Capítulo 9

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Minutos pasaron, pero la puerta nunca se abrió.

Se abrazó a si misma en el suelo, mas pronto que tarde saldria de alli. Aquel demonio que alguna vez amó no iría por ella ¿Resignación? No, más que eso lo que sentía era decepción, tristeza y la sensasión de abandono.

Una gota de sangre de sus labios rotos rodó por su barbilla mezclandose con las lagrimas que empezaban a brotar de sus ojos. Del otro lado del lugar donde se encontraba cautiva pudo escuchar el roce de metales, pero no parecian ser señales de lucha. Como pudo se colocó de pie y se acercó a la puerta para pegar el oido a la misma para tratar de escuchar major.

Pero lo que escuchó no fue a Dorian, sino que pudo recordar la voz del hombre desconocido en el castillo de Dorian ¿Estaba en el castillo?

-¿Sigue allí? – preguntó el hombre.

-Si, como un animal – respondió Dorian

-Bien ¿Te has divertido?

-No mucho como pienso hacerlo ahora – Dorian y el hombre rompieron a reir como psicopatas. Las rodillas de Daena al escuchar aquello se le doblaron y volvió a caer al suelo, todo su cuerpo temblaba, estaba teniendo un ataque de panico. Debia salir de allí, pues Dorian iba a matarla como un carnicero.

-Te dejo entonces – pasos se escucharon a lo lejos, pero de pronto volvieron – Pero primero necesito algo – abrió la puerta de un solo golpe y se encontró con Daena mirandolo fijamente con los ojos bien abiertos, ella por desgracia no pudo ver quien era, puesto que se encontraba cubierto con una espesa capa con capucha y en la penumbra del lugar no se veia nada.

-Tus latidos son perfectamente acelerados – se puso al nivel de Daena y le intento tocar el rostro, pero ésta se alejó asustada – Estas asustada, bien.

El hierro filoso aun se encontraba en su mano, pero esta prescencia la mantenia estática, inmovil. No podría escapar ahora, tendria que esperar y eso le molestaba, mucho.

-Solo necesito una ultima cosa, querida – y rapidamente incrustó sus filosas garras en el cuello de Daena haciendo que gritase de dolor. Pobremente intentaba taparse la herida que brotaba aquel liquido rojo y caliente – Dame el vestido – dijo tranquilamente.

-N- no – susurró sobrecogiendose aun mas en una torpe busqueda de protegerse.

-No es una petición – gruñó. La tomó del brazo y le dió la vuelta, y con las garras le destrozó las ataduras del corsé para arrancarle el vestido dejandola en una delgada y casi transparente enagua blanca.

-Por favor, no me hagas daño – dijo en un susurro casi inaudible y ahogado por las lagrimas que brotaban de sus ojos – Por favor, les he dado todo lo que quieren... dejenme ir.

El la ignoró, se levantó del piso con el vestido en la mano y salió del lugar cerrando la pesada puerta. Daena tenia otra herida, esta vez una mas grande y no paraba de sangrar, tenia que salir de alli o de otra forma moriria desangrada, sin el vestido podia sentir aun mas el frio como se concentraba en su celda.

La puerta se abrió nuevamente, pero esta vez no era el hombre misterioso cuyas garras tenian similitud a las de Sckarn, ya las habia visto un monton de veces, eran iguales ¿Estaba él detrás de todo el horror por el que estaba pasando? No el no podría... ¿o sí?

Dorian se acercó a ella para levantarla del piso, o al menos eso creyó ella, pero la estampó contra el piso y empezó a tocar su cuerpo, mientras ésta se retorcía debido a la repulsión por tales actos.

-¡Vas a ser mia quieras o no! – le dijo al oido con los dientes apretados lleno de furia. Ella dejó de pelear y aparento rendición, porque en realidad estaba tanteando en el piso donde había dejado el trozo de metal, divisó que Dorian habia dejado la puerta abierta, estaba hecho, escaparía, viviría para planear una venganza y averiguar quien o quienes aparte de Dorian estaban detrás de todo.

Serie Marcados Parte I: ProtectorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora