Corazón de Cuarzo

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Otra vez, perdonen la tardanza, estuve en un mes lleno de exámenes y eventos, pero ahora les traigo la novela actualizada. Espero que les guste.

         El asombro de Keiwell aún no pasaba, cada parte de la ciudad le parecía interesante, nueva, y a la vez le daba algo de miedo. Aún no podía asimilar del todo que fuera un príncipe, siendo sincero ¿quién podría? Ni siquiera tenía la actitud de líder, estaba siguiendo a Donovan sin saber a dónde iban, sin saber que debía hacer ni que decir, quería empezar una conversación pero no podía. Se sentía algo tímido por el regalo que acaba de recibir, la gema brillaba a pesar de la poca luz solar que se filtraba por el techo de la ciudad.

Se detuvieron en una casa muy distinta a las otras, era de madera, a diferencia de las otras, y era una de las más grandes, ocupaba una buena porción de la cuadra. El general tocó dos veces a la puerta alta y particularmente ancha. Dio una paso hacia atrás, varios pasos atropellados sonaron de manera imponente hasta que se abrió de repente, el príncipe dio un salto hacia atrás al ver a aquella criatura, lo primero que vio fueron aquellas ocho enormes patas peludas que medían casi lo mismo que él, una cadera extremadamente grande y luego una señora que parecía rosar los 40 años, era una vista tenebrosa, y el toque más tétrico de todos era aquellos sonrientes labios morados ligeramente abiertos que mostraban unos dientes extremadamente afilados.

—Bienvenidos.- Fue lo que dijo aquella mujer mientras se adentraba en la oscuridad de su casa haciéndose a un lado, indicándoles con un ademán algo exagerado para que el príncipe pudiera pasar junto a su escolta. La mente del primero estaba empezando a generar millones de preguntas y de pronto se sintió nervioso, la timidez se apoderó de su cuerpo y deseó estar detrás del mayor, apenas pudo ver el interior de la casa cuando la mujer cerró la puerta.

—Gracias, Arakhnya.- Donovan hizo una reverencia y se quedó en su lugar, al parecer tampoco tenía buena visión. Los pasos rápidos volvieron a sonar haciendo estremecer al príncipe y de pronto una tenue luz esférica se encendió en el techo, lentamente otras empezaron a aparecer, mostrando que la conexión entre cada una era un fino hilo brillante, casi transparente. —Quiero presentarte a...-

—Keiwell Doroman.- Interrumpió la mujer araña mientras caminaba hacia el dueño del nombre, esta vez de una manera más lenta pero manejando todas sus piernas de manera tan fácil que daba miedo. El príncipe cerró los ojos y apretó fuertemente su puño, sintió unos ojos que lo inspeccionaban de arriba abajo sin ningún pudor, y podía percibir que estaba viendo mucho más que su postura y su ropa, sentía como si la mirada de aquella criatura pudiera escarbar debajo de su piel e incluso de su cuerpo. —Príncipe de los draconianos, heredero del trono... muestra del mundo humano.-

Lo último que dijo le pareció algo raro, y algo hiriente, ¿una muestra del mundo humano? ¿Acaso había sido algún experimento? Volvió a oír los pasos de la mujer y Keiwell abrió lentamente los ojos en cuanto dejó de sentir como lo analizaba de forma visual.

—Quisiera que le enseñe todo lo que pueda del mundo mágico, las artes que un buen príncipe debe saber, que lo entrene...-

—Cómo un perro, ¿verdad Donovan?- Interrumpió nuevamente la señora mientras caminaba hacia un pilar y lo trepaba como si nada, miró a ambos ahora de una manera analítica. —Yo sé que tu no quieres eso, yo tampoco quiero eso, ¿sabes lo que es el arte de enseñar? Sí, ¿verdad? Pues sabes que no quiero formar a un soldado más, no quiero que mi nombre se relacione con el título de adiestramiento que quieren darle al pequeño.- Empezó a caminar lentamente por ese pilar hasta llegar al techo, empezó a caminar contra la fuerza de la gravedad. —Yo le voy a mostrar quién es él, le enseñaré un poco de su historia y le mostraré los poderes y el potencial que tiene, si él quiere ser un príncipe, bien por él. Pero no voy a moldear a un príncipe de alguien que quiere ser...- Dejó las palabras en el aire, ni siquiera dio un ejemplo de lo que quería llegar a ser Keiwell, no quería restringirlo ni de esa forma.

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