Décima tercera.

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El rey de las tinieblas ha llegado, regresado del infierno para proclamar lo que es suyo, con o sin súbditos, el final de todos ha llegado.

Nadie sabia lo que estaba sucediendo en aquel sitio.

Nadie conocía las palabras de ese hombre, aquel que tantos habían aprendido a olvidar y que al mismo tiempo a amar.

Des Styles se le había detectado una extraña enfermedad de la cual muy pocos médicos tenían el conocimiento necesario para tratarla pero el resultado de los medicamentos y del esfuerzo que ellos intentarían en él siempre daban al mismo resultado. La muerte.

Sentado a las afueras del hospital y con los resultados en las manos, veía el cielo que brillaba como nunca, a pesar de que por dentro moría de agonía por culpa de que moriría, seguía en su mente las palabras de su omega, su dulce omega.

Decidió marcar a su casa para dar la noticia, pero en el momento en que la llamada entró, la voz de un pequeño niño se dejó escuchar.

¿Papi?-. Sonrió al escuchar a su hijo. Su niño siempre le subiría el ánimo, sin importar nada.

— Harry, bebé, dile a mamá que voy en camino, no se preocupen-. Podía escuchar a su pequeño correr hasta donde se encontrara la mujer.

¿Des? ¿Cómo te fue amor?-. Escucharla siempre era algo maravilloso en los momentos en los que su alfa estaba desesperado.

— No te preocupes, en la casa te digo-. Ambos se despidieron y el alfa sólo siguió caminando a su casa.

Llegar y que el aroma a comida le hacía completamente feliz, siempre amaría a su pequeña familia, a su bella omega y su niño de rizos.

— ¡Papi!-. Tan sólo llegar un Harry emocionado lo recibía con los brazos abiertos y una hermosa sonrisa en su rostro.

— Hola, bebé-. Besando la suave mejilla del niño, lo dejó en el piso y fue directo a con su esposa.

— Dime que todo está bien contigo, Des-. Con una sonrisa ladeada, le entregó el papel en donde venían sus resultados y la omega no pudo evitar tapar su boca al leerlos-. Me dieron quince años.

Ambos adultos se encontraban acostados en la cama de su habitación. El pequeño alfa ya se había ido a dormir y ese era el momento perfecto para hablar sobre el problema que se vendría a partir de esos días.

— Tomaré el tratamiento pero quiero hacer algo bueno-. La mujer acarició los hombros del alfa intentando hacer que estuviera tranquilo.

— Si eso es lo que deseas, estará bien para mí, Des-. El hombre asintió y besó los labios de la omega. Esperaba que las cosas salieran bien.

Los días pasaban y en el hospital el medico les daba a la pequeña familia buenas señales del avance del alfa mayor y él había decidido seguir su pequeño sueño frustrado, ser boxeador.

Dos sesiones después se dirigía caminando a su casa a descansar, a pesar de que el medicamento era algo fuerte para su cuerpo seguía teniendo las energías necesarias para seguir con su día. Caminando se encontró con un local que al parecer era demasiado nuevo y una sonrisa se posó en sus labios al ver que iba a hacer un gimnasio de boxeo y sin perder tiempo fue a con el que parecía el jefe del lugar.

- ­­ ¿Disculpe?-. El hombre volteo al escuchar el llamado y sonrió.

- Dígame señor-. Des veía nervioso al que parecía un importante hombre de negocios y este sólo le sonrió dejando escuchar una gran carcajada-. No se preocupe, no muerdo ni hago daño.

- Oh, no es eso es solo que quería preguntarle por el local-. Ambos voltearon a ver el ahora gimnasio.

- Como puede ver será un gimnasio y su principal función será el boxeo, ¿por qué?-. Una gran sonrisa se dejó ver en el rostro de Styles.

- Me gustaría entrar aquí.

Ambos empezaron a platicar después de aquello, el hombre (que ahora conocía como Mark Tomlinson) era un importante hombre negocios y ese pequeño gimnasio simplemente era una diversión para sus momentos libres y para ver cómo los jóvenes decidían hacer ejercicio o por lo menos a aprender a defenderse como era en el caso de los omegas, que por más pequeños y frágiles que fueran siempre habría uno que otro con un gran carácter para defenderse de ciertos alfas que por su clase se creían mejores.

- Y dime Des, ¿por qué decidiste entrar al boxeo?-. Ambos estaban sentados platicando en un pequeño café que se habían encontrado por ahí cerca del local. Des dejó de lado su taza de café y dirigió su mirada a la azul de su acompañante.

- Siempre quise boxear pero al tener a mi omega a corta edad decidí dejar de lado mi sueño y empeñarme a sacar adelante, y ahora con mi enfermedad creo que es buen momento de hacer mis últimos deseos-. Ni una pizca de lastima se reflejaba en los ojos del alfa en frente suyo y eso era bueno, a pesar de que podía darse que el hombre tenía buen corazón creía que las personas lo tratarían por enfermo y le tendrían lastima, cosa que odiaba.

- Yo te ayudaré Des, a ti a tu familia si así lo desean-. Asintió contento y después de unas horas más platicando ambos se dirigieron a sus respectivos hogares.

Tan solo llegar el aroma a galletas recién horneadas llegó de inmediato a la nariz del hombre haciéndole sonreír.

- ¡Papá!-. Harry corrió a brazos de su padre y él sonriente le cargó del piso.

- Hola mi niño-. Dejando un beso en su mejilla le dejó en el piso y fue junto a él hasta con Anne-. Adivina qué-. Dijo abrazándola por la cintura.

- No tengo ni idea Des-. Sonriendo, dejó un beso en su mejilla.

- Estoy dentro de un de un gimnasio de boxeo-. Sonriente, la omega lo abrazó fuerte conociendo el deseo de su alfa.

- Espero que te haga más fuerte, amor, lo espero-. Asintió correspondiendo al abrazo. Ahora sólo era esperar a empezar.

Una semana después, Mark le había llamado para informarle que los registros ya estaban abierto y que podía ir cuando quisiera.

Al día siguiente después de su medicación (y de obtener el permiso de su médico) fue directo al gimnasio para su inscripción y así comenzar su sueño.

Poco a poco Des empezaba a esforzarse más para su cuerpo, el ejercicio le empezaba a dar la suficiente fortaleza a sus organismos para que no se deterioraran tan rápido a causa de los medicamentos, sus músculos eran más notorios y el doctor siempre le felicitaba cuando veía que sus exámenes salían de maravilla, los resultados eran sorprendentes y aunque la posibilidad de desaparecer de ese mundo empezaba volverse mínima el miedo le carcomía su interior, volviéndolo temeroso de un día no despertar jamás de sus sueños y que su cuerpo fuera enterrado en la tierra, dejando solos a su omega y a su niño, ambos eran su motivación día a día.

Mark, al ver la motivación de su amigo, decidió que sería buena idea informarle acerca de los concursos o peleas que se hacían en la ciudad y como era de esperar, el alfa emocionado aceptó para empezar a demostrar sus habilidades.

Las primeras peleas habían sido sencillas, jóvenes alfas que solo estaban por afición pero con el paso del tiempo el nombre de Des Styles empezaba a hacerse notar entre los miles de luchadores, haciendo sentir a su omega orgullosa de él y su hijo lo veía como ese hombre que a pesar de vivir con el peso de una enfermedad que consumía su alma, seguía adelante por su familia.

Una pelea, aquella que marcaría la vida del alfa Styles, aquella que lo dejará en lo más alto de los escalones, esa que había marcado su desastroso final.

La muchedumbre gritaba su nombre, emociones, gente con cerveza y su familia esperaba sentada en las gradas del gimnasio, pero nadie esperaba que al tercer round, Des dejara nockeado al chico y que su último aliento fuera ese.

Un suspiro bastó para que Des cayera al piso desmayado, alterando a sus seguidores y a su omega que de inmediato sintió su muerte repentina por el lazo, haciéndola correr al cuadrilátero, gritando su nombre en el pecho de su alfa recién fallecido, aquel hombre que lo había dado por ellos y nunca se rindió.

Su funeral fue algo para recordar, la gente lo veía como alguien para admirar, y su ya no tan pequeño hijo sólo tenía en mente unas palabras.

Ser como su padre, encontrar a su omega y ser feliz.

30 Reglas De Boxeo | Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora