I

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Él.
Febrero.


La primera vez que la vio había sido por su aroma, que se había colado entre sus fosas nasales embriagándolo al instante.

Le sabía a romero el aire, con pequeño toque de roble quizá y algo dulce.

Se giró en busca de aquel perfume y sus ojos se toparon con una chica castaña que estaba recargada en la pared, esperando que él terminara de revisar el ensayo de Ana Peralta, tenía entre sus manos sosteniendo lo que posiblemente era su trabajo, y estaba tan absorta en sus pensamientos que ni siquiera vio que su profesor había volteado a verla.

Arthur, el profesor de literatura de cuarto semestre de la preparatoria UNRB, hizo un rápido movimiento con los ojos para asegurarse que nadie de la clase lo estaba viendo, y cuando comprobó que no, volvió a virarse a la chica.
Era de mediana estatura, cabello castaño, largo hasta los hombros y lacio como cascada, con pequeñas ondulaciones en sus puntas; tenía un rostro que te dejaba sin habla, su mentón era pequeño y apenas puntiagudo, la quijada ligeramente marcada con aquellas pecas que surcaban sus pálidas mejillas, ojos color aqua rodeados por pestañas rizadas y negras cual la noche. Sus labios eran de un rosa pálido y se entre abrían dejando ver una pequeña parte de sus dientes perfectamente blancos.

Bajó la cabeza cuando reparó que la había estado viendo durante un largo rato, quizá la chica se había dado cuenta. Pero unos segundos después de disfrutar más de su olor, giró sus ojos con cautela y le volvió a escrutar el rostro por el rabillo del ojo. Era realmente hermosa.
Escurrió su mirada de sus labios hasta su largo cuello, que era rodeado por el cuello de la camisa blanca con un moño rojo atado a el del uniforme del instituto. Volvió a colocar los ojos sobre las pecas de la chica, que en sus mejillas parecían constelaciones. Y después se posaron en su pecho, el pecho juvenil y sexy de la estudiante. 

Arthur sintió actividad en su entre pierna de sólo ver por un hueco entre los botones de la blusa la piel viva de ella.

¿En qué estaba pensando?, ¿qué hacia viéndole el pecho a una adolescente?

 
Se volvió a concentrar en la fatigada lectura del ensayo de Peralta, pero unos segundos más tarde, su mirada volvió a buscar el cuerpo de aquella chica. Se regañó a sí mismo antes de hacerlo, pero no pudo evitar la tentación de mirar.

Solo mirar, se dijo 

Esta vez lo hizo con más empeño y disfrutando de aquel hueco que dejaba ver una parte de su seno, disfrutando la imaginación de su lengua pasando por ese lugar, de sus manos manoseando sus pechos; luego deslizó más abajo la vista para ver su cintura tan bien marcada, gozando de imaginar sus dedos en esa exquisita curvatura de su piel; después vio más abajo, contemplando sus caderas bajo la falda negra, hasta pasar una y otra vez la mirada sobre sus piernas bien formadas, no demasiado gruesas pero tampoco delgadas, un perfecto equilibrio, no sabía si se veían tan bien por aquellas mallas gruesas que llevaba encima o si realmente eran así de perfectas. Quería averiguarlo, quería romperle las mallas y pasar sus manos entre sus muslos y....

¿No que solo mirar?

Debía apartar la mirada, era su estudiante, ¡Dios santo!

¡Él era su profesor! Nunca le había sucedido y el mero hecho de que le estuviera pasando era una señal de alerta. Aún era joven, de sólo 28 años, pero era un adulto, un adulto que podría considerarse maduro, con un trabajo adulto y una vida adulta. No podía estarle viendo el cuerpo a una niña de posiblemente dieciséis o diecisiete años.
Garabateó su firma de "revisado" en el ensayo que tenía entre manos y le puso de calificación ocho, ni siquiera lo había leído pero sólo quería ayudarle a lo que quería la chica castaña con piernas perfectas para que se fuera antes de que tuviera duro su miembro.


¿Qué rayos le sucedía? Ninguna mujer lo había dejado duro de tan sólo verla, y además, ¿por qué rayos su alumna?

-Ana Peralta-habló en alto con esa gruesa voz que tenía, una chica rubia que movía las caderas al caminar se aproximó a su escritorio y tomó el ensayo rozando sólo una mínima parte la mano del maestro, Arthur ni le dio importancia y se apresuró a registrar la calificación en su Mac plateada, al contrario de Ana, que se sonrojó y le dedicó una tímida sonrisa al hombre que ni le prestaba atención.

Cuando acabó de registrar el resultado, respiró hondo y se giró a aquella belleza que aún tenía al lado.

-¿Qué necesitas?-le preguntó intentando no sonar nervioso. La joven se giró hacia el hombre con una leve sonrisa de educación y cuando sus ojos se cruzaron con los de él, Arthur pensó que se había parado el tiempo.

Como el mar en verano, pensó Arthur después de que el brillo de esos preciosos ojos aqua viendo hacia él lo dejaran anonadado

Maldito satanás y malditas sus tentaciones.

-Quería preguntarle si está bien que mi ensayo así, o si necesito corregir algo- aclaró su duda la chica con una voz medianamente aguda y a la vez ronca al profesor.

Arthur se quedó pensativo mientras la chica le entregaba su trabajo para que lo revisase y le dedicó un segundo a mirar sus manos delgadas con largaos dedos delgados y esas uñas sin pintar que estaban tan bien cuidadas. Y entonces su imaginación voló de nuevo y se imaginó aquellas uñas arañando su espalda de placer mientras él la...
Basta, por Dios, basta. Tenía que concentrarse en su ensayo. Su ensayo y ya.

La chica lo contemplaba detrás de su hombro un poco sonrojada viendo cómo su profesor movía los ojos al momento que leía su trabajo.
Cuando por fin terminó, se giró hacia la chica y de inmediato esquivó su mirada  cuando sintió un escalofrío recorrer su espalda.

Maldición, ¿qué rayos le pasaba?

-La verdad es que está muy bien redactado y me gusta cómo te refieres a los problemas como la goma de mascar en el zapato- comenzó a explicar Arthur mientras percibía que la chica asentía atentamente en su dirección. -Pero un ensayo en sí es una breve explicación de un tema más una extensa opinión por tu parte...

El profesor se giró para verla. Ella le asintió y resopló, lo que hizo que Arthur sintiera un escalofrío al ver sus labios moverse de aquella forma.

-¿Entonces lo hago de nuevo?-preguntó la chica. Arthur volteó a ver al papel. Lo cierto es que era un muy buen ensayo aún sin su opinión extensa, aún así, para ser un ensayo sobresaliente, la chica debía agregar más contenido a su opinión, si no sólo sería uno más del montón.

Le agradó que la chica tuviera la iniciativa de retarse, ya había hecho un trabajo aceptable, pero el hecho de que ella misma buscara más le parecía interesante a Arthur. 

-No, no- negó el profesor mientras que la joven se reclinaba un poco al hombre sentado, moviendo sólo una pizca sus senos, haciendo que Arthur tuviera que moderar su respiración. Y colocó su mano en su bolsillo levantando la tela para que la chica no se diera cuenta de su problema.

-Está muy bien, sólo añádele más opinión.

La chica sonrió y él se estremeció ante tal hermosura. Asintió, tomó su ensayo rozando su dedo con el pulgar del maestro y se fue a su pupitre mientras Arthur se quedaba viendo cómo el trasero escultural de la chica que mecía su falda levemente ante el movimiento de sus piernas. Su imaginación despegó de nuevo y su problemita era más obvio cada vez. 

Arthur no aguantó más, aún quedaba una hora y media de clase. Pero mandó todo al carajo y se levantó con las manos en el bolsillo, les dijo a sus alumnos que debía salir rápidamente y que se quedarán en silencio. Y cuando salió, no se pudo resistir voltear a ver un segundo a la chica de cabello castaño que platicaba con otra de cabello más claro.
Tenía que respirar, liberarse, y sabía que en su oficina individual no habría ningún problema en tranquilizarse a sí mismo.

OBSESSION'S WORDS [EN PAUSA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora