Prólogo

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La casa del placer Marukawa, se encontraba en la periferia de la majestuosa ciudad de Tokio del siglo XIX, el único y exclusivo lugar que aún tenía geishas hombres o también llamados hōkan o taikomochi, pues para la fecha técnicamente solo estaban mujeres cumpliendo este rol.

Pero bien sabía Ryūichirō Isaka, que existían hombres con gustos particulares y dispuestos a derrochar grandes sumas de dinero, si eran satisfechos como ellos querían. Como bien había aprendido de su padre, el comercio de entretenimiento y sexual, dejaba grandes ganancias, y por ende era uno de los hombres con más dinero e importancia en la ciudad.

Si bien las geishas como tal, no eran prostitutas, sus joyitas se manejaban muy bien en todo tipo de arte que involucra la pasión desbordada.

Aunque los rumores decían que en esta casa no solo había sexo normal, sino que los hōkan, estaban dispuesto a cumplir todo tipo de fantasias sexuales, incluyendo aquellas más aberrantes o impensadas para la época.

Pero Ryūichirō-San era un hombre estricto, el seleccionaba cuidadosamente a sus putitos, a cambio les ofrecía protección y una "buena vida", más que nada joyas y comida, pero pobre de aquel que no cumpliera sus órdenes, pues era conocido como un hombre estricto y de temer.

Además sus subordinados sabían que como estaban las cosas, no durarían mucho si los echaban a la calle y más que mal, prostituirse en este lugar no era del todo malo, ya que recibían una buena paga, podían tener uno que otro lujo y eran custodiados, pues se decía que muchas prostitutas ilegales habían terminado muertas por clientes dementes, borrachos o que simplemente no se disponían a pagar.

Aunque claro en este lugar había joyas principales, las cuales eran las más caras y elegidos por características especiales, entre estos se encontraban:

Asahina Kaoru: un hombre inexpresivo y alto de unos treinta y algo, que se desenvolvía sobre todo en las artes relacionadas al sadomasoquismo, especialista por sodomizar de la mejor forma y entregar un placer frío. No era elegido muchas veces, pues se dice era el amante de Ryūichirō-San, y este celosamente lo guardaba para sí, a menos que fuera un cliente muy especial.

Takahashi Misaki: recién llegado al lugar, aún nadie lo había probado y solo estaba de aprendiz, haciendo tareas domésticas y aprendiendo al máximo de los conocimientos entregados por sus nii-san. El cruel destino lo había hecho caer en este lugar, pero estaba más que temeroso y realmente era un inexperto en todo lo relacionado al sexo. De estatura pequeña, muy delgado y joven, más de una vez confundido por una chica, dada su fragilidad.

Takatsuki Shinobu: de aspecto aniñado pero muy fogoso, así lo describían. Pese a ser el más joven del lugar, su experiencia era inigualable, especialista en hacer creer a los viejos de un amor sincero para conseguir distintos regalitos, le gustaba el sexo como deporte y amaba jugar con los sentimientos de los clientes.

Nowaki Kusama: alto y guapo, pero de una personalidad sincera y amable, vivió una cruel infancia y por haberlo rescatado está realmente en deuda con Ryūichirō-San a quien admira profundamente, Ingenuo e inocente, quien aún cree en el amor, aunque se dice que un especialista en entregar placer, siendo muy romántico y seductor.

Onodera Ritsu: un joven intrépido y con metas en la vida, las cuales consistían en ser el mejor prostituto, obtener mucho dinero pese a la repulsión que le daba el lugar, y poder volver a su antigua posición social, no era más que un escalador que ya no quería depender de nadie, siempre quería ser el mejor y si el sexo era su trabajo en este momento, no sería motivo para no dar lo mejor de sí, sin embargo le jugaban en contra su nervio y cambios de humor, además de odiar a los hombres y no creer en estos por culpa de un antiguo amor.

Yoshino Chiaki: ya cerca de los treinta pero con la apariencia de un niño, muy mimado y lleno de energía, amante de la comida y los placeres mundanos, se habla de un especialista en todo sexo que involucra juegos previos, pues para él las relaciones sexuales no eran más que eso, también elegido por las hermosas obras de arte que realizaba de sus momentos fogosos o de sus clientes, hermosos dibujos que se vendían aparte.

Yokozawa Takafumi: de alto porte y con una mirada gélida, se dice que su trabajo era frío, rápido y limpio. Experto en dar placer a los hombres sin pronunciar palabra alguna, pues estas estaban demás. Muy responsable y solo le interesaba vivir una vida tranquila, los hermanos del lugar lo llamaban Oso-San apodo que no le gustaba en lo más mínimo.

Yukina Kou: Joven, jugueton, pasional y atrevido, le encantaba el sexo y por sobre todo sabía lo que su apariencia, la de un príncipe, podía hacer en los hombres, carta que jugaba constantemente a su favor. Otro de los artistas del lugar, con un trabajo más limpio que su nii-san, pero no por eso menos apetecido, aunque a él más que el dibujo era especialista en la pintura, y muchas veces usó a sus clientes como lienzo, haciéndolos caer en un éxtasis de lujuria.

Hombres solteros y casados, acudían a tomar unas copas y ver los mejores espectáculos de la reconocida "Marukawa" como le llamaban a secas, y si el bolsillo soportaba llevarse a la cama a las preciosas joyas del lugar. Sin embargo estos estaban llenos de secretos y dolores que poco a poco se irán descubriendo. 

Casa MarukawaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora