Luisa Bernardo

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  Amanecí el domingo sobre el catre de mi hermano. Supongo que poco a poco me estoy apropiando de todo aquí, aunque sólo haya traído una frazada para cubrirme, pues aún no me atrevo a meterme a la cama.

  Amarré mi cabello despeinado y me preparé algo de desayunar. Salí al balcón a tomar café. Al frente, veo a Felix haciendo lo mismo, lo saludo con la mano y él también.  Y entonces tengo esta idea. Saco mi teléfono y busco el número que conseguí ayer
    — ¡Hola Felix! ¡Buen día!
    — !Hola Luisa! ¿Qué harás hoy?
    — Dime algo ¿Es en esta posición en la que se sentaba mi hermano cuando dibujaba?
    — Eh ¿Qué? Ah sí, de espaldas a la calle, pero él se sentaba más a la izquierda.
  Sin levantarme del asiento, arrastro la silla hacia la izquierda poco a poco.
    — Un poco más, más, ahí. Ahora gira un poco hacia la izquierda... Justo así. Esa es la posición.
  
  Estoy sentada a un costado del balcón, de espaldas a la calle, en el reflejo del ventanal veo perfectamente el departamento de enfrente, en el mismo ángulo que en los dibujos. Felix no está. Seguramente se molestó porque fuí grosera con él, lo entiendo.
    — ¿Felix? Lo siento, te interrumpí mientras hablabas...
    — Y ahora me das la espalda, ¿qué modales, eh?-bromea
    — Ya, pero tu no estás en el balc...

He volteado, y Felix está en el balcón. Me enderezo, y Felix no está en el reflejo.
    — ¿Sucede algo, Luisa?
    — Eh... eh... ¿Estas en el Balcón, Felix?
    — Claro ¿no me ves?
  Es el mismo balcón, estoy segura. Calzan todos los ángulos, las grietas y el saltado de la balaustra. Pero Felix no se ve en el reflejo.
    — ¿Luisa?
No creo en vampiros ni nada de eso, pero me pongo de pie de puro asombro. Y de pronto allí está. Felix aparece en el reflejo. Volteo, y está también en el balcón. Todo es incómodamente normal.
    — ¿Estás bien?
    — Uh. Sí. Estoy bien Felix.

La ventana y la cartaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora