Cuento 8: La involución de Patricio

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Por más civilizados que seamos, el retorno a las condiciones arcaicas de la psique humana parece ser inevitable. Seguimos siendo animales, seguimos siendo, a pesar de los millones años de evolución, monitos que reaccionan a los impulsos biológicos más primarios. Se podría decir que en el fondo lo único que realmente nos interesa es comer, coger, cagar y sobrevivir. Pero claro, en algún momento tomamos conciencia de nuestra muerte y eso modificó nuestra percepción del mundo, nuestra mentalidad. Descubrimos el fuego, inventamos herramientas, inventamos el amor, inventamos la religión, inventamos el arte y todo eso nos transformó en un algo «superior», más arriba en la escala evolutiva que los demás seres vivos. ¿Pero cuanto de ese mono primitivo sigue estando en nosotros? Y una interrogante aún más interesante: ¿La evolución, es siempre un cambio hacia adelante? ¿Existirá acaso un fenómeno evolutivo hacia atrás, una involución?

La involución de Patricio comenzó en enero del 2018, el 2 de enero para mayor precisión, justo el día después de los festejos de año nuevo, con la resaca pinchando dolorosamente su cabeza, pinchando dolorosamente sus pensamientos. Pero además de la resaca y los síntomas propios de la post embriaguez, comenzó además a padecer ciertos dolores y síntomas de otro tipo. Primero sintió un dolor en la espalda, la columna vertebral parecía incomodarle. Ese día decidió quedarse todo el día en cama, la resaca más el dolor de espalda fue la excusa perfecta para mirar televisión todo el día y dormir. Su alimento fue solamente agua, no podía ingerir otra cosa, incluso al tomar agua sentía ganas de vomitar y así lo hizo varias veces.

El día 3 de enero la resaca pasó y hubo una mejoría en su maltratado aparato digestivo, pudo por fin comer sólidos. Las sobras de la comida de año nuevo aún estaban en la heladera esperándolo, las devoró con voracidad. Sin embargo el dolor en la columna aún permanecía y empezó a sentir además una incomodidad al estar erguido y caminar, eran como punzadas en su esqueleto. Sentía como crujían los huesos, sentía, a cada paso que daba, el tejido óseo deformándose.

Para el 4 de enero Patricio caminaba semierguido, con la cabeza gacha, como si tuviera una joroba. El dolor de espalda sin embargo había desparecido. Patricio atribuyó el cese del dolor al consumo abundante de analgésicos y desinflamantes. La nueva postura física al caminar no le causo mayor preocupación, era como si aceptara así como si nada su nuevo caminar torcido y agachado.

Además del cambio de postura y sus problemas de columna, sucedía en Patricio algo a nivel mental. Comenzó a dejar ciertos hábitos, parecía haberse olvidado de algunas rutinas que conciernen a la vida cotidiana de cualquier hombre. Se levantaba y no se lavaba la cara ni los dientes, ni se peinaba, es más ni siquiera se miraba al espejo.

Para el día 5 de enero ya no usaba cubiertos para comer, se llevaba todos los alimentos a la boca utilizando las manos, enchastrandose todo, dejando restos de comida desparramados en la mesa, en el piso, en su ropa.

El 6 de enero se levantó y no se vistió, increíblemente Patricio anduvo desnudo por toda la casa. Tampoco se bañó, ni se lavó los dientes. Abrió la heladera y encontró un bife para milanesa pero no hizo ninguna milanesa, lo agarró así crudo y se lo llevó a la boca dándole un mordisco, masticando con la boca abierta mientras el fluido rojo de la carne le chorreaba por la pera.

Luego de su crudo desayuno salió al patio, dio unas vueltas alrededor del nogal y se trepó a él con una evidente habilidad simiesca. Sus vecinos, Jorge y Marta, que tomaban mate y comían pan dulce en su patio, fueron testigos del espectáculo. Jorge se paró y observó más de cerca, se dio vuelta y miró a su esposa diciendo "viste lo que yo te digo Marta, las drogas le hacen cagar el cerebro a los pibes."

Para el 7 de enero Patricio ya había abandonado definitivamente el interior de la casa, su hogar ahora era el nogal. Despertó ese día arriba del árbol con su torso recostado sobre una rama, con las manos y sus piernas colgando. Bajó del nogal dando un gran salto y aterrizó con postura de mono, mirando desorientado y en alerta. Luego ingresó por la ventana a la casa, un poco temeroso y fue derecho a la heladera, esta vez la carne no le llamó la atención, sacó la canasta de frutas y verduras y vació su contenido en el piso. Se comió toda la lechuga, le dio un par de mordiscos a una manzana, engulló con desesperación tres bananas y finalmente se retiró por la ventana y se recostó a la sombra del nogal.

Una dinámica interna, biológica y mental, se desarrollaba en Patricio. Algo regresaba, lo empujaba evolutivamente hacia atrás. Era algo así como un olvidarse del homo sapiens sapiens que era y empezar a recordar los anteriores homínidos que fue. Hasta ahora los cambios se hacían evidentes sólo en el aspecto mental, es como si su cerebro hubiera desaprendido todo lo que aprendió y se desactivaran circuitos y entonces ciertos impulsos y reacciones de nivel intelectual ya no fueran posibles. Pero pronto, desde el 8 de enero en adelante, las cosas se hicieron más evidentes a nivel corporal. El cuerpo de Patricio empezó a desarrollar pelo en abundancia, en todas partes. Donde antes no había pelo ahora si había. Su cara cambio de expresión. Era una expresividad más salvaje y también más inocente, su mirada seguía siendo humana pero de una humanidad más primitiva, más auténtica quizá.

Semanas después algunos diarios daban la noticia en un pequeño rectangulito en la contratapa o en la página 52, a un costado, en la sección menos sería de todo periódico. La noticia daba cuenta de un simio que apareció en pleno centro de la ciudad, corriendo desorientado sobre el asfalto caliente de la Avenida Argentina. La prensa deducía, sin muchas pruebas, un descuido en el zoológico ubicado en las afueras de la ciudad y el posterior escape de un primate de mediano porte. No se sabía ni quedaba claro qué clase de mono era. Algunos diarios decían chimpancé, otros un orangután, algunos noticieros televisivos hablaban de un gorila un poco lánguido, de una contextura extraña y mostraban videos captados por celulares en el momento de la huida asustadiza del primate por la avenida principal de la ciudad.

Al mismo tiempo otra noticia en la sección policial, un pequeño aviso en realidad, de los mismos diarios y también en un recuadrito a un costado, mostraba la cara de un joven de aproximadamente 26 años y los datos respectivos a su identidad:

Se busca joven desaparecido, oriundo de la Ciudad de Neuquén, de 26 años de edad, contextura delgada, tez morena, cabello color negro. Fue visto por última vez en el patio de su casa, ubicada en las Heras al 1600, por sus vecinos, según declaraciones de los mismos el individuo se encontraba desnudo, desorientado y en pleno estado de brote psicótico. Se ruega, ante cualquier información, comunicarse al celular número 29955874005, al 911 o a cualquier dependencia policial de su ciudad.

Aquel que alguna vez fue Patricio y lo que ahora era un homínido peludo que caminaba semierguido, fue encontrado en una cueva en la zona de bardas (mesetas de aproximadamente 700 metros de altura y de origen precámbrico) por dos jóvenes que practicaban motocross, los cuales alertaron a las autoridades.

Cuando una camioneta con tres agentes de defensa civil y dos bomberos llegaron, se encontraron con los dos jóvenes muy curiosos que bastante temerosos alumbraban con linternas el interior oscuro de una pequeña cueva que se abría paso por el relieve arcilloso de la meseta. Estos señores, sin entender mucho la situación y algo confusos en su actuar, se asomaron a la cueva y pudieron oír al mono-hombre emitiendo ruidos y gruñidos extraños, y sobre todo un grito simiesco en particular que los asustó y los hizo retroceder. Entonces uno de los hombres, uno de los bomberos, se armó de coraje, más por demostrar su ausencia de cobardía ante los demás que por otra cosa y se internó en la cueva con la linterna en una mano y una pequeña hacha en la otra. Hizo unos 5 metros lentamente y entonces fue historia. Patricio le saltó encima, forcejeó unos instantes con el fornido hombre y logró por fin derribarlo, una vez en el piso Patricio se le subió encima y lo golpeó una y otra vez con la piedra puntiaguda y previamente afilada que llevaba en sus manos. La sangre salpicó, los gritos se hicieron eco en la cueva y retumbaron hacía afuera.

Los demás hombres y los chicos de las motos emprendieron la huida sin más. Adentro de la cueva, el simio-humano, Patricio, frotaba sus manos por la cara del hombre ahora muerto y se las empapaba de sangre, luego levantaba esa manos llenas sangre y miraba al techo de la cueva como invocando con un llamado extraño, a quien sabe qué o quién. Emitía sonidos raros que estaban entre el lenguaje de palabras tal como lo conocemos y el no lenguaje, algo intermedio entre el lenguaje vocal de los animales y la fonética inconfundible de una voz humana. El llamado misterioso surgió el efecto deseado, pues de pronto una mezcla de gritos se dejaron oír y de la oscuridad salieron 5 grandes figuras, mitad hombres mitad monos. Se acercaron alrededor del cadáver y ellos también se empaparon las manos con la sangre que brotaba del rostro del bombero. Todos siguieron el mismo ritual, Patricio también. Se tocaban el pecho, en la parte donde se aloja el corazón y luego con ambos brazos extendidos hacia arriba decían lo indecible, gritaban lo que nadie sabe, lo que nadie entiende. Inmediatamente uno tras otro, los seis hombres-mono, incluido Patricio, se acercaron al fondo de la cueva y uno por uno fueron apoyando sus manos rojas de sangre en la pared de la cueva.


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