La revelación del León, Duodécimo cuento

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La niña siguió las explicaciones de su joven instructor y moviendo elegantemente sus manos hizo surgir fuego, lo controló dificultosamente formando una bola, pero los verdaderos problemas llegaron cuando intentó lanzarlo.

Un jovencito rubio pasó cerca de ella y se distrajo, como cada vez que él se acercaba, entonces la bola de fuego salió en una dirección diferente a la prevista, directo hacia un niño pequeño que la contemplaba.

Tres personas reaccionaron al mismo tiempo. Nía quien era la causante de aquel desastre, intentó cambiar el rumbo del fuego, Jace quien era su entrenador creó un escudo en torno a Dylan y lo mismo hizo Bladian que acababa de llegar justo a tiempo para ver lo sucedido.

La acción conjunta de los tres logró que el pequeño, hermano menor de Nía, saliera ileso pero eso no libró a la chica del enfado de su madre.

-¡Elanía Blackdalion que crees que estás haciendo! – exclamó la mujer con dureza dirigiéndose a ella después de haber alzado al niño del suelo.

-Mamá...- trato de disculparse la niña

-Pudiste lastimar a tu hermano con tu descuido .

-Bladian , ella no lo hizo a propósito – la interrumpió Jace saliendo en defensa de su amiga.

-No intervengas Jace. Nía tienes un don muy poderoso y eso exige responsabilidad, si no puedes dominarlo entonces sólo harás daño con él. Tendrás que aprender a controlarlo y no quiero que tu hermano esté cerca durante las prácticas, ni siquiera creo seguro que Jace esté cerca

-Yo soy su entrenador, soy responsable por esto.

-No. Ella es responsable y nadie más – expresó mirando a su hija con frialdad y por primera vez Nía vio la censura en los ojos oscuros de su madre y supo cuan temible podía llegar a ser Bladian Likaios, Señora de Dalalbión.

-No volverá a suceder – dijo Elanía con firmeza y sólo Jace que las contemplaba a ambas pudo ver el asombroso parecido entre las dos. Aunque los ojos de Nía eran azules como los de su padre, mostraban la misma decisión que los de Dian.

-Eso espero - aseveró la mujer y se retiró llevándose a su hijo pequeño quien en un saludo final le dedicó una gran sonrisa a su hermana para darle confianza.

-Bueno, definitivamente eso no resultó como lo planeamos – dijo Jace con una sonrisa sesgada tratando de aliviar el clima.

-Nunca podré manejar el fuego - se lamentó la niña.

-Creo que no lo harás si Gideon está cerca – observó agudamente él mientras la niña se ruborizaba intensamente.

Desde el día que Gideon había llegado a Dalalbión con su familia, tres años antes, Nía se había deslumbrado con él, pero era sumamente tímida en su presencia y generalmente si el jovencito rubio andaba cerca ella se volvía torpe. Este hecho empeoraba por la actitud de sus primos de hacérselo notar, mala costumbre que Jace estaba tomando últimamente para hacerla enfadar.

Bladian había sentido un miedo atroz al ver el fallo de su hija, un miedo que no sentía desde hacía mucho tiempo.

Todavía se sentía inquieta cuando llegó a su hogar y se quedó observando por la ventana mientras imágenes del pasado se agolpaban en su mente.

Un hombre alto, de cabello oscuro, ojos azules y aura serena se le acercó, hasta rodearla con sus brazos.

-¿Qué te pasa amor? – preguntó Ennis notando la agitación de su esposa, cuando la mujer levantó la mirada leyó la confusión que había en ella.

-Fui muy brusca con Nía...pero...ella perdió en control mientras invocaba el fuego.

-No tienes que temer Dian, ella controla su poder, es sólo que está aprendiendo..hay que darle tiempo- dijo Ennis estrechándola contra su pecho. Comprendía muy bien el malestar de su esposa, de alguna forma los hijos reavivaban los miedos que creían sepultados. Cuando habían creído olvidar sus dilemas acerca del don, los fantasmas volvían y cobraban la forma de inseguridad por sus hijos. Sabía que Dian se había ofuscado porque temía que el don de Elanía se volviera contra ella para dañarla, por eso ansiaba que su hija ejerciera un mayor dominio sobre sus poderes.

Saga BlackdalionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora