Un pequeño detalle

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—Señor Solano lamento su pérdida, en un momento le traemos a su sobrino y ya solamente haría falta firmar la hoja de adopción.

Lucas tenía la mirada perdida.

Sentado con las piernas cruzadas y la mano derecha en la boca. Lucas Solano escuchaba a la juez quien le daba instrucciones, en un intento amable de ayudarlo con los trámites de adopción de su sobrino Luca.

Lucas aún no podía creer todo lo que le sucedió en tan breves momentos.

Su hermana Regina y Julián, su cuñado muertos en un estúpido accidente automovilístico y ahora era padre de un bebé de seis meses.

¡Así es señoras y señores!, el más redomado follador gay activo ahora era padre y estaba solo con un bebé al cual debería de cuidar como a  su hijo una vez completados los trámites de tutoría y de herencias.

Y todo esto sucedía a poco más de un mes antes de llegar a Navidad, su fecha de juerga favorita.
Y con esto todos sus planes se veían frustrados por la tragedia.

Eso sin contar que sería más fácil hacer que Lucas piloteara una nave espacial que criar a un bebé.

—¿Disculpe en donde dijo que debo acudir?
Preguntó Lucas visiblemente confundido al darse cuenta que no había prestado la menor atención a lo que su interlocutora había dicho.

La mujer sonrió compasivamente. —A las pláticas para nuevos padres señor Solano. Es un grupo de apoyo para todos aquellos padres que recién se les concedió la adopción, de esa manera nos aseguramos que los niños tengan padres competentes para hacer esa tarea tan noble.

Lucas suspiró, agradecía enormemente esa iniciativa la cual esperaba le ayude para saber qué hacer con un bebé en casa.

La puerta de la oficina se abrió, —buenas tardes —la bonita mujer que entró traía a un hermoso bebé en brazos.

Sí, ese era Luca.

De inmediato la mujer se acercó hasta Lucas y con la sonrisa más flamante le entregó a Luca quien al ver a su casi desconocido tío echó el berrido más poderoso que se escuchó hasta Júpiter.

Y así Lucas Solano empezaba la carrera como padre.
Con una ignorancia total de como apagar el llanto de ese guapo pero llorón gordito.







Después de tener que dejar su hermoso auto deportivo en el estacionamiento del juzgado y transportarse con el pequeño Luca hasta su casa, un muy cansado Lucas deja al bebé acostado en la enorme y fina cama.

Oliendose con asco gracias al aroma a agrio de la baba y leche regurjitada de Luca, Lucas se dirige al baño para lavar, en el cortísimo trayecto descubre que está muy cansado y abrumado.

—Por neptuno, ¿cuánto puede contener un bebé en el estómago?...
Olisqueando su apestosa y fina camisa la lanza al cesto para terminar de despojarse de todas las prendas y bañarse.

Empezaba a disfrutar del baño tibio cuando un llanto le recuerda que no está solo y que su acompañante tiene más poder de persuasión que un ejército armado hasta los dientes.

Frustrado y apurado sale del baño para darse cuenta que el pequeño calvo está apunto de rodar de la cama y estrellarse contra el piso.

Con una agilidad de gimnasta Lucas se tira para tomar al bebé en el justo momento en que este casi cae al piso, pero es su ahora padre quien recibe todo el impacto del golpe y casi queda sin aire al contener el peso del pequeñito.

Y para variar otro berrido más fuerte que el anterior.

Lucas intentaba callar al pequeño cuando un aroma por poco hace lo hace vomitar, —¡ese niño se está pudriendo!

Con cuidado y con un fuerte dolor muscular Lucas se levanta para colocar al pequeño en la amplia cama y con la sabiduría de un inexperto desata el pañal, haciendo que las pataletas del chiquitín esparzan el horrible contenido del pañal.

Casi vomita cuando ve la escena, sus muy finas sábanas de hilo egipcio manchadas de ¡popooo!.

La peor cosa que se le pudo ocurrir fue cargar a Luca hasta el recibidor en donde había dejado la maleta del bebé.

—Como nota mental, debo dejar cerca de ti la maleta con tus enseres.
Lucas miraba con cierta repugnancia a su sobrino que se hallaba chupando el brazo de su tío, mientras este hacía la tan útil nota mental.

Tomando los pañales, las toallas húmedas y una pomada se dirigió hasta la recámara.

—Compañero, dudo que este aroma infernal salga sólo con esto. Con una pésima destreza Lucas se quitó la ropa interior y desvistió al bebé metiéndose ambos a la ducha.

Luca sonreía y hacía ruiditos mientras jugaba con el agua que caía, como queriendo atrapar esas hileras gruesas y transparentes.

En ese momento Lucas vio en el pequeño mucho de los rasgos de su hermana y los ojos se le llenaron de lágrimas, y lloró por saber que este pequeño bebé era todo lo que le quedaba de su amada hermana y de su amable cuñado, no conocería a sus padres.


Una vez bañados, más tranquilos y secos. Lucas optó por vestir al pequeño en la recámara de invitados. Le dió una botella de leche y lo acostó no sin antes protegerlo con una barricada de almohadones pesados.

Con una camisa en el rostro a modo de cubrebocas, Lucas retiró toda la ropa de cama.

Viéndola con asco se rascó la barba. —¿Qué será mejor, quemarla o tirarla?.

La metió en una bolsa negra y la llevó al cuarto de lavado.

Se sentía tan cansado que apenas cenó.

Sabía que necesitaría ayuda, así que empezó a buscar entre su sexual agenda para encontrar entre sus contactos alguien que lo pudiera ayudar.

En la cocina mientras mordía su sándwich y tomaba jugo revisaba su smartphone.

—Leo, mmm, no él no. Odia a los niños.
Dió otro sorbo. —Fernando, Ay no, él ahora mismo tiene pareja.
La lista de opciones se estaba agotando hasta que observó un nombre.

—Elias Ruiz. Mmmm, recordaba vagamente al hombre que hace una semana se acercó a él para pedirle trabajo.

—Tal vez le interese venir a ayudarme aquí.
Sonrió de lado.

Lo admitía, estaba reverendamente jodido y ahora era capaz de aceptar a quien sea.

Una familia para LucasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora