Tercera cita

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"La tercera cita; el momento perfecto para demostrar tu responsabilidad"


-Así que, reconoces su perfume, gran cosa, ¿Y qué con eso? -Ryeowook suspiró ante las palabras de Sungmin, sabiendo que el mayor era incapaz de comprender la magnitud de tamaña afirmación.

-No entiendes Min -Su murmullo apenas se alzó por sobre el ruido de los estudiantes corriendo apresurados por los corredores del edificio -Yo conozco su perfume. ¿El perfume de cuantas personas eres capaz de reconocer?

-Bueno...

-Había alguien...

-¡HYUKJAE! -El menor de los mellizos encogió los hombros, ignorando a propósito la mirada asesina de su hermano -De acuerdo Wook, no hay necesidad de entrar en pánico, solo es perfume. Tú reconocerías también el mío o el de Hyuk

-O el de Donghae -Min frunció el ceño, ambos volteando a ver al más joven con extrañeza -¿Qué?

-¿Por qué el de Hae?

-él usa uno muy masculino, ¿Cómo no voy a saberlo si se sienta a mi lado en clases?

-¿Ya ves Wook? Cualquiera puede reconocer un perfume -El bajito asintió, lo suficientemente satisfecho como para, finalmente, tomar su toalla y dirigirse a las duchas, dejando a los mellizos sumidos en un completo silencio, roto solo por Hyuk unos minutos después

-él está enamorado, ¿Verdad?

-hasta el fondo.

-¿Cuánto crees que tarde en darse cuenta?

-Es Ryeowook, Hyuk, como mínimo, unos 30 años. -El menor de los mellizos suspiró, entornando los ojos en dirección a su hermano

-Tú eras tierno cuando estabas enamorado.

-Cierra el pico y vamos por algo de comer.

Sungmin tenía razón. ¿Qué había de extraño en que hubiese reconocido de inmediato el perfume de Yesung en la biblioteca la tarde anterior? Se había asustado en vano. Sí, bueno, no es de extrañar que recordase el perfume de su amigo, teniendo en cuenta que éste era realmente delicioso. El perfume, claro. Rodó los ojos con frustración cuando el chorro de agua fría -ideal para un día de sofocante invierno- golpeó su espalda desnuda, las gotas sintiéndose como agujas contra su piel.

Vale, estaba armando una tormenta en un vaso de agua.

Sintiéndose al fin algo más relajado -no gracias al agua fría, por supuesto- el Kim tomó descuidadamente la toalla que colgaba de la puerta cerrada del cubículo, acomodándola en torno a su cintura. Chistó los labios cuando alguien dejó caer algo fuera, el estrepitoso sonido haciéndolo brincar en su lugar. Maldita sea, ¿Es que acaso las personas se levantaban dispuestas a fastidiar a otras todo el tiempo? Solo quería saber qué clase de idiota...

Una maldición se escuchó cuando más cosas cayeron, y no pudo evitar sonreír al reconocer la voz.

Obviamente, tenía que tratarse de Yesung, alias, el rey de los desastres.

Los oscuros ojos se posaron en él tras unos segundos de más maldiciones, la impresión brillando en ellos al momento de trastrabillar, lanzando nuevamente el montón de envases al piso, seguido del bien formado cuerpo del mayor. Ok, cierto que debía dejar de pensar así. Con Yesung eran solo buenos amigos.

-Oh Wook, es bueno verte... creo

-Hmm, déjame ayudarte

...

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