III

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Nota: esta parte es un poco más larga y un poco cansada, pero espero que les guste lo qué pasa al terminar el capítulo.

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Ella.
Febrero.

-¿De verdad no puedo ir?-refunfuñó la niña de cabello castaño a su madre, la mujer negó con la cabeza con cierto fastidio y regresó toda su atención al comal donde preparaba un omelette con demasiada destreza en sus delgadas muñecas. La niña hizo un gesto de fastidio y volvió a insistirle a su madre que la dejara ir a la fiesta acuática de su amiga Tray.

Miranda volteó a verlas mientras pinchaba con su tenedor un pedazo de durazno y se rió por lo bajo, disfrutando de la discusión que tenían su madre y su hermana.

-¡Pero todos mis amigos van a ir!-le reclamó su hermana a su madre cruzando sus brazos frente a la pijama de flores que llevaba puesta, ésta sólo se giró a su hija con esa mirada furiosa de ojos verdes aún más fastidiada, llevaban unos veinte minutos discutiendo por lo mismo y Maya no se rendía.
La niña la volteó a ver con ojos de súplica y se veía tan tierna estando enojada con esa estatura que su madre deseo no estar molesta con ella; Maya apenas tenía estatura para que su cabeza le llegara al pecho a su madre y al hombro a Miranda. Sus ojos eran aqua como los de su hermana y su piel era demasiado pálida, resaltando la inmensa cantidad de pecas que tenía en el rostro y en el cuerpo, igual que su madre, Fátima, que tenía pecas por doquier. La mujer llevaba un pantalón y una blusa deportivas con un delantal sobre su ropa, el cabello negro recogido en un moño y sus labios rosados compungidos por el enojo.

-¡Que no, Maya!, está vez no se puede.

-Pero, ¿por qué no?-remató la niña haciendo pucheros. Miranda, que se encontraba encontraba sentada en la barra de la cocina, recogió sus platos del desayuno y se dirigió al lavaplatos con una sonrisa burlona por el berrinche de su hermanita.

-No hay nadie que te lleve, Maya-siguió discutiendo su madre. -Tú padre y yo nos iremos con tu tía Ana para ver al abuelo, y alguien tiene que llevarte y recogerte.

-¡Pero es una fiesta acuática, mamá!. Nunca he ido a una.- respondió la niña apretando sus puñitos. Miranda se giró recargándose en el lavaplatos, sintiendo el frío del metal en sus piernas cubiertas sólo por un short negro y holgado.

-Y no irás, porque no piensas ir sola ¿verdad?- sentenció la mujer poniendo el último omelette en un plato. Lo tomó y se giró para ir a sentarse a la barra donde aguardaba el plato de cereal de su esposo.

-¿Qué le pasa al abuelo?-se interesó por fin Miranda metiéndose en la conversación. La mujer resopló quitándose el mandil y dejándolo a un lado antes de sentarse en el banquillo.

-Nada, sólo que no se ha aliviado de la gripe durante un tiempo y parece ser que tiene un virus raro por ahí-dijo la mujer fingiendo no estar preocupada, pero no podía engañar a Miranda, ella conocía a su madre tan bien como la conocía ella, y cuando le temblaban los dedos como lo estaban haciendo en ese momento, Miranda se daba cuenta que estaba alarmada por algo.

Se acercó a su madre y la abrazó por los brazos con sumo afecto mientras que ésta le apapachaba los brazos con sus manos alargadas.

-Puedo ir sola, mamá- quiso seguir discutiendo la niña. -Tengo doce años, no necesito que me cuiden.

La adulta suspiró enojo y se soltó del abrazo de su hija para girarse a su otra niña, esta última la miraba con las cejas estrujadas una contra la otra al mismo tiempo que movía inconscientemente su pie de arriba a bajo muy lentamente.

OBSESSION'S WORDS [EN PAUSA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora