El viaje fue algo extraño, todos los paisajes bajo sus cuerpos pasaban como manchas borrosas y el cielo que surcaban cambió repentinamente de los tonos de una mañana llena de nubes mágicas a uno despejado dónde el sol estaba dando el adiós al verde pastizal donde aterrizaron nuestros dos protagonistas. Estaban en medio de la nada, salvo por la hora del día el adolescente no sabía nada del lugar donde se encontraban.
Y luego de unos minutos de conmoción por el viaje, cuando su cabeza se aclaró, un nudo en la garganta y una sensación de nervios le invadió el cuerpo. Por su cabeza pasaban sus padres, su primo, ¿Qué pensarían? ¿Se preocuparían? Tal vez podría mandarles un mensaje, o llamarlos, aunque no sabía que iba a decirles, aunque no le hizo falta pensar, apenas tomó su teléfono se dio cuenta de que no tenía señal.
—Bienvenido a la base de operaciones, señor.- Dijo la criatura que lo había traído doblando ligeramente su cuerpo hacia adelante haciendo una reverencia. —Su ubicación es completamente confidencial, y por supuesto, tendrías que darme el aparato tecnológico de intercomunicación humana hasta que te adaptes.- Pidió extendiendo su mano hacia el joven.
—¿Qué?- Preguntó frunciendo ligeramente el ceño, mirando aquella enorme mano color rojiza, y como respuesta recibió una mirada directamente a su celular. Suspiró y lentamente se lo dio al muchacho despidiéndose mentalmente de su vida social-virtual y a todas sus imágenes, vídeos, documentos que consideraba importante y necesarios. —Ahora... no entiendo nada, ¿me puedes explicar un poco de... esto?-
—¿Esto? ¡Oh! ¡Ah!- Exclamó dejando salir una risa un poco divertida. —Pues, a ver, supongo que debo comenzar por el principio...
17 años atrás
«18 de Febrero de 1999, ese día quedó grabado en la historia del mundo mágico. Todas las hadas iban y venían por la sala principal del castillo, atendiendo a la reina o creando sellos mágicos o portales, los duendes estaban encargados de todo el papeleo y de hackear la base de datos del hospital, no se debía dejar ni un detalle a manos del destino, habían estado planeando eso durante meses.
El único que no tenía que hacer algo era un joven draconiano, estaba algo nervioso y temblaba. Él estaba encargado de llevar al pequeño a su nueva vida, tenía en sus manos el futuro de todo el mundo mágico. Las puertas de la habitación se abrieron y un silencio invadió la sala, por un segundo nadie se movió, el tiempo parecía haberse congelado en ese momento, una mujer alada salió de ella con un pequeño niño en brazos, parecía completamente humano gracias a un par de conjuros y hechizos proporcionados por el rey.
De momento a otro el joven mensajero estaba cargando al pequeño humano, había tratado de pensar en él como un simple paquete, pero el verlo ahí, con una sonrisa tan dulce a pesar de todo aquel alboroto le transmitió paz, le devolvió la sonrisa y empezó a correr sujetando a aquella criatura con firmeza pero con cuidado de no lastimarlo, traspasó el portal y lo dejó en una pequeña cuna de vidrio de hospital, rodeado de otros niños. Sus alas se movieron un poco y eso parece que llamó la atención del bebé porque se quedó viéndolas hipnotizado mientras reía. Luego una luz violácea iluminó la habitación y un portal de regreso al castillo se abrió en la sala del hospital, el mensajero cruzó aquel puente energético después de dedicarle una cálida mirada al pequeño y de dejarle un deseo de buena suerte.»
—Así es cómo llegaste al mundo humano. No soy el indicado para contarte el resto de la historia.- Dijo antes de inclinarse y palpar un poco el húmedo suelo en dónde estaban. —Lo que debes saber es que nunca te hemos dejado sólo, siempre hemos estado cerca de ti, cuidándote... yo en especial.- Añadió lo último en voz baja, un poco apenado. Empezó a dibujar un pequeño símbolo en la tierra y, como por arte de magia, un agujero grande se abrió en la tierra. —Será más fácil si pasas primero.
Miró aquella entrada que se había creado de la nada y luego al contrario, estaba algo asustado por lo que se encontraría del otro lado. Lentamente deslizó sus piernas dentro del agujero. —Debes cruzar los brazos sobre tu pecho, recostarte y dejarte caer, como si fuera uno de esos toboganes de agua.- Comentó el hombre-reptil, luego de eso le dio un suave empujón para que pasara a través de aquel túnel de tierra, debió haber descendido por unos 4 minutos como mínimo antes de que tocó un suelo piso de metal. Trastabilló pero quedó estable y apenas recobró el equilibrio una voz virtual le dio la bienvenida por unos parlantes.
—Bienvenido Keiwell Doroman, príncipe.-
Las pocas personas que se encontraban en aquella sala circular se giraron discretamente para mirar fugazmente al joven que había sido anunciado para luego volver a su trabajo, sintió como si un peso más se agregara a sus hombros, sumándose a todas las preocupaciones que ya tenía. Apenas tuvo tiempo de hacerse a un lado en cuanto oyó como algo bajaba por el túnel y apareció su escolta, que fue recibido por la misma voz programada para saludar a los ingresantes.
—Bienvenido Donovan Swordhand, capitán.-
—Capitán Donovan Swordhand.- Susurró Keiwell, por lo menos ahora sabía el nombre de su "ángel guardián", aunque estaba seguro de que no sabía ni la mitad de lo que el capitán sabía de él. Y ahora que se ponía a pensar, sabía aún menos del mundo mágico, salvo alguna que otra cosa que podría saber gracias a sus libros... ¡No! Sus amados libros. Habían quedado en el laboratorio, sintió un gran vacío existencial, ahora no podría refugiarse ni escudarse entre las páginas de ellos cuando se sintiera fuera de lugar. Aunque, por ahora, se sentía cómodo a pesar de aquellos ojos que lo habían analizado como si se tratara de un objeto.
—Así es, llegué a capitán de la armada. Por más que seamos pacíficos no podemos defendernos simplemente con nuestras palabras y tratados, muchos son incapaces de cumplir con lo que dicen, y así el valor del juramento se fue perdiendo y el honor desapareciendo.- Dijo de forma casi poética mientras caminaba por aquella sala en dirección a una puerta de madera. Al llegar tocó la puerta tres veces de manera rítmica. La madera pareció quejarse como si se abriera, pero no lo hizo, pero habló.
—Buenos días, capitán. Desearía dejarlos pasar, pero soy un buen guardián. Sus intenciones deben revelar para poder entrar.- Canturreó una voz que parecía provenir desde el otro lado de la puerta.
—He traído al príncipe. Necesito saber las próximas órdenes de la reina.-
—Bienvenidos sean, pero debo advertirles, para oír a la reina hablar un precio debeís pagar.- La puerta se abrió y reveló un estrecho pasillo y al final una pequeña sala en círculo con un enorme cuenco lleno de agua sobre un pilar. El primero en pasar fue Keiwell, seguido inmediatamente por Donovan, y la puerta se cerró en cuanto estuvieron adentro, solamente unos pequeños cristales que irradiaban luz de las paredes los salvaban de la oscuridad. Llegaron al cuenco y el primero que se inclinó fue el capitán, tomó un cuchillo que estaba al costado del recipiente y se pinchó el dedo para dejar caer una gota en el agua, y fue lo último que oyó el capitán antes de que su mente se desvaneciera por un instante y la voz de la reina inundara su cabeza.
"Al fin. Ha llegado el día y has salvado a mi hijo. Mi vida llegó a su fin hace mucho, y no estoy para él. Quisiera que tú especialmente le enseñes lo que no sabe de nosotros, que lo guíes para convertirse en el gran líder que está destinado a ser.
Yo sé que has dado todo de ti por esta familia, por este mundo, tendrás todo lo que desees, pero necesito a alguien que lo guíe.
Te necesito, una vez más.
Te necesita."
ESTÁS LEYENDO
Los Rubíes
FantasyEsta historia comienza en un receso en las clases matutinas de Keiwell Doroman, un joven extraño con ojos de color de rubí, es "abducido" por una raza milenaria creada por los cuatro elementos naturales para proteger a la Madre Tierra que le dice qu...