Sabe que esta quieta, seguramente con el ceño fruncido y algo asustada, después de todo, está oscureciendo y va caminando sola por una calle desierta. Escucha sus pasos nuevamente caminar, y espera un par de segundos antes de salir de su escondite tras un poste de luz, y la sigue.

En el aire se huele la humedad, probablemente lloverá. La chica continúa caminando, ahora, aferrando sus brazos a sí misma, mientras que en el cielo las nubes comienza a formarse, todas llenas de lluvia.

Una gota cae en la frente de Connor, haciéndolo sobresaltar durante un instante. Continúa caminando, y un par de pasos mas allá una nueva gota cae en su mejilla. Alza la mirada al cielo, y cuando la vuelve al frente, el cuerpo de Redd ha detenido su aparatoso andar.

Se detiene de golpe, sorprendido, observando cómo la chica alza la mirada hasta que su cabeza queda completamente hacia el cielo, y contempla las nubes.

— Sé que me estás siguiendo, Connor— dice de pronto, alzando la voz para que el chico la pueda oír.

Connor enmudece, sorprendido y decepcionado a la vez, mirando a la chica que no quita la vista del cielo. Las gotas de lluvia cada vez son más potentes, más densas y repetitivas. Y ni se percata cuando la lluvia lo baña por completo.

— ¿Por qué haces esto?

— ¿Hacer qué?— pregunta Connor de vuelta.

La chica gira sobre su eje para poder mirarlo de frente. La lluvia ya ha mojado gran parte de su cabello, que se le pegó a la cabeza. No puede abrir sus ojos con normalidad debido a las gotas de lluvia que caen sobre su rostro, pero aún así, se empeña por hacerlo con el ceño fruncido.

—¿Por qué, Connor?

— ¿Y tú? — pregunta él. La chica se desconcierta ante su repentina pregunta. — ¿Por qué actúas de esta manera?

Ella tensa su mandíbula, movimiento que Connor no alcanza a captar. Sus ojos se cristalizan y sus manos comienzan a temblar, mientras Connor siente una impaciencia impactante: quiere escuchar su respuesta.

El silencio incrementa entre ambos, solo oyendo la lluvia torrencial que cae sobre la ciudad. Los techos, los autos, hasta ellos mismos, todo parece incrementar el sonido de la lluvia al caer contra la superficie.

— ¿En serio crees que no lo sé?— pregunta ella retóricamente.

— ¿Qué cosa?

Ella ríe irónica y dolida, desvía su mirada mordiendo su labio inferior, y espera unos segundos antes de contestar absorta en sus enfurecidas emociones—: Que estas conmigo porque me parezco a ella. Que en realidad, como siempre sospeché, no puedes dejar de pensar en ella.

CONNORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora