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- ¡Lucía! ¡Apúrate, y vístete luego, oh, que vamos a llegar tarde al colegio! – vocifero su madre. Su madre, era una mujer joven, tenía 32 años. Tenía una estatura promedio, sus ojos eran azules, y sí los mirabas con demasiada atención, podrías notar en ellos el universo entero, podrías ver allí los más oscuros secretos que el cosmos tiene para descubrir. Era fascinante verla moviéndose. Lucía, de cierta manera siempre se preguntó cómo era posible que ella fuera hija de semejante diosa. Ella era aclamada y adorada por todo el mundo, y Lucía, apenas era percibida.

Mejor ni hablar de su padre. Se había ido cuando ella tenía 10 años. Lo último que supo de él, fue que se había marchado con una mujer más joven que su madre. Bueno, a veces le extrañaba. No lograba comprender porque las había abandonado. Está bien, quizás su madre ya no era tan joven cómo cuando se conocieron, pero ¿cómo pudo ser tan frío cómo para dejarlas, y nunca más darles señales de vida? Lucía jamás lo entendería. De cierta manera sentía un odio casi infinito hacía él. Lo último que quería (hasta ese entonces) era volver a verle, o si quiera saber de él.

- ¡LUCÍAAAAAAA! Apúrate, vas a llegar tarde el primer día de clases- gritó su madre. Ella sintió cosquillas en el estómago, estaba ciertamente ansiosa. No tanto por sus compañeros, si no, porqué tenía curiosidad sobre lo que deparaba el destino, tenía ansias de vida, ansias de amor y ansias de miedos y cosas oscuras. No sabía que era lo que pasaría más adelante, pero, fuera lo que fuera, estaba anhelante de saberlo.

Un día, durante las vacaciones de verano, en una de las tantas salidas a las que había concurrido con sus amigos (naturalmente, la mayoría de sus amigos, eran sus compañeros de curso) iniciaron una conversación bastante interesante: el nuevo alumno que dentro de poco reemplazaría a uno de sus compañeros, el cual, había desaparecido hacía ya casi seis meses. En fin, Victoria, la que hasta ese momento era una de sus mejores amigas, comenzó la conversación:

- Mi mamá me dijo que el nuevo no era de por acá, parece que viene Ancud - expresó con un tono bastante incierto

- ¿La dura? ¡Buenaaa! Por fin gente nueva en este pueblucho en el que toooooodos son iguales, es más fome, nunca hay cosas nuevas que hacer - dijo por fin, Joaquín. Era él típico adolescente popular, todos lo conocían. Tenía montones de "amigos" en todos lados, aunque, ciertamente él no los consideraba así. Lucía lo quería, pero no confiaba en él. Es verdad, era bastante maduro para su edad, y de igual manera había sufrido bastante, pero, tenía algo en su forma de actuar, que le causaba un sentimiento de inseguridad. Concebía muchas sensaciones cuando estaba con él. No era amor, ni mucho menos odio. Sólo... prefería estar alejada de él. Pensaba que la opacaba. Ensombrecía lo poco que se notaba, inclusive cuando estaba con su propia familia. Esto no le parecía bien, porque, nunca le había gustado mostrarse débil, lo cual era totalmente estúpido. ¿Por qué tenía esa necesidad sobre humana de sentirse fuerte, superior? Esa necesidad de demostrar que ella podía, que ella tenía el control de todo, cuando en realidad tenía bastante claro que no era así. En fin, ¿cuál es el punto de anhelar demostrar control? Tal vez sea sentirnos más útiles, menos desechables, más queridos o más indispensables. A veces esta insuficiencia puede costarnos muy caro. La mayoría de las veces la satisfacemos a cualquier costo, ya sea, hiriendo, mintiendo, amenazando, insultando. Esto de todas maneras trae consecuencias, cómo todo en esta vida. Muchas veces perdemos gente a la que queremos. O en realidad, no las perdemos, pues creó firmemente que todo pasa por algo. Quizás sólo entraron en nuestra vida para enseñarnos a desechar ese deseo tan insostenible que alguna vez sentimos. Todas las personas que entran en nuestra vida tienen un propósito allí, algunas vienen a enseñar, otras a aprender, pero ninguna entra porqué sí.

- ¡Silencio, por favor! Muy bien... ¡Buenos días queridos alumnos! ¿Cómo lo pasaron en vacaciones? Espero que hayan descansado y disfrutado en grande. Pero, lamentablemente ya es hora de quitarnos las vacaciones de encima, tanto para ustedes y para mí. Jóvenes, están a punto de abordar una nueva etapa. Un período determinante en sus futuros. En los años que les quedan dentro de este establecimiento, van a reír, llorar, gritar, soñar, entre otras muchas sensaciones que los formaran para que luego concluyan en un apersona completamente diferente a la que comenzaron siendo. Bueno, en realidad nunca serán una persona diferente, en esencia siempre serán los niños que conocí en su primer día de clases. Pero sólo depende de ustedes seguir siendo ese niño o niña. Les daré un consejo: Nunca dejen que ese niño se desvanezca. Por favor, siempre...

- Jajajaja, ¿viste su cara? ¡Es que no puede! Jajajaja -


El profesor bajó la mirada, y se mantuvo en silencio durante unos segundos, y continuo hablando:

- Bueno, gracias al gentil auspicio de Joaquín... -

-¡Gracias!- señaló con tono burlesco

El profesor hizo una mueca y movió la cabeza con una mezcla entre decepción y tristeza, Lucía se compadeció de él. Jamás sería capaz de ponerse en sus zapatos, es decir, realmente admiraba la paciencia y dedicación de los profesores.

- Continuando con lo que aquí nos convoca, quería presentarles a su nuevo compañero- hizo una pausa y camino hacía la puerta, y con una seña lo hizo ingresar al salón. - Su nombre es Agustín Gonzales, y viene de Ancud -.

Agustín temblaba. Se veía preocupado y a la vez nervioso. Sus piernas temblaban, se veía completamente indefenso, estaba demasiado vulnerable.

Lucía lo miró, y notó algo. Pensó que era algo bastante prejuicioso intentar dilucidar algo de lo que él era. Ninguno de los dos se había visto al otro antes, y sólo uno de ellos sabía el nombre del otro, evidentemente ya sabemos quién era. Aun sabiendo todo esto, ella sentía que este momento sería algo trascendental. Él la miró, y un escalofrío la recorrió desde la punta de los pies, hasta la punta de sus cabellos color miel.

- ¡Buenos días, Agustín! Acércate un poco más... ¡Eso! Así está bien. Ahora, ¿por qué no nos cuentas un poco de ti?


La luz de LucíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora