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Cuando el mundo está dispuesto a hacer que tu día sea una completa mierda, no se detiene hasta lograrlo. Acabo de comprobarlo.

Tomo mi mochila con fuerza mientras intento que el viento no la separe de mi; las gotas de lluvia me han empapado.

El tiempo aquí me hace doler la cabeza. Un día tienes un perfecto sol, y al otro, justo como hoy, parece que el cielo se caerá.

Y para sumar más desgracias, escucho como suena la campana a lo lejos.

Joder.

Corro los últimos metros e ingreso a la escuela, que me recibe como... Más o menos todos los días: horrible. Las personas por aquí no me saludan, no me miran, no me respiran cerca. ¿Tendré algún letrero que diga no te acerques?

Los últimos alumnos que ingresan a las aulas me hacen saber que he llegado muy tarde. Las puertas se han cerrado.

Troto hasta el aula veintiséis y golpeo la puerta. Por supuesto, la señora Thompson mira sobre sus lentes la gran ventana sobre la puerta y niega en mi dirección.

Si, demasiado tarde.

Me siento en los bancos fuera del gran salón y saco mi cuaderno. Tengo una hora para hacer lo que quiera; y decido escribir.

Las palabras vienen a mi rápidamente, como si las supiera de memoria. Y todas, absolutamente todas, tienen que ver con Harry.

Mi mejor amigo.

Bueno, prácticamente es mi ex mejor amigo, pero me he acostumbrado. Ya sabes, no puedes tapar trece años de amistad en tan sólo dos meses.

Trece putos años.

Le he regalado a ese bastardo trece años de mi vida. Y aunque suene increíble, fueron los mejores.

Si, el bastardo rompecorazones de mejore amigas es genial. O más bien, lo era. Solíamos pasar todos los días del año juntos. Jugábamos, estudiábamos, cantábamos, todos esos verbos que terminan en abamos. Porque ya no lo hacemos.

¡Por supuesto que no lo hacemos!

¿Por qué?

¿Te estas preguntando por qué?

¡No lo se!

Un día dejó de hablarme y se mantuvo en silencio durante dos meses. ¡Y todavía no habla! ¿Y lo peor de todo?

Estoy ridículamente enamorada de él.

Hubiese sido genial que ese día me dejara decirle que estaba enamorada de él. Pero no, el me dijo un frío y seco que bien. No le importaba. No le interesaba absolutamente nada.

Quería deshacerse de mi y lo consiguió. Quería correr a los brazos de la estúpida Tess Wings. Sino, ¿que otra razón tenía?

Yo curé sus heridas y sequé sus putas lágrimas durante sus fracasadas relaciones amorosas.

Obtuvo todo lo que quiso de mi. Incluso mi primer beso.

Estábamos en tu casa, mirando una película, como de costumbre. Ambos nos sabíamos los diálogos e imitábamos las escenas. Era bastante divertido.

Teníamos once años.

Te observé mientras mirabas una escena bastante particular en donde los protagonistas se besaban. Estabas rojo. Volteaste en mi dirección, y miraste mis labios.

-¿Y si imitamos esa escena? -me preguntaste.

Y te hubiese dicho que si a todo.

Asentí en tu dirección y te acercaste muy lentamente, hasta que tus labios tocaron los mios. Los movimos débilmente, como si pensáramos que lastimaríamos al otro con algún movimiento brusco.

Además éramos dos inexpertos.

Éramos dos niños.

Pero ahí mi corazón estaba sano.

Cuando nos separamos, me regalaste una preciosa sonrisa, y también te sonreí. Seguimos mirando la película como si nada.

Esa noche me dormí pensando en ese beso.

El timbre suena, salvándome de mis propios y tortuosos pensamientos. Apoyo mi cuaderno en el banco mientras reviso mi mochila. Debo llegar rápido a la clase de historia y si no quiero una suspensión, necesito apurarme.

-Esa mochila está pidiendo a gritos que dejes de lastimarla -levanto la cabeza y veo a Louis. Sonrío.

-Estaba buscando mi libro de historia, parece que está en mi casillero. ¿Cuanto tiempo tengo? -le pregunto.

-Exactamente... Cuatro minutos con quince segundos, ¡Corre, Liz!

Cierro mi mochila y rápidamente corro hasta mi casillero. Louis me sigue el pequeño trote hasta que llegamos y tomo mi libro. Debo presentarme más a educación física; soy pésima en los deportes pero me he cansado y sólo he corrido dos minutos.

-Tuviste toda una hora para tomar tu libro y esperaste hasta último momento. ¿Eres tonta? -se burla cuando ya hemos ingresado al salón. El profesor entra, cierra la puerta y prepara sus cosas para empezar.

-Es que estaba escribiendo -me excuso, y levanto mi mano enseñándole mi... -¡¿Donde está mi cuaderno?! -grito, asustada hasta la mierda, mientras miro horrorizada mi mano vacía.

-Señorita, su cuaderno seguramente está en su mochila. Calmese -se burla el profesor, y todos se ríen de mi.

Siento que el alma se me cae a los pies cuando noto que no esta en mi mochila como supuso el imbécil que esta en frente de toda la clase.

-Calmate Liz, seguro lo has dejado en tu casillero -me dice Louis, intentando tranquilizarme.

-¡No lo he dejado en el puto casillero! -murmuro, y comienzo a desesperarme -. Yo estaba sentada en el banco escribiendo, afuera del salón de política... ¡El banco! ¡El maldito banco!

Entro en pánico.

Cualquiera puede tomarlo y leer todo...

¡No, no, no!

¡Me va a dar un jodido infarto!

La puerta se abre de golpe, y cuando observo quién es el responsable, mi corazón se estruja.

El profesor le dice que no puede entrar y él le explica que tuvo que ir a dirección.

Camina hasta su asiento y en todo el trayecto no deja de mirarme ni un segundo. Frunzo el ceño y palidezco cuando noto que lleva mi cuaderno en una de sus manos.

Si, el mundo se ha empeñado en hacer que mi día sea una completa mierda.

Moments || h.sWhere stories live. Discover now