V - Que pequeño es el mundo.

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La mañana del Lunes, mi Profesor de Filosofía el señor Reed, un catedrático excelso en la materia, me llamó para informarme que mi ensayo sobre "El Demiurgo" (Basándose por supuesto en la teoría platónica sobre el mismo) fue el ganador en la categoría de filosofía.

Hace un año, me había inscrito a un concurso patrocinado por el simposio de filosofía y pensamientos latinoamericanos que tuvo su sede  aquí en Orlando para invitar a jóvenes pensadores a participar con ellos, tratando temas de política, física y por supuesto filosofía.

El concurso consistia en escribir un ensayo sobre algún tema que nos llamase la atención, enviarlo por correo antes del cierre de concurso y esperar. Debido a que éramos demasiados jóvenes, se determinaron tres ganadores en distintas categorías. Cosa que les tomó un año.

Los ganadores darían una conferencia en el Holy Trinity Reception & Conference frente a los catedráticos mas importantes de Latinoamerica, ademas de que recibirian una basta remuneración económica. 

Cuando el Profesor Reed me dijo que me enviarian una invitacion de honor para asistir a la conferencia, mis piernas se desvanecieron por un segundo, pero recobraron su fuerza haciéndome dar saltos eufóricos hacia mi cama y todos los rincones de mi apartamento.  

Dos dias despues, recibi la invitacion donde me informaban que la conferencia seria el sábado consecuente a este próximo, es decir, dentro de dos semanas.

[...] 

No pude dormir durante aquellas dos semanas. El dia al fin había llegado y las abejas dentro de mi estomago, lo sabían.

Camino a Tavares, me propuse repasar mis argumentos, un error por mas minimo que este fuese frente aquellos expertos, me haría sentir miserable. 

Estando dentro de aquel enorme salón, las abejas atacaron de nuevo. Ver a todos esos hombres y mujeres tan inteligentes me hacia sentir muy inferior, sin embargo intente no mostrarme asi. 
Mi padre, hacía ya mucho tiempo, me dijo que siempre se debe estar seguro de uno mismo, que si alguien confía en nuestro talento es por algo, pero que lo mas importante es sentirnos satisfechos con lo que hemos logrado y si nosotros nos sentimos bien, automáticamente, los demas tambien. Que lastima que el, no pudo acompañarme.

Pronto la conferencia comenzó. Nos dieron la bienvenida y todos se levantaron dando las gracias con un aplauso. 

Los dos primeros ganadores dieron una magnifica conferencia. Los presentes no podían ocultar su sorpresa al ver que personas tan jóvenes, manejasen temas de fisica y politica con tanta facilidad. 

Finalmente, me nombraron a mi. Me levanté decidida y hable, esperando que todo, simplemente saliese bien.
Concluí y los presentes, después de una pausa se levantaron dándome un gran aplauso, me sentí realizada.
Mis compañeros ganadores y yo agradecimos la atención de los presentes  y nos dimos un fuerte abrazo, pese a que no nos conocíamos.

Hubo una pequeña convivencia entre todos, muy interesante sin duda, pero ya era un poco tarde y yo necesitaba regresar a casa. Mis compañeros se ofrecieron a llevarme, pero solo los desviaria de su camino pues vivíamos muy separados los unos de los otros. Simplemente nos dimos nuestros números de móvil y cada uno partió.  

Camine hacia la calle principal para tomar un taxi, pero iba tan absorta en mis pensamientos que no repare siquiera en huir del automóvil que venía directo hacia mi cuando cruce.

Mis cosas salieron volando, al igual que mis anteojos. Cai en el asfalto, mi adolorida pierna izquierda no me dejaba levantarme sin sostenerme forzosamente de algo.

No veia nada mas que siluetas, necesitaba mis anteojos. Inmediatamente alcance a medio mirar a un hombre bajándose del auto que me arrollo.

— ¿Estas bien? —Preguntó aquel hombre.

—¿Te parece que estoy bien? ¡Idiota!—Respondí furiosa. 

— Lo lamento mucho, dejame ayudarte.

—¡Bah! ¡Ya has hecho suficiente! ¡Rayos, no veo nada! Necesito mis anteojos.

En verdad estaba furiosa. El hombre me alcanzo mis anteojos asi como el resto de mis pertenencias mientras decía "Ven, sube al auto, te llevare a un hospital"  
Al escuchar la palabra hospital, exclame abruptamente:

—¡No! no quiero ir a un hospital, mejor llévame a casa por favor. 

—De acuerdo, pero aun asi no puedo dejarte sin atención Llamaré a mi médico personal para que te atienda.—Finalizo 

Asentí y con la ayuda de otro amable joven, subí al auto. El hombre arranco y despues de una larga pausa y un silencio para nada incomodo, logre limpiar mis gafas y procedi a ponermelas. Por fin podía ver con claridad. 

Voltee a mirarlo, tenía la mirada fija en el camino, además de un perfil encantador, vestía un suéter color crema que no combinaba para nada con su costoso auto negro, pero aun asi se veia bastante apuesto. Era algo joven, pero aun sin conocerlo yo ya sabía que era todo un hombre. 

De pronto, durante un semáforo, se acomodo en el respaldo de su asiento, suspiro y saco el aire inflando sus mejillas como si fuese un niño aburrido. Volteo a verme y me sonrio, tenia una sonrisa encantadora, la cual correspondi un tanto apenada. 
Él estaba apunto de decirme algo, cuando el aparato para hablar por móvil mientras conduce que llevaba en la oreja derecha, comenzó a sonar. 
No había prestado atención a su voz, la cual también era profunda y encantadora, propia de un hombre de verdad. Discutía sobre una dirección.
Después de unos minutos, colgó. No me atreví a dirigirle la palabra hasta que el rompió el hielo. 

—No era mi intención, en verdad lo siento.—Dijo mientras torcía la boca en señal de genuino arrepentimiento.

—No hay problema—Respondí. 

— Si que lo hay, mira tu pierna, está hinchada. Pero es que toque la bocina del auto muchas veces, confíe en que te moverías y cuando me aproxime, note que seguías allí y no me dio tiempo de frenar... 

—Yo tuve la culpa, de eso estoy consciente, por eso insisto que no hay problema. Soy una distraída de lo peor

—No, no digas eso.

—No, es que es enserio. Yo lo siento, lamento haber dañado tu costoso auto— Dije intentando sonar agradable.

Comenzamos a reír; Aun sonriendo, su mirada regresó a la carretera. El cielo estrellado iluminaba el camino, oscureció demasiado rápido.  Yo me hice la tonta, ordenando mis pertenencias y corroborando que nada se hubiese dañado. 

—Debes  dar vuelta aquí, ese de alla es mi edificio.— Dije. 

El encargado del estacionamiento lo dejó entrar sin ningún problema, algo que me pareció extraño, pues solo los inquilinos del edificio tienen acceso al estacionamiento, claro, con su respectiva tarjeta. 

Me abrió la puerta del auto y me ayudó a llegar. El señor Carrington no tardó en preguntar que me había pasado. Como era de esperarse, todos los curiosos que se hallaban en el vestíbulo me miraron tal y como mirarian a una modelo que se ha caído de una pasarela. Ignorandolos, llame al elevador y entramos.

—¿A qué piso te llevo?— Preguntó.

—Al onceavo, apartamento K-305 , por favor.

 De pronto comenzo a reir.

—¿De que te ríes?—Pregunté temiendo ser yo la razón de su burla.

—De lo pequeño que es el mundo—Respondió 

—¿A qué te refieres?

—Te arrolle accidentalmente en una avenida principal a dos extenuantes horas de aquí, resulta que vivimos en el mismo edificio y la cereza que ha rematado este dia es que mi nuevo apartamento está justo frente al tuyo. 

¡No puede ser!  

Mi Nuevo VecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora