Exhausta

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  Me quedé hasta tarde en el departamento de mi hermano. Mejor dicho, amanecí allí.  Tengo que llevar algo de comida; el café y las galletas no bastan. Lo poco y nada que había en el refrigerador estaba vencido y lo tiré a la basura.

  Busqué en todos los libros, no sólo en los libros, sino en fotocopias y en una pila de apuntes sueltos. He aprendido un montón de arquitectura y nada sobre la mujer del retrato.      Tampoco encontré nada sobre el edificio hermano. Salí a mi trabajo con los ojos morados y el cuerpo adolorido. No planeaba dormir, mal y poco, recostada sobre un sillón.

  Volví al atardecer al departamento, con algunas cosas para el refrigerador. Ya algo cansada de la arquitectura, decidí ordenar un poco el lugar, ya estoy practicamente viviendo aquí.  Había una delgada capa de polvo sobre casi todo.  Los recovecos de cada mueble, que antes parecían un tallado mágico en la madera, ahora son infames minas de polvo.  Barrí el balcón lo mejor que pude, las baldosas del suelo son de un color rojo tierra. Di algo de agua a las plantas, no sé cómo han aguantado tanto tiempo, la tierra de los maceteros está seca. Pasé un paño sobre los vidrios del ventanal; dos de los cristales son especialmente difíciles de limpiar, no son realmente planos y las imagenes se deforman al atravesarlos. 

  Hoy no quiero dormir en el sofá, aunque tampoco quiero usar el antiguo catre de mi hermano. Volveré mañana.

La ventana y la cartaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora