Capítulo 4 *EL CHICO AL CUAL EL SOL ENVIDIABA*

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Narra Magnus-

Mi mente volvió atrás en el tiempo, recordando cuando comencé a enamorarme de él.

FLASHBACK...

Hacía ya varios meses que Alexander estaba ingresado en el centro hospitalario, pero todavía no hablaba mucho. Todos los días paseaba con él por los jardines, ambos charlábamos, bueno, en realidad era más un monologo por mi parte. Yo hablaba y él me escuchaba, y en ocasiones tenía la suerte de que también lo hiciese él.

Se podía apreciar ya una mejoría en Alec. Se notaba que había hecho un gran esfuerzo por su parte, y que tenía ganas de recuperarse. La verdad es que mi amiga Catarina, me atribuía parte del éxito a mí. Yo siempre solía estar de buen humor, alegre, y le contaba un montón de pequeñas anécdotas sobre mí, que le hacían sonreír. Charlaba tanto que Alexander nunca se aburría conmigo; era como un rayo de sol en una fría mañana de invierno, como la pizpireta Campanilla del cuento de Peter Pan, pero sin ese estúpido mal genio, por supuesto.

Entre ambos se había construido una especie de amistad. Alexander deseaba que llegara la hora de salir al jardín, para desconectar de toda la rutina del hospital, y de las sesiones de terapia con mi amiga Cata, y yo deseaba que fuera esa hora, porque la verdad es que el chico me empezaba a gustar cada vez un poco más. Sabía que estaban prohibidas las relaciones con los pacientes. Pero, ¿qué podía hacer? No estaba ciego, y Alexander era verdaderamente guapo y yo, yo... siempre amé las cosas hermosas de la vida, y sinceramente, él era un regalo para mis ojos.

No podía dejar de sentir lo que sentía. Solo tenía ganas de que le dieran el alta para así pedirle una cita... aunque desconocía sus inclinaciones sexuales, mi intuición, o mi gay radar me decían que le gustaban los hombres, no obstante, no sabía si tendría a alguien esperándolo fuera. La verdad es que nunca habíamos hablado de eso, ni de sus preferencias, ni de nada relacionado con parejas ni amores. Ahora que recordaba, sí que una vez al mes había una chica alta y muy guapa que lo visitaba. Las visitas en esta clase de pacientes solo eran una vez al mes. ¿Sería su novia? Esperaba que no, casi que lo mejor sería preguntárselo directamente, o bueno, quizás con rodeos, tampoco quería que el chico me rechazara o empezara a mirarme mal.

–Entonces Alexander, ¿qué países te gustaría conocer? Yo adoro viajar. Me encanta.

–Te he dicho cientos de veces que no me llames Alexander, así es como lo hacen mis padres y tú no eres ellos.

–Obviamente no lo soy, claro, solo soy un poco más mayor que tú ¿Tan mal me ves? ¿Acaso se me ven arrugas? –hice una expresión de susto en mí... ¿arrugada cara?

–No. ¡Jajaja! No te ves mal. En realidad, te ves bastante bien. –el calor enseguida inundó sus mejillas tiñéndolas de un color rojizo.

–Vaya, gracias Alec. –remarqué su nombre– Entonces... ¿Significa eso que me encuentras atractivo?

–¡Mmm...! Esto yo... creo que deberíamos volver. –objetó nervioso–Empiezo a tener un poco de frío y no he cogido mi chaqueta.

Me acerqué sonriéndole, y me situé en su espalda, con mis manos empecé a frotarle los brazos para que entrara en calor.

–¿Qué haces? –interrogó sorprendido.

–¿No tenías frío? Estoy tratando de darte calor.

Noté como un escalofrío recorría su cuerpo, erizándole la piel. No pudo evitar sonrojarse.

–¿Sabes una cosa Alec? –dije acercando mis labios a su oído– A mí me pareces muy guapo y atractivo.

–¿Sabes una cosa Alec? –dije acercando mis labios a su oído– A mí me pareces muy guapo y atractivo

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