Capítulo 40

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            Connor ve las lágrimas caer despavoridas por sus mejillas, a medida que relata la forma en la que lo descubrió todo. Le habla también de cómo el hombre intentó disculparse, y mantenerla junto a él a la fuerza. Incluso le dijo lo arrepentida que estaba, de haberlo echado de su propia casa, de lo equivocada que estaba.

— Fui muy tonta, hijo— dice arrepentida.

De pronto, los pasos externos de alguien caminando en su dirección los alerta. Su madre se limpia el rostro rápidamente e inhala profundamente, intentando encontrar calma en su sistema. Rose detiene sus pasos en medio del camino al percatarse de la presencia de la mujer.

— Buen día— dice algo alterada. Su madre gira medio cuerpo para poder verla, y luego dirige una extraña mirada hacia Connor.

— Buen día— responde de la misma manera.

— Connor, ¿puedo usar tu ducha? — pregunta con algo de timidez.

— Si, descuida— responde él, con la voz más ronca.

La mujer mueve su cabeza en un asentimiento y se encanina hacia el baño. La madre mira fijamente a su hijo, y no habla hasta que Rose está dentro del cuarto y fuera de su campo de visión.

— Hijo... no me digas que tú y ella...— dice algo exaltada, sin embargo, los gemelos la interrumpen, corriendo hasta Connor despavoridos y gritoneándose entre sí.

La mujer no puede creer lo que está viendo. Su rostro se ha vuelto más pálido, y su cuerpo se encuentra completamente tenso observando la escena. Los niños se acusan mutuamente de algo que no se logra comprender, mientras a Connor no le queda de otra que mirarlos en silencio.

— ¿Son tus niños? — pregunta la mujer asustada.

Connor la mira con el ceño fruncido, e inmediatamente niega con la cabeza sonriendo de manera nerviosa.

— No.... ellos son hermanos de Redd, no creo que la conozcas. —Comenta en voz baja, haciendo que el tenso cuerpo de ella se relaje significativamente.

— ¿Quién es Redd? — le pregunta.

Connor la mira unos segundos, sin embargo, antes de que pueda contestar, uno de los pequeños llama su atención y lo obliga a callar.

— Él lo rompió— dice apuntando al otro, que grita que no es así.

— ¿Qué rompió? — pregunta exaltado. Los niños se bajan de sus piernas y lo guían hasta su habitación, donde un montón de vidrios están esparcidos por la alfombra.

Les ordena que no ingresen, ya que pueden salir lastimados con algún trozo de vidrio. Entonces examina la habitación, y ve aquello que pudieron haber roto. No fue más que un cenicero, que Jason le regaló a modo de burla. Gira sus ojos al cielo y vuelve sus pasos hasta la cocina, donde busca algo para limpiar el desastre.

Los niños continúan asustados por la travesura cometida, por lo que Connor debe calmarlos y decirles que no fue nada; pero que, sin embargo, si continúan rompiendo cosas, lo próximo que se romperá serán sus cráneos. Su madre lo mira reprochablemente, a lo que él solo se encoge de hombros.

Alguien llama a la puerta, sin permitirle limpiar totalmente. Se levanta del suelo, y dejando la pala de lado, camina hacia ella. Al abrir, su cuerpo completo se tensa, y sus manos se vuelven automáticamente unos puños. Intenta cerrar la puerta de golpe, pero él pone un pie en medio, lo cual evita su cierre.

— Hijo, tanto tiempo sin verte— dice él. Su padre.

— ¿Qué mierdas haces acá? — pregunta con la mandíbula tensa.

CONNORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora