Hyejin

108 15 2
                                    

Aquella mañana Jeon Jungkook abrió los ojos con su corazón latiendo con fuerza contra sus costillas. Sudores fríos recorriéndolo, una sensación de querer vomitar y un pinchazo constante en el centro de su pecho.
En cuanto abrió la boca, un sonido gutural salió de ella y un dolor intenso se instaló en la base de su garganta. Le dolía cuando respiraba, sin embargo, no podía parar de hacerlo con insistencia, como si le estuviesen desgarrando los pulmones por dentro. Con un cuchillo, en diagonal. De una esquina a otra de su cavidad torácica.
Una gota de sudor resbaló por su frente y se coló en su ojo , lo cerró con fuerza, pero no se movió. Se quedó allí tumbado, quieto, hasta que la sangre volvió a correr con normalidad por sus venas.
A pesar de ser pleno diciembre y vivir en Seul, tenía mucho calor, tanto calor como si alguien lo recorriese con un soplete, de dentro a fuera.
   Se deshizo de todas las sábanas que su madre le había puesto encima cuando se había quedado dormido. Siempre tenía el mismo problema, se acostaba helado, hiciese el tiempo que hiciese, y se levantada acalorado, marcase la temperatura que marcase. Eran sólo las cinco, siempre eran las cinco y nunca podía hacer nada para dormir pasada esa hora. Así que resignado se levantó y se quedó sentado en el borde de la cama, mirando sus pies con la cabeza hundida entre sus hombros. 
Necesitaba salir y despejar su mente. Como siempre dio tres golpes secos a ritmo desparejo en la pared de su habitación. Desde lo ocurrido aquel día, Namjoon le obligaba a hacerlo. Las paredes eran de papel y, como el rapero había dicho una vez, si jeonguk podía aguantarlo a él y a sus ligues, él podía aguantar una charla en medio de la noche cuando la necesitara. Aunque al final se resumiesen a compartir un pitillo en silencio mientras observaban la inmensidad de la oscuridad sobre la ciudad apoyados, uno al lado del otro, en la muralla de la azotea.
  Con cuidado de no hacer crujir el colchón y despertar a su madre, se vistió con la primera sudadera que encontró y los primeros tenis que palpó en la oscuridad y salió de puntillas guardando la cajetilla de tabaco entre la goma elástica de sus calzoncillos.

En el portal, si hubiese sido una persona normal, lo hubiese comido el frío, pero, como no lo era, solo pudo sentir placer, y no podía esperar a salir a la azotea y ver el bao que salía de su boca desaparecer ante sus ojos.

Cuando llegó arriba, todo seguía como siempre. Incluso las sábanas que la señora Choi siempre se olvidaba de recoger, pero que colgaba a pesar de ser invierno y nevar.
A Jungkook le caía bien ese señora. Siempre le sonreía con calidez. Con una calidez sincera de abuela que quiere a sus nietos y le gusta mimarlos. Y al parecer le gustaba mimarlo, si es que se podía llamar así, porque la gran colección de tabaco que tenía escondida en el fondo de su armario, no era más que obra suya. Al parecer a la pobre señora  le partía el corazón ver las cajetillas que su marido poseía antes de su muerte y que solía guardar en el armario del salón. Así qué el día que subió a la azotea en medio de la noche (porque se había acordado de las sábanas que había colgado hacia ya dos días y ya estaban tiesas) y vio a Jungkook fumando, no dudó en presentarse al día siguiente en casa del joven cuando la madre de éste estaba en el trabajo con dos bolsas llenas de tabaco. "Toma hijo" le dijo "acuérdate de mí marido cuando las uses, y no hagas que una tontería te lleve como lo llevó a él" y, tras decirle ésto y ponerse de puntillas para acariciar su mejilla, se volvió a dar la vuelta y subió hacia su piso.
Definitivamente, a Jungkook le caía bien esa señora.

Sacando un pitillo de la cajetilla se apoyó contra la muralla y miró a la ciudad. A pesar de ser las cinco de la mañana, ya se podía apreciar como las bombillas comenzaban a encenderse, y como los primeros trabajadores comenzaban a hacer compañía en la carretera a los solitarios repartidores 24 horas.

Encendió el pitillo con poca delicadeza, con ansias de que la nicotina volviese a viajar por su cuerpo, de que el humo inundase sus pulmones y se le hiciese difícil respirar.
Con el pitillo entre sus dedos, sintió como el tiempo se paraba momentáneamente mientras soltaba el humo con lentitud, viendo como desaparecía entre la bruma del próximo amanecer y la oscuridad.

Neighbour. (Kim Namjoon)Where stories live. Discover now