Capítulo 2

1K 97 30
                                    


Sckarn se encontraba en la bañera con agua humeante relajándose tras un fuerte ritual del Alestra, de ahora en más será protector de una persona que apenas conoce y tendrá que arriesgar su vida así sea necesario. Nunca le había servido a nadie en su vida, al ser un príncipe del Averno nunca llego a ocurrir tal cosa, ahora le serviría a una chica que por el poder de su padre sabrá como será cuando crezca, ya que ha visto a lo largo de su vida el comportamiento de sus hermanas y no será fácil.

Suspiro y alargo los brazos recostándolos a los lados de la bañera descansando la cabeza cerrando los ojos. 

Así duro varios minutos hasta que empezó a sentir que algo frió se deslizaba por su dorso con cuidado tomo una daga de la pequeña mesita del lado de la bañera y rápidamente apunto en la oscuridad a la extraña cosa que ahora lo acompañaba frente a él, abrió lentamente los ojos y en ese instante reconoció, que era nada más y nada menos que aquella súcubo que lo acompañaba en noches de encuentros que, no tenían nada de romanticismo, solo verdaderas batallas de pasión y lujuria, aquella que una vez él salvo de los enfurecidos habitantes de un pequeño poblado cerca del monte de los lobos, iba ser quemada en una hoguera acusada de brujería y seducir a los hombres para terminar engulléndolos, aquella que conocía todas las perversiones de los hombres, aquella, la única...

-Kateline – dijo Sckarn en un susurro como si de solo nombrarla perdería toda su energía vital. La serpiente se irguió más transformándose en una mujer de piel blanquecina cabello negro largo y brillante como la piel de la serpiente, se encontraba desnuda y sentada a horcajadas sobre el regazo de Sckarn - ¿Qué estás haciendo aquí?

-¿Así me vas a recibir después de no vernos por tanto tiempo? – poso sus manos en el pecho de Sckarn – Oh, por favor baja esa daga ambos sabemos que no me harías daño – dijo mientras le arrebataba la daga de las manos – Sé que tanto a ti como a mí nos gusta esa poderosa barba tuya, pero creo que a la reina no le gustará tenerte así para el banquete de bienvenida – empezó a deslizarla suave y cuidadosamente por el cuello estirado de Sckarn – Así que ahora eres un Alestrado.

-Sí, es un honor serlo – dijo mientras trago saliva haciendo que su manzana se moviera

-¿Cómo se llama? – pregunto ella mientras avanzaba hacia las mejillas del demonio

-No lo sé.

-Entonces le entregas tu vida, carne y sangre a alguien cuyo nombre ni conoces...interesante, intenso y descuidado el Alestra – tras decir esto Sckarn le detuvo la mano abriendo los ojos encarándola – Estas haciéndome daño – susurro mirando su muñeca atrapada en las enormes manos del demonio – Suéltame, me lastimas.

-No te atrevas a cuestionar mis decisiones y mucho menos por ella – la mirada de Sckarn se tornó fría y amenazante mientras liberaba la apretada muñeca de Kateline, esta dejo la daga en la pequeña mesa junto a la tina.

-Necesito que te vayas, quiero estar solo – dijo Sckarn exasperado.

-Querido, tu boca dice algo que no concuerda con una popular zona de tu cuerpo – lo miro seductoramente, mientras que movía lentamente las caderas – Me hiciste tanta falta... – acaricio el musculoso torso de Sckarn – No sabes lo aburrida que estuve este tiempo sin ti... - cuidadosamente como una serpiente cazando un ratón se abalanzo sobre Sckarn, depositando peligrosos besos alrededor de su cuello, el parecía no inmutarse de ello, su mente estaba distraída pensando en un par de ojos verdes con destellos azules, esos que le hicieron tomar una decisión que jamás habría creído que podría tomar.

Kateline por otro lado, aprovecho tomándolo desprevenido uniendo su boca con la de él, explorando esa boca con su lengua de manera salvaje, peligrosa y sobre todo con gran magnitud de sensualidad, que a cualquier hombre volvería loco. El reacciono, y no de buena manera, lo hizo tomándola por el cuello alejándola lo más posible de su cara.

Serie Marcados Parte I: ProtectorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora