El sauce

46 5 0
                                    

Llegamos a nuestro destino y me siento en el frío y duro suelo. Cuando él se sienta a mi lado, apoyo mi cabeza en su hombro izquierdo y el apoya su cabeza en la mía. Siento la felicidad recorriendo cada milímetro de mi piel al enlazar sus dedos con los míos, no puedo evitar tener la sonrisa más grande del mundo.

El aire me congela la mejilla derecha y me despeina suavemente el cabello. Observo tranquilamente a mí alrededor, mis ojos se encuentran a la altura de la hierba y al  final de donde nos encontramos veo el que posiblemente sea el árbol más bonito que he visto nunca, se trata de un sauce, pero no un sauce cualquiera.

Observo sus hojas caer, como una cascada, como agua, como lágrimas. ¿Cómo es posible que un árbol tan hermoso, sea a la vez el más triste? Que poco a poco su tristeza incrementa la belleza del mundo.

Subo la mirada por sus tristes hojas y cuando llego al final, veo que en su magnífica copa se encuentran unas ramas marrones, sin hojas, secas, muertas. Eso es lo que hace que el árbol sea tan especial.

Porque para mí representa la vida, representa a las personas “felices”, vivas, como sus hojas que a pesar de ser las más vivas y quizás las más bonitas, son las más tristes, las más caídas. Son aquellas que no aprecian la vida, porque ellas están felices, pero en el fondo no lo son ¿Cómo van a ser felices? ¿Cómo podrían saber si quiera que es la felicidad si es su estado continuo? Esas personas, esas hojas, no pueden ser felices, porque no saben qué es la tristeza, por lo tanto no pueden apreciar la felicidad.

En cambio, esas tristes ramas, secas, que podríamos llamar muertas, esas personas que su vida expiró y que en cambio, volvieron a la vida marcadas, marcadas por la tristeza, por la muerte, porque una vida sin felicidad no es vida. Esas personas felices, que conocen la tristeza, que saben la diferencia entre la felicidad que sienten y la tortura vivieron, donde se ahogaron. Esas personas son aquellas ramas, en la cumbre de aquel árbol, que a pesar de todo, que por todo lo que pasaron, son las más felices.

Son las más altas ramas y quizás alguien podría pensar que sobran, puede que hasta ellas lo piensen alguna vez, que habría que cortarlas, que no hacen bonito. Pero las hojas vivas y tristes, no podrían existir sin ramas, porque de ellas crecen, de ellas viven y habrá un momento en el que las hojas caerán, pero las ramas fuertes resistirán y serán de ellas, de donde se colgaran las hojas para no caerse.

Siento como despega su cabeza de la mía y le miro con curiosidad para saber que le ocurre. Me frota con cuidado la mejilla y cierro los ojos al sentir sus suaves labios fundiéndose con los míos.

Mundos de palabras [Relatos] Where stories live. Discover now