07. Impostor

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Capítulo 7

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Con los puntos sobre la mesa ambos mimetistas se dirigieron hacia la habitación donde estaba su prisionero. Al abrir la puerta se toparon con cuerdas rotas y un Winchester faltante. 

—¡El maldito mocoso no está! —Joe gritó ante la obviedad de la habitación vacía. Con furia arremetió un puñetazo contra la pared.

—Seguramente irá a buscar a Dean —comentó Shane tras su padre.

—Tenemos que encontrar rápido al pequeño bastardo —sentenció Joe—. En su condición no llegará muy lejos y cuando ponga mis manos sobre él, deseará nunca haber puesto un pie fuera de este lugar —sus ojos brillaban con promesas de odio y venganza muy sanguinaria.

Debí romperle ambas piernas, pensó Joe.

Salieron rápido del aserradero y se montaron en el vehículo. Sin tiempo que perder se dirigieron al camino que daba a la carretera.

Buscaron sin descanso por cada calle de ese pueblo, pero no lograron dar con su presa. Con cada minuto que pasaba la furia de Joe aumentaba al ver que habían sido burlados por un niño, un niño con una maldita pierna rota.

—¿Qué hacemos ahora, papá?

—Vuelve al colegio y yo iré al taller, desde allí podré mantener vigilado a Dean y saber si el mocoso aparece o se pone en contacto. No te preocupes, Shane, todo termina esta noche ya sea que Sam haya puesto en sobre aviso a su hermano o no —Joe estaba harto de los malditos cazadores, los Winchester no eran los primeros que matarían y tampoco serían los últimos en esa lista, de eso podía estar seguro.

Joe dejó a Shane en el parque y se dirigió hacia el taller, solo esperaba que el maldito mocoso no hubiese echado a perder sus planes. Quizás su error fue gozar demasiado el juego, si no hubiese alargado las cosas en ese momento no se verían desesperados.

Mientras tanto en el taller, Dean estaba debajo de un coche, terminando un ajuste para así dar por terminada su jornada.

La música sonaba por todo el lugar mientras Dean cantaba al ritmo de AC/DC. Cuando estaba a punto de terminar de ajustar unas tuercas escuchó de fondo un sonido estridente, dándose cuenta que era el teléfono de la oficina lo que arruinaba el ritmo de su música, gruñendo por la molestia salió debajo del coche y se apuró a bajar el volumen de la radio para poder contestar y justo cuando iba a levantar el teléfono el aparato dejó de sonar. Dean permaneció al lado del teléfono por si volvían a llamar, después de unos dos minutos de silencio volvió a trabajar.

Si es importante volverán a llamar, pensó mientras volvía a subir el volumen. Necesitaba terminar rápido sino quería llegar tarde y que Sam tuviese su cabeza en una bandeja.

Cuando Joe entró al taller encontró a Dean limpiándose las manos en un trapo viejo, en su rostro solamente se encontraba la tranquilidad de quien termina su trabajo y puedo volver a casa. Donde sea que estuviese el mocoso fugitivo aún no se había puesto en contacto.

—Hey, muchacho ¿ya terminaste con ese coche? —preguntó casualmente, verificando que el chico no tuviese ningún arma oculta.

—Acabo de terminar con este bebe —señaló el auto tras su espalda—. Si no necesitas más de mi gallarda presencia procedo a retirarme o sino Sammy me echara la bronca por hacerle esperar.

—Parece que tienes un hermano muy exigente. Ten mucho cuidado, muchacho, los hermanos menores son cosa seria.

—Sammy es un chiquillo mimado y creo que desgraciadamente yo soy el único culpable —Dean sonrió sin ningún atisbo de arrepentimiento por malcriar a su hermanito.

Gritos Silenciosos (EN EDICIÓN) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora