Capítulo 4

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Samantha

Salgo cansada de la ducha envuelta en una toalla. Entro a la habitación y puedo ver que Marcus no está por ningún lado. Se ha ido. Sólo espero que sea lo que sea que lo tiene así, se le pase pronto y regrese, lo necesito demasiado en mí vida.

A Marcus no le gusta cuándo de "Mindy" se trata. Prefiere cuándo me toca la vida de otras personas, de chicas normales. Para ahorrarnos momentos incómodos incluso he pensado que podría mentirle, pero no puedo. Me dice que es como si yo le fuera infiel, que esos gemidos que salen de mi boca lo ponen furioso, sobre todo porque no puede hacer nada al respecto... y yo tampoco, y si tan solo pudiera manejarlo, no estaríamos en esta situación.

Solo espero que su promesa siga en pie y la cumpla, porque no sería nada de mí sin él.

Si me preguntan por mis padres, me gustaría decir que son geniales y que me aman, pero lo cierto es que no. Crecí en un asilo de ancianos, suena raro, pero nadie sabe cómo fue que llegue a sus vidas, sin embargo, al verme tan perdida y pequeña, con tan solo once años de edad me adoptaron.

Al cumplir los quince, decidí que era hora de independizarme, estudiaba por las mañanas y trabajaba por las tardes. Hice unos pocos ahorros y me mude sola a un departamento, no porque no quisiera estar ahí, más bien era porque es difícil tener que esconderme de tantos dulces ancianos durante un día, en la misma fecha cada mes y sin poder explicarles que me ocurría.

Ellos lo tomaban como algo relativo a mi edad y a las hormonas. Ojala fuera solo eso.

Conocí a Marcus cuando era un poco más pequeña, en ese entonces él tenía alrededor de quince años. Llegaba a visitar a su abuelita todos los días por las tardes al asilo. Era un chico muy apuesto, alto, delgado, de cabello ondulado y castaño, y tímido. Lo que siempre me ha gustado de él desde la primera vez que lo vi, fueron sus labios.

Es inevitable sonreír al recordar que fui yo la que le habló por primera vez a Marcus, tenía que intentarlo, pues él era el único chico que llegaba al asilo, y en ese entonces yo solo quería tener amigos.

*Flashback*

–Oh mira Samy, ese joven de allá, es el nieto de Nani.

–Si Nico, es muy lindo, lo he visto un par de veces, ¿como se llamará?– pensé inquisitiva.

–Ve y háblale, desde que ha venido a este lugar no ha dejado de mirarte curioso.

–Podría hacer que sea mi amigo. ¿Qué piensas de eso?

–Más que bien. Ahora ve y háblale antes de que se vaya.– Nico era uno de las personas más atentas conmigo, le quería como mi propia madre.

Camino rápido hasta el área de aerobics y toco su hombro dando unos pequeños golpes por detrás sorprendiéndole. Cuando él me mira se sonroja metiendo sus manos en los bolsillos delanteros y agacha su cabeza viendo sus zapatos.

–Hola– le dijé tendiendo mi mano. –Soy Samantha. Pero puedes decirme Sam– le digo con la mano aún en el aire.

Sus ojos miel se clavan en los míos algo tímido y yo le sonrío tocando sus labios carnosos, desde que lo había visto siempre había querido saber si eran tan suaves como se miraban. Siempre me han gustado los labios gruesos y rosados.

*Fin flasback*

Desde ese entonces éramos inseparables...

Hasta hace un año, en donde todo se volvió complicado, cuando comencé a transportarme hasta el cuerpo de "Mindy", desde entonces él ha cambiado mucho y nos hemos distanciado más de lo que me hubiera gustado. Sigue siendo el mismo chico apuesto, pero ahora una enorme arruga se ha colocado entre sus cejas y parece que no piensa irse de su rostro en un buen tiempo...

Termino de vestirme y cambio las sábanas de la cama. No pienso acostarme en ellas después de lo sucedido. Escucho el timbre de la entrada y alguien toca incesablemente. Salgo de la cama y corro antes de que boten la puerta, la cual ahora está siendo azotada.

Miro por el pequeño orificio de puntillas, pero no veo nada y el pasillo parece estar vacío. Tal vez se han confundido con el número del apartamento. >>Ya me ha pasado un par de veces<<

Vuelvo a mi alcoba y enciendo el televisor, cambiando de canal ya acostada sobre la cama dispuesta a descansar un rato, y escucho otra vez los mismos golpes. Pero ahora son con más precisión.

Trato de agilizar el paso para ver quién es el que toca de forma tan desesperada, al llegar me coloco nuevamente de puntillas tratando de ver, y los golpes se detienen justo en el momento en que pongo mi ojo sobre la mirilla, y no hay nada de nuevo.

No sé si sea buena idea abrir la puerta, pero posiblemente la persona está de lado y no puedo verla bien desde este ángulo.

Quito el seguro y abro. Una ráfaga de viento me pega en el rostro poniendo mi piel de gallina. Veo hacia ambos lados del pasillo, tal y como me temía, no hay nada. Camino un poco hacía adelante y me inclino sujetándome del marco de la puerta y efectivamente compruebo que no hay nadie ni nada.

Estoy a punto de entrar y cerrar, cuando de repente siento una mano detenerme, sorprendida me giro en reflejo y la sangre abandona mi rostro al ver que no hay nada, no entiendo qué está ocurriendo y siento como si mi hombro se estuviera congelando. Agito la cabeza un par de veces mentalizándome de que tal vez sea producto de mi imaginación o las secuelas de lo ocurrido hace poco.

Ignorando la sensación congelante de mi hombro, trago saliva armandome de valor y camino más hacia afuera asomándome por los elevadores, veo hacía todos lados y confirmo de nuevo que no hay nadie alrededor. Cuándo estoy por regresar a mi departamento, se escucha la puerta cerrarse de golpe detrás de mí haciéndome pegar un salto por el fuerte portazo.

Oh. ¡Carajos! Me he quedado afuera... Me toco los bolsillos traseros de los pantalones y corroboro que no saque llaves. –¡Si tan sólo pudiera maldecir!– me quejo elevando las manos al aire.

Posiblemente se ha cerrado y tal vez no se ha quedado con llave...

Me apresuro hasta la puerta tratando de abrirla, pero en efecto está cerrada. Marcus tiene una llave de repuesto, se la di por si se presentase alguna emergencia o más bien para el once de cada mes, ya que él y yo no vivimos juntos. Así que tal vez podría llamarlo y pedirle que venga a abrirme...

No, no creo, no saque mi celular y tampoco tengo dinero. Tal vez algún vecino me pueda ayudar.

Sumergida en mis pensamientos escucho como el ascensor se abre y veo a Marcus salir de él, con unas bolsas manila de compras en cada mano. Me mira curioso, ya que al parecer salí descalza y debo tener el rostro igual que las paredes blancas del pasillo, pero es solo por el susto que me acabo de llevar y aún estoy un poco alterada.

–¿Qué haces aquí afuera? ¿Estás bien Sam?– se para frente a mí y puedo sentir su dulce colonia. –Sí, estoy bien. Me he quedado afuera. Alguien toco a la puerta y cuando salí a ver quién era, se cerró de golpe.

Su mano se acerca hasta a mí y acaricia mi rostro. Sube y baja suavemente... me acerco aún más a su mano y se siente bien, ahora es justo lo que necesito al igual que deseo uno de sus reconfortantes abrazos.

Abro los ojos y veo que los suyos están tristes al igual que los míos. Lo entiendo, yo estaría peor en su lugar. Me acerco un poco más a él para abrazarlo y poder sentirme segura y protegida entre sus brazos. Él es todo lo que tengo. Él es lo único que tengo.

Él baja las bolsas y me recibe abrazándome fuertemente, suspiro en su pecho y lo abrazo de vuelta. –Te amo– susurra en mi cabello. –Yo también Te amo– le digo subiendo mi rostro y lo beso. Sus labios se abren y juegan con los míos, se siente bien tenerlo tan cerca, él es mi droga personalizada.

Aún perdida en sus labios escucho que alguien me llama por mi nombre y no sé quién es, pero es constante y desesperado el tono de su voz. Me da curiosidad y quiero voltear pero no puedo, algo me lo impide.

Es muy rara esta sensación que me invade de pronto, me siento confundida y puedo sentir que unas manos me sostienen firmemente aplastando mis brazos a los costados. Abro los ojos sorprendida por el fuerte agarre y me espanto al ver otro rostro totalmente ajeno al de Marcus, es un rostro desfigurado el que tengo frente a mí...  

My Own Soul © (Editando) #Wattys2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora