Capítulo II
― ¡Y esta es su cabeza!― dijo el médico mientras movía un aparato sobre su abdomen.
Kagome miraba el monitor enfrente de ella con ojos nublados debido a que estaba tratando de retener algunas lágrimas que amenazaban con salir. Era la tercera vez que veía aquellas imágenes de su bebé, la primera vez que lo había visto había sido solo un punto borroso en la pantalla la cual increíblemente hubiera creído que era un bebé. Al comienzo del embarazo había tenido náuseas y mareos matutinos, los primeros síntomas de que su cuerpo estaba cambiando. Aún tenía un poco de malestares en las mañanas, pero pensar que tenía un bebé creciendo felizmente dentro de su vientre era algo irreal.
Pero ahora a los cuatro meses de embarazo, podía apreciarlo claramente. Tenía una pequeña y respingada nariz, una diminuta boca que en esos momentos estaba abriendo y cerrando. Mientras movía sus brazos.
Su bebé.
No.
El bebé de Sesshoumaru.
Sintió como sus mejillas se humedecieron, dándose cuenta de que había fracasado en el momento de reprimir sus lágrimas. Debía de entender que aquel solo sería su trabajo por un par de meses y luego su vida regresaría a la normalidad. Terminaría sus estudios una vez que todo hubiera terminado. Cuando el bebé hubiera nacido y hubiera sido entregado a su padre.
―Tomare algunas imágenes para que las pueda conservar― pronunció el medico haciéndola sacar de sus pensamientos.
Cuando todo había terminado, limpio con una toalla de papel aquel gel que el medico había puesto sobre su vientre el médico. Bajo de la camilla para dirigirse a vestir.
―Todo está creciendo con normalidad, dentro de poco tendrá un pequeño niño fuerte y sano.― terminó de decir mientras que le ofrecía un pequeño sobre.
Kagome lo tomó viendo que eran las fotos del ultrasonido, no pudo evitar mirarlas fijamente. Eran simplemente fascinantes.
Salió del hospital con una bolsa llena de vitaminas prenatales. Desde que había quedado embarazada, lo único en lo que podía ocuparse era en aquel bebé. Kagome tenía claro que lo a Sesshoumaru solo se preocupaba que atendiera las necesidades de su hijo. A pesar de que no había vuelto a verlo, él estaba pendiente de cualquier movimiento que realizaba, Tenía una dieta estricta, basada prácticamente en comida orgánica. Cada semana el abogado de Sesshoumaru le transfería los recursos necesarios para que ella comprara los alimentos para nutrir al pequeño.
Y a pesar de todo, ella también quería que su hijo naciera sano.
Llegó a su casa, si es que se le podía llamar así. Aquel departamento era el lugar temporal que se le había asignado. Dirigió una pequeña mirada a entrar y encender la luz, los colores del lugar se encontraban perfectamente balanceados, transmitiendo un sentimiento de calidez. Tenía muebles nuevos y aparatos electrónicos de última generación. Nada parecido a aquel pequeño choza en la cual había vivido con su madre. Un departamento bastante espacioso para una sola persona.
El vivir sola no era nada nuevo. Llevaba sola casi toda su vida.
Se dirigió a la cocina después de dejar su bolso en el sofá, abrió el refrigerador y se sirvió un vaso de leche. A pesar de que no le agradaba el sabor de esta, se obligó a tomarla por el bien del bebé.
―Esto es para ti, así que disfrútalo― pronunció mientras frotaba suavemente su vientre. Apenas había una pequeña curva, casi imperceptible.
Se fue con el vaso todavía en sus manos al sofá, se inclinó para colocándolo en la pequeña mesa enfrente del sofá, mientras que tomaba el libro que había dejado en la mañana en ella, se recostó mientras que comenzaba a leer. Otra de las condiciones de aquel contrato era que tuviera un embarazo de lo más relajado posible. Por lo que había tenido de interrumpir sus estudios debido al embarazo. Kagome estaba de acuerdo, pero no había tenido otra opción. Pero a pesar de eso estudiaba en cada momento que podía, para no atrasarse cuando volviera a su anterior vida.
Su anterior vida...recordó. Volvería a su casa, volvería a tratar de mejorar su vida, estudiando y trabajar al mismo tiempo. Y pretender ser alguien y olvidarse de aquella amarga experiencia que estaba pasando.
Después de que su madre muriera cuando ella solo tenía diecisiete años, se había acostumbrado a vivir sola y valerse de lo que pudiera conseguir. Desde que tenía recuerdos su padre había sido un jugador, no le había importado no darle nada a su familia. Siempre gastaba lo que ganaba. Lo único que había dejado era una vieja casa de madera, la cual los pisos se encontraban sueltos y el techo agujerado. Y una pequeña cuenta para los estudios de su hija.
Hacía cuatro meses que no sabía nada de su padre. La ultimas vez que lo había visto era cuando le había dado el dinero que le habían pagada al comenzar aquel trato. Le dio la gracias por sacarlo de aquel aprieto y se había ido.
Así era su padre. Solamente preocupado por sí mismo y nunca por su hija.
Tomo apresuradamente su bolso cuando su teléfono móvil comenzó a vibrar de pronto. Tenía un mensaje de Sango, en donde le enviaba una foto de su pequeño bebé. Desde que había la había conocido, se habían hecho grandes amigas a pesar de que ella no le había contado detalles de su embarazo. Kagome miró detalladamente al ver a aquella pequeña cosita con cabello castaño. No pudo evitar pensar si su hijo ¿tendría también el cabello como ella? ¿Sus ojos serian castaños o se parecerían a los de su padre? Sacudió frenéticamente la cabeza tratando de despojarse de aquellos pensamientos. No podía permitirse pensar en ello. No debía. Le habían pagado para ser solamente la madre de alquiler de aquel bebé.
Pero aun así dentro de ella esperaba que le pudieran dejar ver aunque sea por unos instantes a su hijo. Y después de eso ¿Qué? A pesar de que un día se casara y tuviera hijos ¿Se podría olvidar de que había un niño con su misma sangre rondando por el mundo?
Kagome abrió son sorpresa sus ojos, cuando sintió algo muy parecido a un aleteo de una mariposa en su vientre.
No lo podía creer.
Llevó ambas manos a su estómago y... ¡ahí estaba otra vez!
No pudo evitar sonreír, había sido solo un pequeño golpe pero firme. Acaricio su vientre tratando de calmar al ser que crecía en su interior, lo que pareció tener éxito. Su hijo se hacía presente, dándose cuenta de que no estaba completamente sola.
..
..
..
..
Era más de media noche; pero a pesar de ello, la ciudad se encontraba iluminada por un gran número de luces. Las personas caminaban tranquilamente por las calles, disfrutando de Tokio. Pero a pesar de eso, en uno de los edificios más altos del lugar, se encontraba Seshoumaru trabajando frente a su ordenador. Todas las personas del edificio se habían ido desde hacía varias horas, pero él se había quedado a revisar los planos del siguiente edificio que construiría su empresa.
Suspiro agotado, reclinándose en su asiento de cuero negro. Los incompetentes de sus trabajadores no comprendían la importancia de trabajar en su empresa, para Sesshoumaru no había cosas a la mitad. Los edificios que construía con su sello eran inmejorables.
Miro una vez más los planos. Estaban acabados. Y se dispuso a apagar su ordenador, cuando de pronto vio un mensaje en su correo, lo abrió y ahí estaban.
Las imágenes de su hijo.
Tuvo que observar con cuidado para verlo, esta vez se podía apreciar las imágenes con más claridad. Se podía ver su cara así como su cuerpo entero. Cinco dedos en cada mano y pie. En curvo los labios en una breve sonrisa.
Cada vez faltaba menos para conocer a su primogénito. No sabía si estaba preparado para ser padre, y no sabía cómo ser un padre. Pero lo que sabía bien era lo que no quería ser. No quería ser un padre ausente, el cual solo llegara de noche a casa y separarse de su hijo cuando tuviera viajes de negocios. No, él estaría en los días más importantes de su vida. Lo llevaría con el cada vez que saliera de la ciudad, y le enseñaría como manejar la empresa que heredaría.
Tenía todo planeado.
O eso era lo que había creído.
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Amor en Venta
RomancePara salvar a su padre, Kagome había aceptado ser la madre de alquiler de uno de los empresarios mas exitoso de Japón. ―Puede comenzar a hacer el papeleo, ya he encontrado al vientre que quiero como alquiler.