Capítulo 3: Un par de hombres muertos

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Ese día estábamos sentados en el patio, cuando sucedió.
El alcaide junto con dos guardias armados se presentaron al patio.
Entonces, el hombre hablo con vos clara y fuerte, todos estábamos callados y por un momento, distraje la mirada del señor y la fije en el enorme portón que separaba de nuestro mundo hacía la libertad y que los únicos que salían y entraban eran los guardias y enormes camiones que llevaban a lavar la ropa o tirar la basura.
-Soy Wingstone. Pero me llamaran alcaide.
Se que a la mayoría no le gusta estar en este lugar, por eso les ofreceremos a dos de ustedes la oportunidad de salir.
Quienes son los voluntarios?
Entonces, todos nos quedamos callados. Que será lo que planea?
Nadie confiaba en él.
Solo había silencio, sin embargo, en la mente de cada uno habitaba la duda. No sabíamos que quería este tipo al respecto. El alcaide vio algo, todos seguimos su mirada, y lo vimos.
Vimos una mano levantada. Como si se tratara de una proclamación y todos retrocedimos.
-Muy bien, Grahan. Tu serás el primero. Algún otro voluntario? Les recuerdo, que son dos.
Todos nos quedamos callados, incluso con tanto silencio uno podría esperarse que el grillo lo rompa y aligere el ambiente.
Pero solo había tensión y desconfianza.
-Muy bien-dijo Wingstone- yo elijo.
El puso su barbilla y empezó a vernos a todos y a analizarnos.
Luego señalo a un chico y les dijo a los guardias que lo trajeran.
Se despidió cordialmente y las cosas continuaron con su curso.
Sin embargo, yo aún estaba parada donde estaba.
Algo raro ocurría aquí. Pude ver a los policías, Wingstone, Grahan y los otros condenados, dirigirse a los pasillos. Decidí seguirlos y vi que atravesaron una puerta la metal.
Aun recuerdo cuando vi por primera vez esa puerta.

.....

Estaba en la biblioteca, personalmente no me gusta leer (aunque habían libros que me leí y me gustaron, pero no soy de esas chicas que leen mucho, solo me he leído como unos cuatro o cinco por gusto) , pero me gustaba ir a ese lugar porque me traía una gran calma y podía dibujar tranquila.
Entonces, vi algo extraño. Se trataba de una mujer que estaba caminando por el pasillo con una bandeja de jeringas. Curiosa decidí seguirla. Vi que llegó a una puerta de metal e ingreso una llave que saco de una cadena que tenía colgada en el cuello, la ingreso en la cerradura , la abrió, entro y la cerró.
Quise entrar, pero un gigantón que trabajaba de guardia me agarro por el hombro y me dijo solo personal autorizado.
Estoy autorizada respondí, la curiosidad me ganaba se ve que no le avisaron.

Andante de aquí antes de que llame a alguien.

Pesado.

Entonces, decidí que quería ver que es lo que había detrás de esa puerta.

Le Dicen MisericordiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora