El secreto del león, décimo primer cuento

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El grupo de viajeros llegó hasta la primer muralla y los cuatro jóvenes levantaron la vista en gesto de admiración.

Aquel lugar estaba relacionado con la historia familiar, los jóvenes miembros de la familia Blackdalion recordaban las historias en las que su abuelo encerraba a la intempestiva Elady en la habitación de la torre y recordaban también como la, por entonces, muchacha se había escabullido hábilmente para ir a socorrer a su agonizante marido. Habían escuchado aquella historia miles de veces en su infancia y ahora una vez más los caminos de la vida los traían a la ciudad más protegida del reino , la amurallada Winterday.

Dos de los jóvenes aquietaron la marcha de sus caballos, el hombre de ojos glaucos se acercó al otro que era casi un reflejo de sí mismo.

-No sé que hacemos aquí– protestó Conrad apenas traspasaron los muros exteriores

-Deja de quejarte – le contestó Lysander – Kyrian y Lombard tenían que venir en visita protocolar y aceptamos acompañarlos

-No somos bienvenidos aquí – insistió sombrío el joven

-¿Crees que no lo sé?, pero Kyrian tenía que venir y no me importa si es princesa o si Lombard la protege con su vida, no la íbamos a dejar o ¿ hubieses preferido que dejáramos a nuestra hermanita venir sola ..?

-No y por eso estoy aquí

-Entonces cambia la cara o vas a empeorar las cosas. – sugirió a su mellizo

-No lo entiendo –comentó Aly que había escuchado parte de la conversación y se había acercado a ellos – creí que los Blackdalion y la gente de Winterday eran aliados.

-Oh sí, pero los Likaios son otra cosa , no quieren a los magos aquí...- respondió Lysander

-Si el abuelo te escucha...- lo censuró Conrad en voz baja

-Pero fue tu padre quien detuvo al asesino. – dijo Aly a su esposo

- Sí, pero supongo que eso no apaleó el dolor de que fuese alguien con el don quien le quitara la vida a su primogénito - aclaró Lysander y Conrad se mantuvo en silencio.

- Es injusto – protesto Aly.

-La vida no es siempre justa pelirroja , y no siempre somos juzgados por nuestros propios crímenes, muchas veces nos castigan por los errores ajenos- comentó Conrad y Aly no pudo evitar percibir la frialdad que desprendía la voz y los ojos de su cuñado.

Luego quedaron en silencio desbordados por la visión del Castillo y sus fabulosas torres.

Recorrieron el camino hasta que llegó una escolta a recibirlos y dio la sensación de que el fortificado lugar se tragaba a las pequeñas figuras que ingresaban por la pasarela, casi como si fueran las fauces de un gran animal cerniéndose sobre desprevenidas víctimas.

Los mellizos avanzaron recelosos e intentaron pasar desapercibidos, dejando que Lombard se hiciera cargo de todo. Por suerte Kyrian no había escuchado nada de su conversación anterior , así que su única preocupación era que le asignaran la habitación de la Torre, aquella de la que su abuela había escapado años atrás.

Si el recibimiento de los Señores de Winterday fue algo frío nadie pareció notarlo, sólo Conrad permanecía en estado de alerta y sus ojos claros parecían querer penetrar más allá de lo visible.

El joven Likaios fue amable con sus anfitriones y con los demás invitados de Winterday , sin embargo su apariencia era la de un león encerrado. Era tal la incomodidad que Conrad transmitía con su cuerpo que finalmente Lombard, tan perspicaz como siempre, le sugirió que diera un paseo junto a los demás mientras él trataba con el Señor de Winterday.

Saga BlackdalionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora