Stonelish

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Mientras caminaba nuevamente hacia la puerta, esta vez para salir, se escuchaban claramente los pasos que resonaban contra esas paredes de tierra perfectamente escarbadas por los obreros. Y junto a los ecos provocados por sus pies al pisar el suelo, Donovan, juraba que podía oír las dos últimas palabras de la reina invadir el ambiente "Te necesita.". ¿Cómo podía necesitarlo? ¿Cómo podría guiarlo y enseñarle toda su cultura? Él se había dedicado a la adrenalina, a entrar en acción y proteger al mundo mágico como podía, y sí, sabía un poco sobre historia y magia... pero no lo suficiente como para entrenar a un príncipe.

La puerta se abrió con un quejido y dejó pasar toda la incandescente luz de la oficina. Ambos parpadearon mientras sus ojos se adaptaban a ese cambio repentino de ambiente, el silencio envolvente se convirtió de pronto en murmullos, pasos y risotadas de los empleados.

—Espérame aquí.- pidió Donovan al príncipe mientras se alejaba hacia el que parecía ser el escritorio principal.

—Está bien.- Susurró Keiwell en un tono tan bajo que dudó que el contrario lo haya escuchado.

El general se encaminó específicamente hacia una carismática mujer-dragón de escamas violáceas que estaba usando una diadema, tecleando en la computadora y al parecer organizando una agenda al mismo tiempo, y al notar que se le acercó el escolta del príncipe dejó todo a un lado y se propuso a escucharlo.

—Van, hola.- Saludó la muchacha al mayor mientras se paraba y extendía sus brazos hacia él para poder abrazarlo, luego volvió a sentarse para alcanzarle una silla al contrario. —Cuéntame que es lo que te anda molestando, querido hermano.-

—Kadrén, bueno... es que...- No sabía cómo empezar, aún estaba un poco nervioso por dos cosas, una era por el simple hecho de tener que enseñarle al príncipe sobre su propia cultura, se sentía mal con todo el peso que eso implicaba. Pero había algo más, algo que lo hacía que se sintiese aún más incómodo. —La reina... acabo de oír lo que me ordenó... y ella quiere que yo... guíe... al príncipe.-

—¡Woh! Felicidades... pero sigo sin entender que es lo más complicado con eso. Es decir, así estarás más tranquilo, ¿no?- Kadrén sabía que su hermano había sido muy cercano a la familia real, y que sentía un peculiar lazo que él mismo había creado hacia el príncipe.

—Yo, lo sé, pero... sé muy poco sobre nuestra especie. Es decir, sé cosas, pero no las cosas que debería saber un príncipe. Necesita ir a un colegio, o algo así. Yo no soy el indicado para...-

—A ver, espera, no creo que la reina quiera que tú seas su profesor o algo así, ella sabía que tus conocimientos eran limitados.- Comentó mirando al general que hizo una cara de pocos amigos apenas terminó de escucharlo. —Sobre ciertos temas.- Tuvo que añadir para no hacer sentir mal a su hermano.

—Sí, pero entonces ¿qué?-

—Entonces, pienso, que deberías guiarlo por la sociedad. Entiendo que lo que ella quería no es que le enseñes alquimia, anatomía, magia o historia draconiana.- Hizo una pausa y se concentró en los ojos del contrario para saber que estaba diciendo las cosas con suficiente tacto. —Sino que lo que ella trató de decirte, con toda la forma poética-dramática, fue que quiere que tú le muestres el pueblo, los principales problemas... que lo hagas vivir en la realidad de su pueblo, que no lo dejes en su habitación rodeado de lujos y comodidades.-

—Pero... ¿y todas las cosas que un príncipe debe saber? ¿Su economía cultural?-

—Sí, también debes llevarlo a un profesor para que le enseñe todas esas cosas. Y aún con toda la información de los millones de libros que tenemos él no va a poder entender nuestra realidad si no la vive. Va a ser como esos políticos del mundo humano que simplemente hablan desde los libros, desde las problemáticas que ellos perciben desde lo alto pero que ignoran lo que el pueblo necesita.- Le tomó las manos a su hermano para obligarlo a que lo mire a los ojos. —Y él necesita encontrarse, necesita saber quién es... durante 17 años creyó que era un humano, y sí, entiende algo a los humanos, tenemos eso a nuestro favor, pero él no nació humano, él no es humano. Ayúdale, no lo dejes sólo.- Se acercó un poco más y le acarició el pecho a su hermano. —Él te necesita. Eres el único a quien él conoce.-

Su hermana terminó apartándose luego de unos minutos y se giró a la pantalla, se colocó nuevamente la diadema y continuó con su trabajo dejando a su hermano con la mente más clara, pero un poco más aturdido que antes. Donovan se levantó y suspiró.

—Dale mis saludos a Neibrah.- Dijo el general antes de caminar de nuevo hasta el príncipe, ¿Qué le diría? Keiwell no había podido oír a su madre, el general no sabía que decirle a su nuevo aprendiz.

Keiwell por su parte había quedado un poco conmocionado mientras su escolta hablaba con aquella mujer, se les quedó mirando un rato largo y luego se obligó a desviar la mista para escanear el lugar. Detrás de donde hablaba Donovan con la extraña había una puerta enorme rodeada con un extraño marco decorativo de color dorado, en la oficina predominaba el color plateado desde el piso hasta las paredes. El techo estaba muy alto y había algunas escotillas ahí como las de un submarino, ¿salidas de emergencia? Luego había algunas personas dando vueltas por ahí, unas diminutas mujeres con alas transparentes volando por ahí, llevando papeles por todos lados o susurrando en algunas orejas, unos pequeños hombres de traje firmando papeles o en computadoras escribiendo o simplemente sentados tomando café.

Donovan se había levantado de la silla, se estaba despidiendo de la mujer y ahora se estaba encaminando hacia él, se puso un poco nervioso. Era algo extraño, no podía evitar ponerse nervioso, el general significaba algo importante de su pasada, es lo primero que recuerda, es lo único que sabe de su mundo, es la persona que sabe cuál es su verdadera identidad.

—Príncipe, por favor... sígame.- Pidió el mayor de una forma un tanto distante antes de encaminarse nuevamente hacia la puerta por donde acababan de salir. La volvió a tocar tres veces.

—¿Tan pronto habéis vuelto? ¿A dónde os dirigís? ¿A dónde pensáis ir?- Preguntó la puerta nuevamente con un tono poético.

—Necesito ir a la ciudad, pues la verdad a mi casa debo llegar.- respondió Donovan con una emoción totalmente fingida, parecía hacerlo para contentar a la puerta.

Keiwell solo lo miró, algo sumiso a decir verdad y terminó siguiéndolo a través de la puerta, esta vez el túnel era un poco más estrecho y algo húmedo, no parecía tan estable como el anterior. Terminaron saliendo hacia una extraña ciudad subterránea, Keiwell se asombró al ver aquellas piedras gigantes pulidas de tal forma que creaban casas, departamentos y luego se fundían con otro tipo de roca para formar las calles que conectaban toda esa ciudad bajo la tierra. La luz se filtraba por algunos agujeros enormes que estaban dispersos por todo ese techo rocoso. Era una ciudad realmente enorme, no podía divisar el final desde ningún lugar.

—Bienvenido a la ciudad central Stonelish.-

Los RubíesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora