CAPÍTULO 18

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CAPÍTULO 18


Nicholas

Corto la llamada con Hernán más molesto de lo que estaba antes. Si hay algo que odio es que hagan las cosas a mis espaldas, por mucho que la razón que tuvo Hernán para enviar a Thomas aquí puede ser justificable debido a las circunstancias.

La persona que debía estar aquí hoy era Manuel López, un hombre que ya lleva unos años haciéndose cargo de cualquier negocio que se vaya a realizar en algún país asiático, pero no pudo hacerlo porque hace unos días falleció su madre. En esas circunstancias no iba a obligarlo a viajar al otro lado del mundo dejando solo a su anciano padre, pero siempre se me pudo informar de la situación para buscar una solución. Eso no se hizo y Hernán terminó tomando la decisión de enviar a Thomas, no me puedo molestar con él porque el mejor amigo de mi padre sabe tan bien como yo guiar el conglomerado, pero me habría gustado ser partícipe de esa decisión. Habría elegido a alguien más.

Nunca quise que alguien más se involucrara en todo esto por eso decidí ser yo quien viniese aquí y Samantha la única que viniese conmigo. Conozco a Thomas, terminará involucrado en todo esto y lo que es peor nuestra relación, nuestra complicada relación va a terminar mal.

—¡Vamos! No te molestes, es... hasta gracioso —la risita de Sam solo hace que me salte la vena del cuello.

—¡No lo es, Sam! Que Thomas esté aquí solo complica las cosas —suspiro—. Esto me va a obligar a tomar una decisión, ¿no lo entiendes?

Samantha parece darse cuenta de lo que hablo porque su cara se llena de preocupación porque no puedo hacer que Thomas se vaya por lo menos en un mes.

—Nick...

—Dejémoslo así. Hay algo que voy a tener que hacer —le sonrío—. Recuerda que Rodrigo comienza mañana a cuidar de Saimon, debes darle una copia de las llaves de la casa.

Cambio el tema porque quiero alargar lo más que pueda cualquier cosa que me obligue a pensar lo alborotada que está mi cabeza, Edward está logrando de alguna forma meterse nuevamente en mis pensamientos y que Thomas haya venido solo me lo hace más difícil.

Cuando Sam vuelve a sus cosas me quedo ordenando las mías lo hago de espaldas a la puerta por lo que no veo quien entra sin tocar, pero a la vez sé perfectamente quién es.

—Fuera de aquí —digo sin voltear.

—Vamos Nick, ¿tan molesto estás de que esté aquí? —me giro porque su voz suena dolida.

—Hablamos hace unos días y no me dijiste nada —acuso—. Sabes que odio que me oculten las cosas.

—Era una sorpresa, yo sé que te gustó.

—Odio las sorpresas también —frunzo el ceño—. ¿Cerraste?

La sonrisa con la que me responde asintiendo hace que yo también sonría. Thomas se acerca a paso ágil y cuando llega a mí se inclina y me alza haciendo que me siente en el borde del escritorio mientras se mete entre mis piernas. Enlazo mis brazos en su cuello mientras las suyas lo hacen en mi cintura y me sonríe pegado a mi rostro.

—¿Sabes lo que tuve que aguantarme de besarte a penas te vi?

—¿Sabes lo que tuve que aguantarme de apretar tu cuello?

Suelta una carcajada y sus labios tocan los míos en un beso lento y suave. No puedo decir que Thomas sea mi novio, pero si desde hace un tiempo tenemos una relación, nada serio, de hecho, cualquiera de los dos es libre de hacer lo que quiera. Al principio él seguía saliendo con chicas y alguno que otro chico mientras yo hacía lo mismo, pero desde hace poco más de un año y unos cuantos meses tuvimos una charla donde acordamos estar de manera exclusiva. Nuestros encuentros no son en extremo seguido para considerarlo una relación, pero este chico es importante para mí y no quiero que esta confusión que estoy teniendo lo afecte.

—Te extrañé —susurra pegado a mis labios cuando se aleja un poco.

—Yo no, ya te lo dije —deja besos en mi mandíbula mientras deshace el nudo de mi corbata.

—¿Te vas conmigo a mi hotel?

—Mmm... ruégame —Thomas sonríe en mi cuello y deshace algunos botones de mi camisa.

—Por favor —va repitiendo entre besos que deja a lo largo de mi cuello.

Pronto sus caricias van causando efecto en mí, la temperatura entre nosotros aumenta y nuestras respiraciones se agitan. También sus manos se unen a sus ruegos y aunque lo hice solo para molestar estoy más que dispuesto a decir que sí. Estos meses he sido un verdadero santo y no hay cuerpo que aguante.

—Creo que ya me convenciste —digo en un jadeo cuando su mano toca mi entrepierna.

—Eso es bueno —sonríe y se aleja para mirarme—. Eso es muy bueno.

Aún faltan un par de horas para poder irme porque en una hora debo conectarme en una reunión con una de las empresas perteneciente al conglomerado que quieren mi opinión en uno de sus nuevos negocios. Para enfriar las cosas hago que Thomas lea el proyecto que me enviaron y me dé su punto de vista.

Este chico es increíble en todo el sentido de la palabra. Es de los mejores ejecutivos que hay en el conglomerado, cuando me contó que había hecho su pasantía en la empresa de mi padre, no me dijo que había trabajado directamente con él. Hernán fue el encargado de cumplir la palabra de mi padre quien le había dicho que en cuanto se graduara tenía un puesto asegurado en la empresa.

Con respecto a nuestra amistad, mucho me costó confiar en Thomas al igual que en cualquier otra persona, pero este chico tuvo la paciencia suficiente para aguantar cada uno de mis berrinches, de mis histerias y de lo mucho que me tardé en contarle parte de lo que me había ocurrido para ser así.

Me conecto a la reunión con Thomas a mi lado y el presidente de la empresa agradece nuestras opiniones. Porque a pesar que soy el presidente de BalthGroup se le da la autonomía a cada empresa para haga sus propias negociaciones solo teniendo en cuanta siempre un representante de nuestra empresa para que se nos informe de los riesgos. Cuando terminamos por fin me puedo ir, salgo de la oficina seguido de Thomas y me sorprende encontrarme con Edward viniendo por el pasillo.

—Señor Trivier, me gustaría poder invitarlo a cenar —la voz e Edward tiene un tono extraño que me hace sonreír.

—Lo siento señor O'Donnell, pero ya tengo planes esta noche —Tom me mira—. Si repite su invitación mañana sin duda la aceptaré.

Aunque sé que no debería hacerlo no puedo evitar mirar de uno al otro notando las diferencias que hay entre ellos. Mientras Edward es alto, un poco más de uno ochenta, rubio oscuro, ojos verdes, nariz prominente y de contextura algo musculosa, Thomas es de cabello casi negro, ojos miel y un poco más bajo. Y ni qué decir de su personalidad, Thomas es alegre, sensible, siempre tratando de sacar una sonrisa a quien le rodee, mientras Edward es egoísta, siempre buscando su beneficio y sin importar a quien deba joder para lograrlo.

—¿Qué hay de ti, Nicholas?

—Mis planes de esta noche son con Nicholas —Thomas responde por mí a lo que frunzo el ceño y el muy idiota me sonríe.

—Nick —Samantha aparece desde su oficina—. Yo voy a casa y me hago cargo de Saimon. Rodrigo debe ir a clases.

—¡Es cierto! Le dije a Rodrigo que yo lo llevaría a la universidad —recuerdo que me comentó que su clase de hoy comenzaba más temprano—. ¿Lo haces por mí?

—Claro.

Me rio porque sé a mi amiga le pasan cosas con ese chico, aunque aún está en la etapa de la negación porque Rodrigo es unos cuantos años menor que ella. Pero también sé que es solo cosa de tiempo para que caiga por él, ese chico está empeñado en que lo haga e incluso tal vez esto no sea solo una aventura por la manera en la que Sam se resiste.

Thomas toca mi brazo para llamar mi atención, me despido de Alice y de Sam antes de irme. Mientras camino siento la mirada de Edward tras de mí. Estoy seguro que tienes muchas dudas de mi relación con Tom sobre todo por la forma que este loco se comporta conmigo, siempre insinuando cosas. Pero no me importa —o deseo que no me importe—, todo lo que dice, todo lo que dijo siempre fue mentira. 

Todo de mí. PRONTO EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora