Vigésimo segundo.

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"No pretendas ocultar las miserias de la vida con una sonrisa, fuerte aunque por dentro de derrumbes".

Amanecer adolorido y sin ganas de la vida, así es como se sentía Harry.

El alfa no tenía ganas de levantarse de la cama, las peleas de los días anteriores habían sido demasiado rudas y él se sentía morir, lo que lo mantenía fuerte era Louis, su pequeño chico que lo tenía a flote con sus hijos pero en esos días se sentía una total escoria para la gente, no se creía capaz de salir adelante, sus energías estaban por los suelos... no sabía qué hacer.

Había salido del gimnasio más temprano de lo normal. El entrenador lo había visto cansado y desconcentrado de la práctica y eso no era una buena señal para el rizado, se mantenía en las primeras posiciones de los más populares para las peleas, pero el chico se encontraba en la nada.

Con una orden de descansar y tomar el tiempo necesario para liberar su mente de presiones, que pasara un tiempo en familia, el chico empezó a caminar directo a su hogar. A Harry le agradaba que le diera esos momentos para sí mismo, en verdad lo necesitaba.

Llegó a casa y de inmediato pudo distinguir el suave aroma de su omega mezclado con el del bebé que cargaba en su interior. Harry esperaba que el estar con ambos lo tranquilizara o por lo menos que su mente se vaciara de las porquerías de su vida.

— No es por ser un aguafiestas pero, ¿qué haces aquí, Hazz?-. Louis, al sentir el aroma de su alfa caminó a la sala, sitio en donde el alfa se encontraba.

— Ven aquí, Lou-. Sin chistar, el omega se fue directo al regazo de su alfa en donde el rizado colocó sus manos en su vientre redondeado y su nariz entre sus cabellos.

— ¿Qué te pasa, Hazz? Te siento mal y no me gusta eso-. Harry sonrió. Sabía que su estado de ánimo recaía en Louis, pero por no querer ponerle molestias en su embarazo no quiso comentarle, a pesar de todo había olvidado el lazo que los unía.

— No me encuentro bien Lou, me siento triste-. El omega sonrió un poco y besó las mejillas del alfa.

— Ven conmigo, hagamos algo que podrá relajar tu mente-. Ambos se levantaron del sofá.

Louis caminaba con una mano en su espalda baja y la otra en su vientre, signo de querer tranquilizar al bebé o solo por costumbre, ambas razones hacían al alfa sonreír siempre que lo veía, ver el cuerpo de Louis crecer para hacerle espacio a su cachorro lo volvía feliz, él era feliz con ellos en su vida.

Llegaron al rincón favorito del omega, era una pequeña hamaca que Louis le había pedido colocar al inicio del embarazo para tener una tarde tranquila y por decoración habían puesto unas pequeñas luces de navidad alrededor y Harry descubrió que se sentarían ahí al verlo irse de su lado y regresar a su lado con dos tazas de té y agarrar su mano para sentarlo en la hamaca estando el omega en frente de él.

— ¿Me dirás lo que te sucede o tendré que hacerte hablar? Sabes que tengo mis métodos-. El alfa le dio una suave sonrisa y bebió de su taza de té. A pesar de que no era algo que le fascinara, sabía que Louis lo hacía porque tenía prohibido beber cafeína.

— No es nada importante, sólo estoy en esos días en donde la vida me trata mal y...-. Suspiró intentando controlar un sollozo. ¿qué le pasaba? Él tenía que ser fuerte...

Louis tomó ambas tazas y las dejó al lado de la hamaca, se colocó en medio de las piernas del alfa y besó sus manos. Harry sentía la paz de su omega a través del lazo y eso lo mantenía tranquilo.

— Si necesitas llorar, hazlo Hazz, sabes que a mí no me importa es estúpido prejuicio de "los alfas no lloran"-. Dio una risita suave y besó el cabello de su omega, enredó sus manos alrededor de su estómago y dio suaves caricias a éste al sentir las pataditas del bebé.

— Lo sé y gracias amor, gracias por darme el cariño necesario-. Louis sonreía a pesar de que Harry no le viera el rostro, él sabía que el chico necesitaba un respiro de vez en cuando, todos lo necesitaban.

— ¿Cuántos días te dio el entrenador?-. Una risa se dejó escuchar por parte del alfa.

— ¿Y tú cómo sabes que el entrenador me dejó faltar?-. Louis soltó una carcajada.

— Tú nunca llegas más temprano Hazz, no me vengas con esas cosas-. Bien, tenía que admitirlo, el omega tenía razón.

— Bien... sólo dijo que me tomara el tiempo para pasarla contigo-. Louis asintió feliz.

Se levantó de forma lenta del abrazo del alfa dejándolo desconcertado y de forma inmediata el chico se lanzó al cuello de su alfa haciendo que diera un pequeño grito del susto.

— ¡Louis! ¡Ten cuidado!-. Empezó a reír al sentir los suaves besos alrededor de su cuello.

— Oh, por favor, sé controlar bien ésta barriga, Harold-. Se separó dando leves golpes a su estómago.

— Lo sé, lo sé, pero no te lo tomes tan a la ligera, Lou-. Besó su frente y sonrío.

—Eres un cursi, Harry-. Lo abrazó por el torso y el rizado lo apretó más contra sí.

—Así me amas, Lou.

—Y así te amo, Hazz.

Pasaron los siguientes días abrazados, viendo películas, disfrutando del aroma, el calor y la compañía del uno con el otro, sintiendo cómo su lazo de intensificaba y les permitía menos tiempos separados. Para Louis, el que su alfa estuviese para él solo era la maravilla, era poder disfrutar de tener al rizado en casa, poder verlo junto a su bebé que por más que intentara no se tranquilizaba sin la voz bella y profunda del rizado, y Louis lo amaba, amaba verlo más tranquilo y relajado, más contento y más listo para continuar con su sueño de ser como su padre y el omega estaba seguro de que podría lograrlo, llevaría acabo su misión con deseo y fuerzas.

30 Reglas De Boxeo | Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora